
13/05/2024
¿QUIÉN SE ACUERDA DE ESTA HISTORIA?
Una vez un gil me rompió el corazón. Yo agarré y me fui a una fiesta, de esas con amigxs y yerbas varias... y me enfiesté. Después pintó el bajón y terminé dormida en la cama de mi amiga, mientras lxs demás, corazones felices, seguían de parranda. En algún momento se me ocurrió que era hora de derretirme en mi propia cama, me paré y me fui.
Era en el barrio de Barracas, en una avenida bien fea, donde me tocaba tomarme el colectivo. La parada no tenía el palo entero, cosa que reforzó mi tristeza. Hacía frio y yo no sabía de qué lado de la avenida paraba el bondi que me llevaba a casa. En la calle, nadie. Miré el reloj: eran cuatro y pico de la mañana. El gas pimienta en la mano. Solo estaba la luz de un kiosko un poco más allá. Luz lúgubre, solitaria, dadas las circunstancias. Creo que en el silencio de la avenida inmensa se escuchaba el ronquido del tubo de mala muerte que alumbraba el kiosko. Y si no fue así, iba perfecto con la escena. El bondi, por supuesto, no venía.
En eso, de la nada apareció un tipo con dos hamburguesas en la mano. No sé de dónde las habría sacado, probablemente de ese kiosko fantasma. Se metió en un auto que estaba estacionado cincuenta metros más allá y empezó a revolver cosas. El único ser viviente en la negrura de los rincones. Yo, atenta. Entonces, fui, un poco por intuición y otro poco porque no me quedaba otra, y le pregunté si sabía de qué lado paraba el 24 que iba para Once. El tipo me empezó a decir que sería mejor que me vaya hasta tal otra avenida porque esta era medio fulera para esperar sola, o que me podía tomar tal otro colectivo, pero ah, no, pará, claro, ese va para otro lado y que pum que pam. Decidimos que al final lo mejor era quedarme ahí clavada y rezar que venga el colectivo. Muchas gracias, le dije, con un acento así como del conurbano que me sale en ciertas ocaciones. Y me volví al palo que supuestamente era la parada, devastado como mi corazón.
A los cinco minutos, el chabón arrancó el auto y se vino despacito hacia mí. Bajó la ventanilla. Yo me acerqué con toda la presencia que pude y enfoqué para ver qué onda. Ese don de ver el alma que tenés que desarrollar para viajar a dedo. El flaco tenía una mirada franca y me expresó con timidez que eran buenas sus intenciones, que no quería asustarme sino darme una mano, que estaba desvelado y que por eso había bajado a comprarse unos patys, que no le costaba nada tirarme con el auto hasta mi casa. Yo dudé, por la hora y porque sí. Le hice un par de preguntas que no recuerdo pero eran para tantearlo. Entonces, con inocencia de niño, empezó a querer acomodar un poco el coche, que tenía lleno de porquerías. Me convenció cuando encontró un mate usado encima la guantera y le dio tanta vergüenza que se le ocurrió decir “mira, soy buen tipo, tengo un mate”. Me dio ternura. Y me subí.
A los cinco minutos ya estábamos como chanchos. El hielo se rompió cuando me confesó “yo te vi ahí sola en la parada, más rota que... dije, pobre piba” jajaja. Entonces, él contando que con su laburo tenía unos horarios de mi**da. Y yo quemándole la cabeza con el tarado que me había hecho sufrir y que esto y que aquello. Antes de que me diera cuenta, el flaco frenó en una esquina y me dijo “es acá”. Era verdad, ya estábamos en la esquina de mi casa. Entonces, se hizo un silencio de otro tiempo y le dije “gracias, millón de gracias, siempre hay un angelito como vos, que me salva”. Nos dimos un abrazo sincero. De esos que se ven en las películas y decís “nah, eso no puede pasar en la vida”. Pero sí, me pasó. En ningún momento me tiró onda.
Cuando me iba a bajar me dijo “esperá”. Se puso a revolver el auto, encontró un cacho de papel, una birome y escribió algo. “Ah, me va a dar su facebook”, pensé. Me dio el papelito doblado y me dijo “tomá, para cuando lo necesites”. Yo me bajé del auto con una reverencia y nunca más lo volví a ver.
Entré a casa a los tumbos y dejé el papel por ahí. Estaba triste. Unos días después descubrí el papelito, casi lo tiro de una, pero de curiosa, lo abrí. No me interesaba agregarlo a ningún facebook, el encuentro había sido demasiado mágico como para arruinarlo con esa banalidad. Pero lo abrí y me llevé una sorpresa.
Anoche esperé el bondi un rato largo y me acordé de él. Lo extrañé, para ser franca. Deseo que esté siendo feliz, que tenga un laburo digno con horarios que a él le gusten. Y se me ocurrió compartir nuestra historia para recordarnos a todxs lo que en verdad decía su papelito: "La magia existe. Y ocurre, generalmente, cuando menos la esperamos."
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Pues esta historia real, hace un tiempo la convertimos en un corto.
Ese corto hoy está concursando en y pueden votarlo en el siguiente link! 😬🙏
¡VOTEN "EL PAPELITO" y compartan si pueden! Graciass ✨️🪷🙏🙌💪🏽🔥
Elenco: Rosario García Coni, Fernando Bruno Dirección: Ezequiel Tronconi – Juan Baranchuk Guion: Rosario García Coni