08/02/2024
Analogía
Mi abuela Maria Chialvo de Bertorello hacia las mejores tortillas del mundo... al menos, para mí.
Empezaba a las 9 hs pelando las papas. Después de un largo proceso de fritura, le agregaba los huevos, bien batidos y condimentados, y la cocinaba a fuego lento, muy lento.
Intenté por mucho tiempo copiar su receta. Pero le faltaba el sabor de la experiencia. Ese sazón que sólo regalan los años.
Ademas, se me rompían. Se desarmaban frente a mí, irreverentes. Fieles a su Matrona. Como si yo aún no mereciera el Don dorado de su presencia pulcra. Entera. Estable.
Lo primero que cambié fue el frito por el hervor. Sentí que así todo era más liviano. Incluso, como si la papa pasara por un proceso de transmutación. De purificación de lo pesado. De lo duro. De lo almidonado.
No hace mucho encontré la llave del éxito: mucho huevo. Sí. HUEVOS.
A no mezquinarle! Son 6 huevos grandes por sartén.
Se me viene a la memoria el dicho que dice "Ese sí que le pone huevos", haciendo alusión a la persona que va por todo. Que desde el coraje, a pesar del miedo y de la inseguridad, se la juega.
Hasta ahora creí que ese refrán hacía referencia a lo masculino, a lo viril.
Pero ahora sé que no.
Hoy entiendo que desde la simpleza de la rutina mi Nona hacía alquimia con lo cotidiano.
Que para que la vida se presente hermosa, no hay que mezquinarle. Metéle huevo y cocinala despacito... que al final, lo único que importa es que sea sabrosa. Disfrutable. Con los que amamos.
De seguro mi tortilla no se parece a la de mi abuela. Ya no busco copiar su receta, sino crear la mía. Tomando el sabor por la vida como ingrediente principal.
Gracias Nona por todo!
Siempre estás en mi corazón.