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26/10/2022

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26/10/2022

«Tenemos la loca idea de que la vida no debe doler»

Honra tu vida viviendo plenamente, tanto el placer como el dolor. «El dolor y la muerte no son terribles, como el miedo al dolor o a la muerte.» --- Epícteto

“Honrar a la vida significa tomarla y amarla tal como es: con el principio y el final, con la salud y la enfermedad, con la inocencia y la culpa. (…)La experimentamos como último desprendimiento, que toma todo y da todo, con amor”.
Bert Hellinger

Miedo a la enfermedad y el dolor

No hace mucho, estuve con una amiga que al enfrentarse a la incertidumbre con relación a su salud, me dijo que sentía miedo de su vulnerabilidad y, al mismo tiempo, se hizo consciente de su imperiosa necesidad de querer estar sana, en equilibrio, de no sentir dolor ni malestar.

Esto me hizo reflexionar y darme cuenta de que también la salud es un valor que puede convertirse en un apego, al igual que otros valores como la belleza, la juventud, la riqueza, el bienestar, la seguridad, la vida, y el amor.

Ahíi me encontré con el poema de William Ernest Henley, publicado por primera vez en 1888, cuyo texto acompañó, nutrió e inspiró durante sus años en prisión a Nelson Mandela.

"En la noche que me envuelve,
negra, como un pozo insondable,
doy gracias al Dios que fuere
por mi alma inconquistable.
En las garras de las circunstancias
no he gemido, ni llorado.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada jamás se ha postrado.
Más allá de este lugar de ira y llantos
acecha la oscuridad con su horror.
Y sin embargo la amenaza de los años me halla,
y me hallará sin temor.
Ya no importa cuan estrecho haya sido el camino
ni cuantos castigos lleve a mi espalda:
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma"

Apego por lo agradable y satisfactorio

Anhelamos tener siempre aquello que nos hace sentir bien y estar en equilibrio.

Sólo aceptamos sin problema aquello que nos aporta seguridad, satisfacciones y estabilidad, pero nos negamos a aceptar aquello que nos provoque malestar, desequilibrio o dolor.

Al mismo tiempo, luchamos incansablemente por conseguir todo aquello que valoramos, y, cuando lo obtenemos, sufrimos porque no queremos perderlo y es más grande la preocupación de que eso ocurra, que el gusto que nos pueden generar.

El miedo de perder lo que supuestamente nos hace felices, provoca que nos apegamos a dichas experiencias positivas y somos capaces de hacer cualquier cosa por obtenerlas cuando no las tenemos, o por conservarlas y mantenerlas cuando están presentes. El problema es que, a raíz de la ansiedad que nos genera el miedo de perderlas, ellas mismas y la sensación agradable que nos provocan pueden pasar a segundo plano.

Por un lado está el apego a las cosas agradables y por el otro está la fobia o el rechazo a lo desagradable como podrían ser: la enfermedad, la vejez, la desdicha, la tristeza, la inestabilidad, la incertidumbre, la soledad, la pobreza, el fracaso, llevar la carga de un niño con malformaciones o discapacitado…

Esta situación de ambivalencia es, sin duda, consecuencia de nuestra cultura y de la educación.

Estamos programados desde nuestros primeros años, tanto por nuestros padres y demás familiares como por las demás instituciones de la sociedad, a buscar incansablemente el placer, la seguridad, la satisfacción, el éxito y a rechazar el dolor, la inseguridad, la incertidumbre, el fracaso.

Muchos padres, con la mejor intención, toman a sus hijos desde que son muy pequeños y les dicen cosas o hacen cosas para hacerlo sentir especiales. Les dicen, por ejemplo: “Tú eres perfecto y quiero que tu vida sea perfecta, por eso, te lo voy a dar todo para que logres todo lo que anhelas y nunca sufras”.

Qué bello suena, pero que irreal, qué gran mentira. Por muy buena intención que tengan los padres, es un engaño hacer creer a sus hijos que son seres perfectos y que estarán exentos de sufrimientos y fracasos a lo largo de su vida.

Tampoco es verdad que ellos, con todo su amor, son capaces de evitarles a sus hijos los avatares de la vida ni de brindarles una felicidad absoluta, pero, la realidad, es que la mayoría de los padres es lo que hacen lo cuál, a la larga, genera mucho más sufrimiento y frustración a las personas pues, al no lograr tener una vida perfecta, sienten que traicionan a sus padres y a ellos mismos por no ser más que unos seres humanos comunes y corrientes.

Soltar no es fácil

Es necesario hacer un viaje al centro de nuestros dolores, a la luz de una serie de nuevos paradigmas para regresar con un encuadre diferente. Hay que cambiar enfoques y creencias, entender la pérdida y la muerte de una manera distinta de como la hemos manejado hasta ahora.

“El tamaño de tu dolor es del tamaño de tu apego”. dice Margarita Blanco, psicoterapeuta.

¡Si tan sólo nos dijeran la verdad! Sabiduría Tibetana

Brené Brown dice que los padres deberían tomar a sus hijos recién nacidos en sus brazos y decirles algo como:
“¿Sabes? Eres imperfecto, naciste para luchar, pero eres digno de amor y pertenencia”.

Esta investigadora cree que, si tan sólo una generación de padres hiciera esto, todo cambiaría para bien y seríamos una humanidad diferente: más realista y, a la vez, más feliz, menos frustrados e infelices, pues no nos sentiríamos obligados a demostrar nada para ganarnos la pertenencia y el cariño de los demás.

Recuerdo una ocasión que acudí a que me tomaran una muestra de sangre y escuché llorar a un niño en el cubículo contiguo al que también le iban a sacar sangre. La madre insistía en decirle que no dolía lo que le estaban haciendo y el niño le respondía con determinación: “¡Sí me duele!”, la madre le rebatía: “Bueno, pero no duele mucho” y el niño, con valor, le respondía: “Si, sí duele y duele mucho”.

¿Qué impedía a esta mamá hablarle a su hijo con la verdad? Seguramente el bien aprendido rechazo por el dolor y lo desagradable del que hemos estado hablando.

Si esta mamá, como muchos otros padres, no lo acepta en su vida, le transmite el mismo sentimiento a su hijo pequeño, pero, en esta ocasión, el niño se defendía con valor y se negaba a aceptar dicha mentira, ¿sería capaz de mantenerse firme y de seguir creyendo en sus percepciones más que en las ideas y mandatos de otros? No podemos estar tan seguro de ello, pues la influencia social en este sentido es demasiado grande para resistirse de por vida.

El valor de lo malo, la ganancia de lo doloroso

Retomando la razón por la cual hago hoy toda esta reflexión, es decir, el reconocimiento de que to también me apego a la salud y el rechazo a la vulnerabilidad, la incertidumbre y la enfermedad, vuelvo a tomar consciencia de lo importantes que son todas las experiencias que enfrentamos en la vida, tanto las agradables como las desagradables.

Los seres humanos, -a diferencia de los demás seres vivos que se limitan a existir -, somos los únicos que clasificamos lo que vivimos como bueno o malo, correcto o incorrecto -nos cuestionamos constantemente si lo que sentimos o hacemos es correcto o incorrecto-.

Pero, lo cierto, es que todo ello es parte de la vida y más nos convendría aceptarlos como es, sin pelearnos, sin juzgar o clasificar y, sobre todo, sin tratar de evadir, enfrentándo lo que es como es, diferentes facetas de la vida misma.

Si podemos aprender de las cosas buenas, con mucho más razón podemos aprender del dolor, de las malas experiencias como la enfermedad, de la soledad, el fracaso, las pérdidas y las separaciones, todas ellas nos ayudan a reconocer que estamos vivos, que somos seres humanos vulnerables y finitos. Que hay cosas que hacemos bien y lo que no, lo podemos mejorar hacia el futuro y que, con todo ello, si nos abrimos y lo reconocemos como parte fundamental de nuestra experiencia de estar vivos, podemos crecer, fortalecerse, madurar.

Lo anterior lo he aprendido en mi propia experiencia de vida, de mis seres cercanos y de mis clientes.

Me conmueve y me emociona cuando, después de un largo y doloroso trayecto al que se enfrentan, las personas que se mantienen firmes en su proceso terapéutico, después de enfrentarse a las profundidades de sus infiernos y a sus demonios. Y luego de apoyarlos al momento de enfrentar sus experiencias de pérdida, enfermedad, desesperanza, fracaso, tristeza, ansiedad, confusión, incertidumbre, rabia o impotencia, poco a poco, logran encontrar el coraje para trascenderlo y su visión interior empieza a aclararse hasta lograr visualizar el lugar hacia donde quieren dirigirse, después de haber soltado el dolor de lo vivido. Con una nueva consciencia y reconociéndose como seres humanos más fuertes.

Una vez que encontramos de nuevo el camino y el sentido, es más factible que podamos encontrar lo que realmente necesitamos, lo que nos puede generar mayor serenidad y satisfacción.

Como lo ha demostrado la psicología de la resiliencia, si no tuviéramos el valor de enfrentarnos a nuestros infiernos y demonios, a nuestros miedos, dolores y traumas, si tan sólo nos quedáramos, como hacen algunos, en la lamentación, la queja, el resentimiento, no tendríamos jamás la posibilidad de hallar el verdadero sentido de nuestra existencia, pero es gracias a nuestra determinación de enfrentar el dolor, el desagrado y la vulnerabilidad, que podemos abrirnos también al amor, la alegría y la felicidad.

Es nuestro coraje, de, a pesar de reconocer que somos seres imperfectos y vulnerables, tenemos la capacidad de abrazar la vida integra.

Eso es lo que nos permite desarrollarnos y convertirnos en seres reales, fuertes, más conscientes y plenos, capaces de disfrutar de una existencia feliz.

Aunque, como a mí me pasó de nuevo, que volví al viejo hábito de querer evadir la realidad del dolor y la enfermedad, y, en otras ocasiones hago lo mismo con la seguridad económica, laboral o emocional, o con la soledad, la frustración y el fracaso, debemos siempre retomar el camino y recordar que la vida no es sólo placer, también es dolor; no sólo es alegría, también es tristeza; no sólo es compañía, también es soledad; no sólo es éxito, también es fracaso; no sólo es aceptación, también es rechazo; no sólo es justicia, también injusticia; no sólo es salud, es también enfermedad; no sólo es amor, también es desamor; no sólo es juventud, también es vejez; no sólo es belleza, también es fealdad; no sólo salud, también enfermedad; no sólo es seguridad, también es inseguridad; no sólo es control, también es no-control.

Así es, la vida es todo, blanco y negro; día y noche; femenino y masculino; Yin y Yang. Si no fuera así, no sería vida, no podría existir una cosa sin su opuesto, es nuestra mente la que genera la dualidad, porque, en realidad, somos la unidad, somos el todo y todos somos uno.

¿Por qué será que, tan a menudo lo olvidamos y entramos en el pánico y el horror? No es el el dolor y la muerte los que hacen difícil la vida, como dice Epícteto, es el nuestro miedo al dolor la muerte lo que nos vuelve, a fin de cuentas, aún más vulnerables de lo que, como humanos, somos.

La próxima vez que te enfrentes a una experiencia de vida, no pierdas el tiempo en calificarla como buena o mala, correcta o incorrecta, agradable o desagradable, simplemente, inhala profundo, deja que entre a tu interior, percibe tus sensaciones, también, sin juzgarlas y exhala.

Con cada inhalación, absorbe lo que te sirve, lo que necesitas, lo que te nutre, y en cada exhalación, suelta todo lo que tengas que soltar, el miedo, la duda, las creencias limitantes.

Más allá de si lo que sientes es agradable o desagradable, doloroso o placentero, lo que debes tener en cuenta es que, si sientes, es porque respiras y si respiras, es porque estás vivo y eso es lo más maravilloso y lo más importante.

Hay mucha gente buscando, sin saberlo, algo espiritual. Hay como una sed de retorno, de volver a encontrarnos con nosotros mismos». Y es que es desde ahí, desde nuestro propio yo, desde donde podremos «no ser pusilánimes y mirar a la vida de frente, tal como viene. Ser fuertes y saber que nuestro corazón se romperá, pero que podremos con ello».

La imagen del corazón roto se nos queda en la retina. Porque vivimos en un mundo en el que la tristeza parece estar proscrita. Las redes sociales han acentuado la tiranía de la felicidad. «Tenemos la idea loca de que la vida no debe doler». Y por eso, cuando duele, nos descoloca y nuestro sufrimiento se acrecienta. Porque la realidad es terca, y por mucho que pintemos el futuro de rosa y escribamos en él frases llenas de optimismo, la realidad es más potente que todo ello. «Y en algún momento, a la gente se le tuerce la vida. Una ruptura de pareja, la vida profesional que no va como esperábamos, el camino que escogimos que no es el que queríamos, la muerte de alguien querido...». Y no siempre sabemos gestionar ese dolor, ese desconcierto.

Da la sensación de que hoy estamos menos preparados para afrontar esas situaciones de pérdida. Y de que esa falta de preparación emocional se irá agudizando con el tiempo. «La verdad es que hoy en día llevamos muy mal la relación con el dolor, y eso nos hace inmensamente frágiles». «Quizá la gente, hace cien o doscientos años, estaba más indefensa ante muchas adversidades. La relación con el dolor y la muerte era más diáfana, y había una mayor o mejor disposición a aceptar lo que la vida nos impone. Y eso no es resignación, es un proceso heroico de reconocer que hay fuerzas por encima de nuestros deseos».

Afrontar la vida con entereza, asumir lo que nos ofrece y aprender a darle lo que tenemos para ella -que puede ser tristeza o enojo- y entender que no hay emociones malas. Ni siquiera la ira, o el rencor. «Solo son malas si se cronifican».

Las Constelaciones Familiares son una herramienta poderosa para todo eso y por ello cada vez más gente busca en ellas una forma de conocerse a sí misma.

💙Centro Bert Hellinger de Constelaciones Familiares 💙

Entrevistas a Bert Hellinger:

1. Bert Hellinger entrevistado sobre las Constelaciones Familiares, su método fenomenológico de hacer psicoterapia sistémica.

Por Humberto del Pozo en Santiago de Chile,
Septiembre de 1999.
http://www.peterbourquin.net/inicio/?p=491

2. ASENTIR A ‘LO QUE ES’
Psicoterapia de sistemas familiares + Dificultades de la Vida: bit.ly/asentir-a-lo-que-es

3. La dimensión sistémica de problemas y de suertes personales.

“Órdenes del amor. Cursos seleccionados de Bert Hellinger”. Ed. Herder 2001, p 479-503
bit.ly/EntrevistaBertHellinger

Eso ea ser FELIZ
25/10/2022

Eso ea ser FELIZ

«Tenemos la loca idea de que la vida no debe doler»

Honra tu vida viviendo plenamente, tanto el placer como el dolor. «El dolor y la muerte no son terribles, como el miedo al dolor o a la muerte.» --- Epícteto

“Honrar a la vida significa tomarla y amarla tal como es: con el principio y el final, con la salud y la enfermedad, con la inocencia y la culpa. (…)La experimentamos como último desprendimiento, que toma todo y da todo, con amor”.
Bert Hellinger

Miedo a la enfermedad y el dolor

No hace mucho, estuve con una amiga que al enfrentarse a la incertidumbre con relación a su salud, me dijo que sentía miedo de su vulnerabilidad y, al mismo tiempo, se hizo consciente de su imperiosa necesidad de querer estar sana, en equilibrio, de no sentir dolor ni malestar.

Esto me hizo reflexionar y darme cuenta de que también la salud es un valor que puede convertirse en un apego, al igual que otros valores como la belleza, la juventud, la riqueza, el bienestar, la seguridad, la vida, y el amor.

Ahíi me encontré con el poema de William Ernest Henley, publicado por primera vez en 1888, cuyo texto acompañó, nutrió e inspiró durante sus años en prisión a Nelson Mandela.

"En la noche que me envuelve,
negra, como un pozo insondable,
doy gracias al Dios que fuere
por mi alma inconquistable.
En las garras de las circunstancias
no he gemido, ni llorado.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada jamás se ha postrado.
Más allá de este lugar de ira y llantos
acecha la oscuridad con su horror.
Y sin embargo la amenaza de los años me halla,
y me hallará sin temor.
Ya no importa cuan estrecho haya sido el camino
ni cuantos castigos lleve a mi espalda:
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma"

Apego por lo agradable y satisfactorio

Anhelamos tener siempre aquello que nos hace sentir bien y estar en equilibrio.

Sólo aceptamos sin problema aquello que nos aporta seguridad, satisfacciones y estabilidad, pero nos negamos a aceptar aquello que nos provoque malestar, desequilibrio o dolor.

Al mismo tiempo, luchamos incansablemente por conseguir todo aquello que valoramos, y, cuando lo obtenemos, sufrimos porque no queremos perderlo y es más grande la preocupación de que eso ocurra, que el gusto que nos pueden generar.

El miedo de perder lo que supuestamente nos hace felices, provoca que nos apegamos a dichas experiencias positivas y somos capaces de hacer cualquier cosa por obtenerlas cuando no las tenemos, o por conservarlas y mantenerlas cuando están presentes. El problema es que, a raíz de la ansiedad que nos genera el miedo de perderlas, ellas mismas y la sensación agradable que nos provocan pueden pasar a segundo plano.

Por un lado está el apego a las cosas agradables y por el otro está la fobia o el rechazo a lo desagradable como podrían ser: la enfermedad, la vejez, la desdicha, la tristeza, la inestabilidad, la incertidumbre, la soledad, la pobreza, el fracaso, llevar la carga de un niño con malformaciones o discapacitado…

Esta situación de ambivalencia es, sin duda, consecuencia de nuestra cultura y de la educación.

Estamos programados desde nuestros primeros años, tanto por nuestros padres y demás familiares como por las demás instituciones de la sociedad, a buscar incansablemente el placer, la seguridad, la satisfacción, el éxito y a rechazar el dolor, la inseguridad, la incertidumbre, el fracaso.

Muchos padres, con la mejor intención, toman a sus hijos desde que son muy pequeños y les dicen cosas o hacen cosas para hacerlo sentir especiales. Les dicen, por ejemplo: “Tú eres perfecto y quiero que tu vida sea perfecta, por eso, te lo voy a dar todo para que logres todo lo que anhelas y nunca sufras”.

Qué bello suena, pero que irreal, qué gran mentira. Por muy buena intención que tengan los padres, es un engaño hacer creer a sus hijos que son seres perfectos y que estarán exentos de sufrimientos y fracasos a lo largo de su vida.

Tampoco es verdad que ellos, con todo su amor, son capaces de evitarles a sus hijos los avatares de la vida ni de brindarles una felicidad absoluta, pero, la realidad, es que la mayoría de los padres es lo que hacen lo cuál, a la larga, genera mucho más sufrimiento y frustración a las personas pues, al no lograr tener una vida perfecta, sienten que traicionan a sus padres y a ellos mismos por no ser más que unos seres humanos comunes y corrientes.

Soltar no es fácil

Es necesario hacer un viaje al centro de nuestros dolores, a la luz de una serie de nuevos paradigmas para regresar con un encuadre diferente. Hay que cambiar enfoques y creencias, entender la pérdida y la muerte de una manera distinta de como la hemos manejado hasta ahora.

“El tamaño de tu dolor es del tamaño de tu apego”. dice Margarita Blanco, psicoterapeuta.

¡Si tan sólo nos dijeran la verdad! Sabiduría Tibetana

Brené Brown dice que los padres deberían tomar a sus hijos recién nacidos en sus brazos y decirles algo como:
“¿Sabes? Eres imperfecto, naciste para luchar, pero eres digno de amor y pertenencia”.

Esta investigadora cree que, si tan sólo una generación de padres hiciera esto, todo cambiaría para bien y seríamos una humanidad diferente: más realista y, a la vez, más feliz, menos frustrados e infelices, pues no nos sentiríamos obligados a demostrar nada para ganarnos la pertenencia y el cariño de los demás.

Recuerdo una ocasión que acudí a que me tomaran una muestra de sangre y escuché llorar a un niño en el cubículo contiguo al que también le iban a sacar sangre. La madre insistía en decirle que no dolía lo que le estaban haciendo y el niño le respondía con determinación: “¡Sí me duele!”, la madre le rebatía: “Bueno, pero no duele mucho” y el niño, con valor, le respondía: “Si, sí duele y duele mucho”.

¿Qué impedía a esta mamá hablarle a su hijo con la verdad? Seguramente el bien aprendido rechazo por el dolor y lo desagradable del que hemos estado hablando.

Si esta mamá, como muchos otros padres, no lo acepta en su vida, le transmite el mismo sentimiento a su hijo pequeño, pero, en esta ocasión, el niño se defendía con valor y se negaba a aceptar dicha mentira, ¿sería capaz de mantenerse firme y de seguir creyendo en sus percepciones más que en las ideas y mandatos de otros? No podemos estar tan seguro de ello, pues la influencia social en este sentido es demasiado grande para resistirse de por vida.

El valor de lo malo, la ganancia de lo doloroso

Retomando la razón por la cual hago hoy toda esta reflexión, es decir, el reconocimiento de que to también me apego a la salud y el rechazo a la vulnerabilidad, la incertidumbre y la enfermedad, vuelvo a tomar consciencia de lo importantes que son todas las experiencias que enfrentamos en la vida, tanto las agradables como las desagradables.

Los seres humanos, -a diferencia de los demás seres vivos que se limitan a existir -, somos los únicos que clasificamos lo que vivimos como bueno o malo, correcto o incorrecto -nos cuestionamos constantemente si lo que sentimos o hacemos es correcto o incorrecto-.

Pero, lo cierto, es que todo ello es parte de la vida y más nos convendría aceptarlos como es, sin pelearnos, sin juzgar o clasificar y, sobre todo, sin tratar de evadir, enfrentándo lo que es como es, diferentes facetas de la vida misma.

Si podemos aprender de las cosas buenas, con mucho más razón podemos aprender del dolor, de las malas experiencias como la enfermedad, de la soledad, el fracaso, las pérdidas y las separaciones, todas ellas nos ayudan a reconocer que estamos vivos, que somos seres humanos vulnerables y finitos. Que hay cosas que hacemos bien y lo que no, lo podemos mejorar hacia el futuro y que, con todo ello, si nos abrimos y lo reconocemos como parte fundamental de nuestra experiencia de estar vivos, podemos crecer, fortalecerse, madurar.

Lo anterior lo he aprendido en mi propia experiencia de vida, de mis seres cercanos y de mis clientes.

Me conmueve y me emociona cuando, después de un largo y doloroso trayecto al que se enfrentan, las personas que se mantienen firmes en su proceso terapéutico, después de enfrentarse a las profundidades de sus infiernos y a sus demonios. Y luego de apoyarlos al momento de enfrentar sus experiencias de pérdida, enfermedad, desesperanza, fracaso, tristeza, ansiedad, confusión, incertidumbre, rabia o impotencia, poco a poco, logran encontrar el coraje para trascenderlo y su visión interior empieza a aclararse hasta lograr visualizar el lugar hacia donde quieren dirigirse, después de haber soltado el dolor de lo vivido. Con una nueva consciencia y reconociéndose como seres humanos más fuertes.

Una vez que encontramos de nuevo el camino y el sentido, es más factible que podamos encontrar lo que realmente necesitamos, lo que nos puede generar mayor serenidad y satisfacción.

Como lo ha demostrado la psicología de la resiliencia, si no tuviéramos el valor de enfrentarnos a nuestros infiernos y demonios, a nuestros miedos, dolores y traumas, si tan sólo nos quedáramos, como hacen algunos, en la lamentación, la queja, el resentimiento, no tendríamos jamás la posibilidad de hallar el verdadero sentido de nuestra existencia, pero es gracias a nuestra determinación de enfrentar el dolor, el desagrado y la vulnerabilidad, que podemos abrirnos también al amor, la alegría y la felicidad.

Es nuestro coraje, de, a pesar de reconocer que somos seres imperfectos y vulnerables, tenemos la capacidad de abrazar la vida integra.

Eso es lo que nos permite desarrollarnos y convertirnos en seres reales, fuertes, más conscientes y plenos, capaces de disfrutar de una existencia feliz.

Aunque, como a mí me pasó de nuevo, que volví al viejo hábito de querer evadir la realidad del dolor y la enfermedad, y, en otras ocasiones hago lo mismo con la seguridad económica, laboral o emocional, o con la soledad, la frustración y el fracaso, debemos siempre retomar el camino y recordar que la vida no es sólo placer, también es dolor; no sólo es alegría, también es tristeza; no sólo es compañía, también es soledad; no sólo es éxito, también es fracaso; no sólo es aceptación, también es rechazo; no sólo es justicia, también injusticia; no sólo es salud, es también enfermedad; no sólo es amor, también es desamor; no sólo es juventud, también es vejez; no sólo es belleza, también es fealdad; no sólo salud, también enfermedad; no sólo es seguridad, también es inseguridad; no sólo es control, también es no-control.

Así es, la vida es todo, blanco y negro; día y noche; femenino y masculino; Yin y Yang. Si no fuera así, no sería vida, no podría existir una cosa sin su opuesto, es nuestra mente la que genera la dualidad, porque, en realidad, somos la unidad, somos el todo y todos somos uno.

¿Por qué será que, tan a menudo lo olvidamos y entramos en el pánico y el horror? No es el el dolor y la muerte los que hacen difícil la vida, como dice Epícteto, es el nuestro miedo al dolor la muerte lo que nos vuelve, a fin de cuentas, aún más vulnerables de lo que, como humanos, somos.

La próxima vez que te enfrentes a una experiencia de vida, no pierdas el tiempo en calificarla como buena o mala, correcta o incorrecta, agradable o desagradable, simplemente, inhala profundo, deja que entre a tu interior, percibe tus sensaciones, también, sin juzgarlas y exhala.

Con cada inhalación, absorbe lo que te sirve, lo que necesitas, lo que te nutre, y en cada exhalación, suelta todo lo que tengas que soltar, el miedo, la duda, las creencias limitantes.

Más allá de si lo que sientes es agradable o desagradable, doloroso o placentero, lo que debes tener en cuenta es que, si sientes, es porque respiras y si respiras, es porque estás vivo y eso es lo más maravilloso y lo más importante.

Hay mucha gente buscando, sin saberlo, algo espiritual. Hay como una sed de retorno, de volver a encontrarnos con nosotros mismos». Y es que es desde ahí, desde nuestro propio yo, desde donde podremos «no ser pusilánimes y mirar a la vida de frente, tal como viene. Ser fuertes y saber que nuestro corazón se romperá, pero que podremos con ello».

La imagen del corazón roto se nos queda en la retina. Porque vivimos en un mundo en el que la tristeza parece estar proscrita. Las redes sociales han acentuado la tiranía de la felicidad. «Tenemos la idea loca de que la vida no debe doler». Y por eso, cuando duele, nos descoloca y nuestro sufrimiento se acrecienta. Porque la realidad es terca, y por mucho que pintemos el futuro de rosa y escribamos en él frases llenas de optimismo, la realidad es más potente que todo ello. «Y en algún momento, a la gente se le tuerce la vida. Una ruptura de pareja, la vida profesional que no va como esperábamos, el camino que escogimos que no es el que queríamos, la muerte de alguien querido...». Y no siempre sabemos gestionar ese dolor, ese desconcierto.

Da la sensación de que hoy estamos menos preparados para afrontar esas situaciones de pérdida. Y de que esa falta de preparación emocional se irá agudizando con el tiempo. «La verdad es que hoy en día llevamos muy mal la relación con el dolor, y eso nos hace inmensamente frágiles». «Quizá la gente, hace cien o doscientos años, estaba más indefensa ante muchas adversidades. La relación con el dolor y la muerte era más diáfana, y había una mayor o mejor disposición a aceptar lo que la vida nos impone. Y eso no es resignación, es un proceso heroico de reconocer que hay fuerzas por encima de nuestros deseos».

Afrontar la vida con entereza, asumir lo que nos ofrece y aprender a darle lo que tenemos para ella -que puede ser tristeza o enojo- y entender que no hay emociones malas. Ni siquiera la ira, o el rencor. «Solo son malas si se cronifican».

Las Constelaciones Familiares son una herramienta poderosa para todo eso y por ello cada vez más gente busca en ellas una forma de conocerse a sí misma.

💙Centro Bert Hellinger de Constelaciones Familiares 💙

Entrevistas a Bert Hellinger:

1. Bert Hellinger entrevistado sobre las Constelaciones Familiares, su método fenomenológico de hacer psicoterapia sistémica.

Por Humberto del Pozo en Santiago de Chile,
Septiembre de 1999.
http://www.peterbourquin.net/inicio/?p=491

2. ASENTIR A ‘LO QUE ES’
Psicoterapia de sistemas familiares + Dificultades de la Vida: bit.ly/asentir-a-lo-que-es

3. La dimensión sistémica de problemas y de suertes personales.

“Órdenes del amor. Cursos seleccionados de Bert Hellinger”. Ed. Herder 2001, p 479-503
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Martes 09:00 - 22:00
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