06/09/2025
BARRA CHOCOLATE DE YACUIBA
UNA HERMANDAD NACIDA DEL CORAZÓN DEL PUEBLO
Somos una generación nacida alrededor del año 1955, hijos de un tiempo donde la vida transcurría con sencillez, pero con una riqueza que no se mide en bienes materiales, sino en afectos, en experiencias compartidas, en valores sembrados desde el hogar y fortalecidos en la calle, en la escuela, en la cancha, en los bailes de juventud.
Fue en la década de 1970, en la cálida y entrañable Yacuiba, donde un grupo de jóvenes —varones y mujeres— comenzó a reunirse por afinidades naturales: compañe-ros de colegio, apasionados del deporte, amantes de la música y la fiesta, soñadores que coincidían en la esquina de siempre,, en el campo deportivo o simplemente en una cami-nata sin rumbo.
De esas reuniones espontáneas, del junte constante y de la afinidad genuina, nació una amistad profunda, sin imposiciones ni condiciones. En ese clima de camaradería, decidimos bautizar al grupo con un nombre peculiar, pero lleno de significado: Barra Chocolate. Un nombre que evocaba dulzura, unidad, calidez, y que, con el tiempo, se volvió sinónimo de algo mucho más grande: una hermandad para toda la vida.
En la Barra Chocolate, la amistad no es una palabra vacía ni una etiqueta de ocasión. Es un compromiso sincero, una forma de vida. Aquí no existen jerarquías, ni títulos, ni pretensiones. Todos valemos lo mismo, todos nos miramos a los ojos con respe-to, cariño y gratitud por compartir este camino.
Cada encuentro… ayer en las calles de Yacuiba, hoy en alguna casa en Santa Cruz, es una celebración de la vida, de la memoria, de la risa fácil que solo los verdaderos amigos saben provocar. Es volver a ser jóvenes, aunque los años pasen. Es sentirse en casa, aun-que estemos lejos.
Pero si algo distingue verdaderamente a la Barra Chocolate, más allá de la amistad entrañable, es la solidaridad. Esa virtud que hemos cultivado sin alardes, pero con con-vicción. Siempre estamos prestos a dar la mano, a organizar, a contribuir, a estar presen-tes cuando un miembro de la barra —o alguien cercano a ella— lo necesita.
Porque entendimos desde siempre que la verdadera fuerza de un grupo no está en cuántos son, ni en cuánto tienen, sino en cuánto están dispuestos a dar. Y la Barra ha dado —y sigue dando— amor, tiempo, compañía, recursos, hombros para llorar y razo-nes para sonreír. Donde hay necesidad, ahí estamos. Donde hay dolor, ahí llega la barra. Donde hay causa noble, ahí nos organizamos.
Muchos de nuestros fundadores ya partieron de este mundo, otros están lejos del país, y la mayoría vive hoy en la ciudad de Santa Cruz y algunos en nuestro pueblo querido Yacuiba Pero la distancia nunca fue excusa para el olvido. Porque la barra vive en el corazón, en los recuerdos compartidos, en los mensajes de aliento, en las visitas inesperadas, en los abrazos sinceros.
Nos seguimos reuniendo —con menos pelo, quizás, pero con el mismo espíritu— para celebrar cumpleaños, apoyar en la enfermedad, despedir a quienes parten, o simplemen-te para brindar por el milagro de estar vivos y juntos.
La Barra Chocolate no es solo un grupo de amigos que se formó hace más de 50 años. Es un legado vivo de cómo la amistad verdadera y la solidaridad genuina pueden perdurar en el tiempo y transformar vidas.
En cada acción, en cada gesto, en cada risa que compartimos, honramos a aquellos que comenzaron este camino, y también a las nuevas generaciones que tal vez vean en nosotros un ejemplo de lo que significa ser amigos de verdad.
Porque al final, la historia de la Barra Chocolate es la historia de lo que realmente importa: estar juntos, cuidarnos, querernos… y seguir caminando, siempre con el cora-zón en alto.
(Nuestro agradecimiento a nuestro coterráneo Walter del Carpio (Waltico) por tan lindas palabras)