23/02/2023
Es en la adolescencia cuando los chicos han de prescindir de la intimidad, han de esquivarla, huir de ella, para empezar a ser considerados hombres y no niños, hombres y no mujeres. La primera intimidad rota es sin duda con la madre presente: no me des muestras de cariño en público, yo ya no soy el niño de mamá. Con el padre, sin embargo, no se puede romper la intimidad porque normalmente no existe. Un padre es padre porque encarna la ausencia corporal o afectiva. La madre es la figura pesada que excede, el padre la figura idealizada que falta. Para una el desprecio, para el otro la admiración. Un hombre es por definición alguien sin intimidad, porque la intimidad, lo doméstico del alma, es algo relacionado con lo femenino, algo que «hacen» las mujeres, los hombres, por el contrario son públicos, los hombres conquistan, no se preocupan de lo íntimo porque lo íntimo es algo que han de custodiar las mujeres. Una mujer es mujer porque es guardiana de la intimidad. Esta temprana escisión de la intimidad hace que los chicos cambien el tipo de amistad que tienen con sus amigos. No hablar de lo que se siente porque eso es demostrar vulnerabilidad. Se cambian las caricias por golpes: un hombre para tocar a otro hombre ha de mostrar su fuerza porque si no hay fuerza, si hay necesidad, si hay afecto, entonces puede planear la duda de la homosexualidad y un hombre, siempre, es heterosexual. Los hombres llegan así a la edad adulta completamente aislados en lo afectivo, con relaciones poco profundas con sus amigos, sin amigas, porque los chicos y las chicas no «pueden» tener una amistad, llegan deseando mucho esa intimidad, pero sin saber cómo crearla, pues solo obtienen algunos destellos con sus parejas, a las que ocultan sus emociones siendo hombres misteriosos o a las que convierten en depositarias de todo lo que hasta ese momento no han podido compartir. Este es el germen de la frustración, la ira, la rabia y tal vez la violencia. Porque los hombres sin intimidad son hombres desconocidos para sí mismos y un hombre que no sabe quién es no sabrá nunca lo que quiere. Los hombres sin intimidad tendrán que llegar a «ser» de oídas, decir lo que los demás quieren escuchar, prometer lo que los demás esperan que prometan, tendrán que comportarse además como han de comportarse los hombres, tendrán que representar lo que la masculinidad dice de ellos aunque ellos nunca hayan dicho nada, ni pensado nada, serán un títere creyéndose libres, harán daño y se harán daño. Los hombres sin intimidad no saben gestionar la incertidumbre porque si algo proporciona la intimidad es una certeza. Para que los hombres dejemos de estar lejos de nosotros mismos, para hacernos de otra manera, tenemos que construir un mundo en el que la intimidad sea algo colectivo.
Fotografía: Close.
