26/08/2025
ELLA LO TIENE DOMINADO‼️
No fue un golpe. No fue un grito. Fue un silencio.
Un silencio que empezó hace doce años, cuando mi ex marido dejó de mirarme…
y empezó a obedecerla a ella.
Esta es la historia de cómo una mujer lo 'trabajó'…
y cómo yo, como madre,esposa,tuve que ver cómo desaparecía.
Era un buen hombre cuando lo conocí. Trabajador, responsable, un padre que adoraba a nuestras dos niñas. No voy a mentir, tuvimos nuestros problemas como cualquier pareja, pero nunca dudé de que era una persona decente. Hasta el día en que decidimos separarnos.
La separación fue difícil, pero civilizada. Yo me quedé con las niñas, él las visitaba los fines de semana, cumplía con la pensión. Todo normal, todo como debe ser cuando dos adultos se separan por el bien de todos.
Pero entonces llegó ella.
Una mujer de esas que desde que la ves sabes que trae problemas. Más joven que Óscar, bonita de esa belleza que se compra en el salón, pero con algo en los ojos que me daba escalofríos. Mis hijas me contaban cosas raras de ella desde el principio.
El empezó a cambiar. El hombre responsable que yo conocía se volvió errático, irresponsable. Llegaba tarde por las niñas, a veces no llegaba. Cuando le reclamaba, me decía cosas sin sentido.....
Los años pasaron y Óscar se fue deteriorando. Perdió peso, perdió el trabajo por faltar tanto, empezó a descuidar hasta su higiene personal. Pero seguía aferrado a esa mujer como si su vida dependiera de ella.
Hace tres meses, mi hija mayor
llegó a casa con una historia que me cambió la perspectiva de todo. Había ido con una amiga a ver a una señora que lee las cartas.
Fuimos juntas al día siguiente.
Sacó sus cartas del tarot, unas cartas viejas y gastadas que se veían como si hubieran contado mil historias. Las barajó mientras murmuraba oraciones poderosas, y empezó a tirarlas sobre la mesa.
—Ay, Dios mío—, murmuró mientras las cartas aparecían una por una. —Mira esto, mija. Aquí está tu ex marido—, dijo señalando una carta. —¿Ves? El Colgado. Está curado, no puede moverse, no puede pensar por sí mismo. Y aquí—señaló otra carta, —está la mujer. La Luna al revés. Engaño, ilusión, brujería.
Las cartas siguieron apareciendo me iba explicando: —Esa mujer le hizo un amarre con sangre muy fuerte,le tiene los ojos vendados para que no vea la realidad, la boca tapada para que no pueda contradecirla, y los oídos cerrados para que no escuche a nadie más que a ella.
—Esa mujer lo tiene trabajado—,mientras señalaba más cartas. —Mira, aquí sale El Diablo. Eso significa que está atado por fuerzas oscuras. Y aquí, La Torre. Destrucción total de su vida anterior. Por eso él no puede ver lo que ella realmente es, no puede escuchar cuando le dicen la verdad, no puede hablar en contra de ella, y no puede irse aunque quisiera...
Al día siguiente lo busqué cuando salía del nuevo trabajo. Estaba más flaco que nunca, con esa mirada perdida que tanto me dolía ver.
Necesito hablar contigo—, le dije. —Es importante.
Me miró con desconfianza, pero aceptó que fuéramos a tomar un café. En el pequeño restaurante, mientras él jugaba nervioso con la servilleta, le conté todo. Las cartas del tarot, lo que significaba todo eso. Hasta le dije que fuéramos a verla.
Al principio me escuchó en silencio, pero conforme yo hablaba, vi cómo su cara iba cambiando. La mirada perdida se volvió rabia, una rabia que hacía años no le veía.
—¿Estás loca?—, me gritó de repente, tan fuerte que la gente del restaurante nos volteo a ver, estás completamente loca!
Se paró de la mesa tirando la silla. —¡No quiero volver a verte en mi vida! ¡Ni a ti ni a tus hijas! ¡Métanse en sus asuntos y déjennos en paz!
Y se fue. Así nada más. Dejándome ahí sentada, con el corazón roto y la certeza de que acababa de perder la última oportunidad de ayudarlo.
Han pasado seis meses desde esa conversación. Cumplió su amenaza: desapareció completamente de nuestras vidas. Ya no busca a las niñas, ya no manda dinero, es como si nosotras nunca hubiéramos existido para él.
Mis hijas lloran por su papá, pero también me han dicho que prefieren no verlo así, convertido en ese fantasma de sí mismo