
28/07/2025
Excelente artículo de la Dra. Susana Gjurkan_
Hipoxia inducida por vasoconstricción en los anestésicos para odontología: origen de cavitaciones óseas y enfermedades sistémicas
En la práctica odontológica convencional es común el uso de anestésicos locales con vasoconstrictores, como la epinefrina, para prolongar la duración de la anestesia y reducir el sangrado quirúrgico.
Sin embargo, este efecto deseado puede tener consecuencias poco advertidas desde una visión biológica, Y si una gota de epinefrina entra en un vaso sanguíneo puede producir alteraciones en el ritmo cardiaco, o convulsiones, y hasta ictus . La intensa vasoconstricción local reduce el flujo sanguíneo capilar, lo que disminuye la oxigenación de los tejidos blandos y del hueso subyacente. Cuando esta hipoxia persiste o se repite en zonas vulnerables —por una obturación simple , áreas quirúrgicas, sitios de extracción, regiones endodonciadas o con trauma crónico—, puede instalarse una alteración tisular profunda: la necrosis ósea silenciosa.
El hueso maxilar, especialmente por su estructura esponjosa y su vascularización terminal, es muy susceptible a este fenómeno.
La hipoxia crónica compromete el metabolismo celular, altera el pH tisular hacia valores ácidos y genera un entorno inflamatorio subclínico, en este escenario, los osteocitos mueren, se pierde la arquitectura trabecular y se forma un área de osteólisis mal definida, a menudo sin signos radiológicos evidentes en placas convencionales. Solo puede observarse por un estudio tomografico Cone Beam o por ecografía maxilar con CaviTAU®
Estas lesiones, conocidas como cavitaciones óseas o focos de osteonecrosis cavitada, son espacios necróticos donde no hay circulación ni regeneración adecuada, y pueden mantenerse activas durante años si no se tratan.
El pH ácido y la hipoxia también explican el dolor postoperatorio persistente, al activar receptores nociceptivos sensibles a cambios químicos, como los canales iónicos TRPV1 y ASIC. Pero el impacto no se limita al sitio local: desde una perspectiva neurofocal, estas áreas hipóxicas se comportan como campos interferentes, enviando señales crónicas al sistema nervioso autónomo. A través de conexiones segmentarias o vegetativas, estos estímulos pueden reflejarse en órganos o sistemas a distancia, sin que exista una lesión estructural visible en la zona afectada.
Así, una cavitación en un molar inferior puede generar síntomas como neuralgias faciales, bruxismo, dolor de cuello o disfunciones pélvicas; mientras que una lesión hipóxica en el maxilar superior puede relacionarse con cefaleas, arritmias, alteraciones tiroideas o trastornos del ánimo. Estos cuadros, erróneamente tratados como enfermedades primarias, pueden mejorar o resolverse al eliminar el foco maxilar y restaurar la oxigenación y el drenaje tisular.
Los factores que agravan este fenómeno incluyen el uso reiterado de anestesia con vasoconstrictores, colgajos quirúrgicos tensos, presencia de metales, endodoncias tóxicas, deficiencias nutricionales o una regulación neuroinmunológica alterada. Por eso, la odontología biológica integrativa propone una práctica consciente, que considere el equilibrio tisular y evite prácticas que perpetúen la hipoxia. El uso de técnicas regenerativas como PRF, oxigenación con ozono, terapia neural o cirugía biológica de limpieza y activación medular son claves para revertir este proceso.
En definitiva, lo que comienza como una infiltración anestésica puede convertirse, en ciertos pacientes, en el origen de una disfunción sistémica duradera. Comprender esta interrelación es vital para diagnosticar a tiempo, evitar secuelas y ejercer una odontología verdaderamente integradora y reparadora.