
23/04/2025
Hay una llave.
No abre puertas de metal,
ni candados de herrumbre.
Abre silencios.
Destraba heridas que no sabían que dolían,
historias que no sabían que eran repetidas.
Esa llave no está afuera,
aunque a veces la trae una mirada,
una palabra exacta,
una presencia que no exige,
solo permanece.
No tiene forma fija.
A veces es una imagen en una constelación,
un “sí” que incluye al excluido,
un llanto que ya no se reprime,
un “gracias” que ordena el linaje.
Otras veces es el momento exacto
en que alguien comprende que su síntoma
era una forma imperfecta
de seguir perteneciendo.
La llave es esa pausa sagrada
donde el alma y la conciencia
se dan la mano.
Y por fin,
la vida puede seguir su curso.