
11/05/2025
Mi mejor versión en la vida es está: Ser Mamá. Fue un sueño hecho realidad. Mis hijos son mi motor, mi suspiro de vida, y cuando los veo dar pasos de gigante para crecer, recuerdo cada instante en que fueron formándose dentro de mí, cada patadita en mi panza, y ese primer encuentro inolvidable el día de su nacimiento.
Son mis grandes maestros del amor infinito. A través de ellos descubrí los superpoderes de una madre: me ayudan a conocerme, a enfrentar mis sombras, a levantarme de mis errores, y con cada abrazo suyo, mi alma se sigue sanando.
Lo que cada madre hace y da, realmente, jamás podrá ser comprendido del todo. Aun en medio del cansancio, de las dudas que nos gritan: ¿Lo estás haciendo bien? ¿Quién te crees para pensar que puedes con todo esto?, una madre sigue. Porque cuando logra traspasar esas voces que intentan disminuirla, emerge su intuición, esa sabiduría interna que la guía hacia su mayor verdad: amar con todo su ser.
Hoy me honro a mí, por cada noche en vela, por cada miedo enfrentado, por cada gesto de amor entregado. Y desde esta honra, extiendo mi corazón a todas las mujeres de mi linaje:
A ti, mamá, por ser raíz y refugio.
A mis abuelas, por la fuerza que corre por mis venas.
A mi suegra, por el regalo de la vida que dio a mi esposo.
A mis tías y a mi hermana, por su complicidad y apoyo incondicional.
A mis amigas, por ser espejos, redes y compañeras de este viaje.
Y a cada madre que me he encontrado en el camino, gracias por recordarme que ser madre no es una tarea, es una misión de amor sagrado.
Felicidades a todas las madres que, día a día, dan lo mejor de sí, aunque no siempre lo sepan.
Felicidades a las que maternan con el alma, a las que crían con ternura, a las que aman con coraje.
Hoy y siempre, las celebro, las abrazo y las honro.
Ysabel