25/01/2023
EL MAESTRO.
Apenas se le dió la orden de constituir un Escuadrón de Caballeria, puso manos a la obra. Era el 16 de marzo de 1812.
Fue eligiendo a sus Oficiales, primeramente. Muchos de ellos seleccionados de las más importantes familias de Buenos Aires. Otros aceptados por sus legajos. Otros por recomendación. Pero todos puestos a prueba con rigurosa igualdad. No había contemplaciones, ni amiguismos, ni parentescos. Téngase presente que hacía menos de un mes que estaba en la ciudad, y todos le eran desconocidos.
También eligió personalmente a sus primeros soldados, los cuales debían servir como base a la nueva unidad.
"Sólo quiero leones en mi Regimiento", supo decir alguna vez.
Primero les enseño a marchar a pié, a reconocer órdenes dadas por el clarín. A dar contramarchas y giros. Hasta como llevar la cabeza en alto, con galanura y orgullo. Luego pudieron subirse al caballo.
Su Glorioso Corvo lo atestigua. Él mismo, en persona, enseñaba a cada uno el uso del Sable, afilado al molejon, capaz de abrir una cabeza a la mitad. Y para eso usaba su propio sable como instrumento de enseñanza, como el maestro usa la tiza y el pizarrón con sus alumnos. También enseñaba el uso de la lanza, arma por excelencia de la Caballería. No quedaban fuera de sus clases, aunque en un lugar secundario, el uso de las armas de fuego.
No daba ninguna directiva a sus hombres, que él mismo no hubiera cumplido antes, como ejemplo.
Uno por uno, aquellos Granaderos primigenios fueron recibiendo las enseñanzas de aquel Teniente Coronel de acento andaluz. Tacticas y estrategias napoleónicas, con aderezos de su propia experiencia de muchos años de militar. Fueron todos ellos forjados como el hierro ardiente, golpe tras golpe sobre el yunque del deber, la abnegación y el sacrificio.
Y así, aquellos Centauros adquirieron los conocimientos que los harían distintos a todos. Con la certeza de saberse Invencibles. Porque la aparición de los Granaderos a Caballo del Teniente Coronel San Martín, fue un antes y un después en la historia militar de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Y eso sólo lo pudo hacer un elegido por la Providencia, para Libertad y Gloria de su Patria y de la América del Sur.