26/07/2025
🔴 La ototoxicidad, o daño en el oído, asociada a ciertos medicamentos afecta principalmente dos órganos cruciales del oído interno: la cóclea y los canales semicirculares. La cóclea es responsable de la audición, transformando las vibraciones sonoras en impulsos eléctricos que el cerebro interpreta como sonido. Los canales semicirculares se encargan del equilibrio, enviando señales a través de su propio nervio. El daño a estas estructuras puede resultar en problemas de audición, problemas de equilibrio o una combinación de ambos.
A nivel celular, este daño se centra en las células receptoras, especialmente en la cóclea y también en los canales semicirculares. Estas células tienen pequeños "pelitos" cuyo movimiento, inducido por el sonido o el movimiento de la cabeza, abre canales iónicos. Específicamente, la entrada de potasio seguida por la entrada de calcio dependiente de voltaje genera el impulso eléctrico necesario para escuchar o mantener el equilibrio. Los medicamentos ototóxicos tienden a acumularse en los líquidos que rodean estas células, como la perilinfa y la endolinfa, o incluso dentro de ellas. Esta acumulación lleva a una concentración excesivamente alta de calcio, lo que provoca la muerte celular por apoptosis, la formación de especies reactivas de oxígeno (ROS) que dañan proteínas y membranas, y daño mitocondrial, entre otros mecanismos. Aunque los mecanismos exactos no siempre se conocen a fondo, se sabe que la acumulación de estos fármacos mata estas células importantes.
Las consecuencias del daño a la cóclea incluyen hipoacusia (disminución de la audición) que a menudo comienza con la pérdida de la capacidad de percibir frecuencias elevadas, pudiendo progresar hasta la sordera total. También puede presentarse tinnitus, que es la percepción constante de un zumbido en el oído. El daño a los canales semicirculares o al sistema vestibular causa problemas de balance, manifestados como mareos que pueden ser severos, llegando a afectar la capacidad de caminar, y nistagmo, un movimiento involuntario de los ojos que intenta compensar el mareo. Estos efectos pueden ocurrir juntos o por separado. La destrucción de estas células tan importantes a menudo hace que el daño en el oído interno sea irreversible.
Diversos grupos de medicamentos pueden causar ototoxicidad. Entre los más destacados se encuentran algunos antibióticos, diuréticos de asa, salicilatos, platinos (un tipo de quimioterapia) y quinina. Dentro de los antibióticos, los aminoglucósidos como la amikacina, neomicina, estreptomicina y gentamicina son probablemente los más tóxicos para el oído. Estos también son tóxicos para el riñón y su toxicidad en el oído es frecuente y muy severa, usualmente irreversible porque matan las células. Los macrólidos, como la eritromicina y la azitromicina, rara vez causan ototoxicidad y, cuando lo hacen, suele ser reversible al suspender el medicamento. Los diuréticos de asa, como la furosemida, torasemida y bumetanida, también son muy ototóxicos y su daño puede ser permanente. Los platinos, especialmente el cisplatino y el carboplatino, se asocian con ototoxicidad significativa y permanente. Los salicilatos, como la aspirina, son menos tóxicos y generalmente causan daño reversible.
Las características típicas de la ototoxicidad inducida por medicamentos incluyen que usualmente es bilateral, afectando ambos oídos, aunque en algunos casos puede ser unilateral. Tiende a ser simétrica, afectando ambos oídos en la misma proporción, a menos que ya exista un daño previo en uno de ellos. Generalmente aparece con el uso continuo o dosis más altas del medicamento, aunque existen excepciones donde una dosis inicial puede ser suficiente para causar daño severo. Un punto importante es que la ototoxicidad puede tener un inicio tardío, manifestándose semanas o incluso meses después de haber terminado el tratamiento. Esto se debe a que el fármaco puede permanecer acumulado en los líquidos del oído interno durante un tiempo prolongado después de su administración, continuando el daño celular. La pérdida inicial de audición suele afectar primero las frecuencias altas. En muchos casos, especialmente con aminoglucósidos, diuréticos de asa y platinos, esta pérdida es irreversible.
Para prevenir o mitigar el riesgo de ototoxicidad, es fundamental monitorizar la función auditiva antes y después de administrar estos medicamentos, pudiendo ser necesario un seguimiento de hasta seis meses. En pacientes con alto riesgo, como adultos mayores o aquellos con daño auditivo preexistente, se deben evaluar opciones terapéuticas alternativas menos ototóxicas. Es recomendable evitar la combinación de múltiples medicamentos ototóxicos siempre que sea posible, aunque hay situaciones clínicas donde esto puede ser inevitable. Se debe tener especial precaución con pacientes que presentan insuficiencia renal, ya que esto aumenta la acumulación del fármaco en la sangre y, consecuentemente, en los líquidos del oído interno, elevando significativamente el riesgo de toxicidad. Ser juiciosos en el uso de estos fármacos es crucial dado el potencial de un evento adverso tan severo y a menudo permanente.