25/10/2025
EL MIEDO COMO ALIADO
Cuando la paz se vuelve gesto
El miedo no siempre viene a cerrarnos. A veces llega como niebla, para que aprendamos a mirar sin ver del todo. A quedarnos.
A escuchar lo que tiembla sin juzgarlo.
El miedo no siempre grita. A veces se instala en silencio, como una sombra que se desliza entre los gestos cotidianos.
No interrumpe, no exige, pero está. Se acomoda en los márgenes de la conciencia, recordando que algo podría doler, que algo podría fallar, que algo podría perderse.
Y sin embargo, el miedo no es enemigo. Es señal. Nos habla de lo que importa, de lo que amamos, de lo que no estamos dispuestos a soltar sin resistencia.
Ignorarlo o reprimirlo no lo disuelve: lo endurece. Lo vuelve más agudo, más sutil, más presente.
Escucharlo, en cambio, lo transforma. Lo vuelve guía, frontera, espejo.
Entonces aparece la paz, que no es la ausencia de miedo.
Tampoco es un estado permanente ni una conquista definitiva.
Es una decisión interna, a veces frágil, de no alimentar la guerra dentro de uno mismo.
Es elegir, una y otra vez, no responder con violencia al temblor. No exigir certezas. No forzar respuestas. Habitar el presente con lo que hay.
Entre el miedo y la paz hay un puente. No siempre visible, no siempre firme. Pero existe.
A veces se construye con palabras escritas en la madrugada. A veces con silencios que no necesitan explicación. A veces con la mirada de alguien que no juzga.
La introspección, el testimonio, la escucha, la espera: todo eso puede ser madera para ese puente.
A veces me hago estas preguntas:
¿qué parte de mí necesita gritar para sentirse viva?
¿qué rincón de mi alma aún se aferra a certezas como si fueran abrigo?
¿qué me falta soltar para que el movimiento no duela?
¿A vos también te pasa?
Quizás la paz no sea un destino, sino una forma de caminar. Una forma de mirar el miedo sin juicio, de abrazar la vulnerabilidad sin rendirse.
En ese gesto, silencioso pero firme, hay una fuerza que no necesita ruido para transformar. Es una fuerza que integra y abraza aquello que parece estar separado.
Porque no se puede valorar la paz sin haber sentido miedo primero.