23/08/2021
Namasté
Reencarnación y Resurrección
El alma retorna a la Tierra tantas veces como sea necesario, pero lo hace en nuevos cuerpos, hasta que el ser humano, al cual le sirve de vehículo, aprenda a funcionar en armonía con el resto de sus hermanos cósmicos, aquellos que llegaremos a considerar eventualmente como nuestro verdadero prójimo.
Debemos aprender a respetar las Leyes Universales, lo cual nos permite reconocer nuestro deber de vivir en armonía con las leyes integrantes del sistema llamado por nosotros el Gran Plan Divino. Este Plan Divino no es otra cosa que el instante cuando el ser humano llega a la “realización” de que todos somos partes integrantes e inseparables de ese poder infinito y eterno que es Dios y su Universo.
A esta experiencia de despertar de la consciencia se le conoce como el Dorado Amanecer del Alma, la cual es la verdadera resurrección del ser.
Muchos cuestionan la reencarnación, especialmente por el hecho de creer que si el alma del hombre regresa de nuevo a la Tierra, esto pondría en duda la probabilidad de la resurrección. En realidad no existen muchas vidas, si no una sola, la cual es la vida del alma, que es eterna, y sus entradas y salidas en los diferentes cuerpos humanos son como capítulos de una sola existencia.
A que el ser humano llegue a esa clase de “realización”, precisamente se oponen las fuerzas oscuras del Universo, las cuales no desean que el hombre despierte, pues al hacerlo recordará la existencia de un vínculo indisoluble entre él mismo y Dios. Todo lo opuesto al despertamiento de la consciencia del ser humano a su realidad superior, trabaja para las fuerzas de la oscuridad. Algunos lo hacen conscientemente, otros son simples peones de esa fuerzas.
La resurrección es el despertamiento de la consciencia del ser del humano cuando éste reconoce ser Hijo de Dios. Llegar a este despertamiento puede o no suceder sin depender necesariamente del número de reencarnaciones experimentado por la persona, pues hay (entes) personalidades reacias y rebeldes a aceptar su vinculación con Dios. Esas personalidades, sin importar las veces que han sido mandadas a la Tierra, quizá nunca lleguen a aceptar su función de aprendizaje espiritual y comprender que son Hijos de Dios.
Bajo condiciones normales, la Ley de causa y efecto, que funciona a nivel del subconsciente, hace que como alma nos encontremos de nuevo ante las mismas situaciones, pero en un periodo de tiempo diferente. Imaginemos que al nacer traemos un libreto tentativo escrito con las experiencias que debemos enfrentar en cada vida, para así tener la oportunidad de poder llevar a cabo las correcciones adecuadas y que las mismas puedan ser finalmente hechas porque anteriormente, es decir en vidas anteriores, no fue posible.
Entre una y otra vida, al alma le han sido presentadas situaciones pasadas que han quedado sin resolver por alguna acción probablemente egoísta o descuidada. Por lo general, es el alma misma la que decide regresar de nuevo a experimentar igual o similar situación, pero en un escenario de tiempo diferente, aunque casi siempre con iguales personajes, los que ahora pueden ocupar diferentes posiciones en este llamado drama de origen karmático, cuyo propósito final es hacer la corrección necesaria por parte de aquellos que fallaron anteriormente y así el karma quedará cancelado y el alma podrá evolucionar a un nivel más alto.
Debemos hacer consciencia de la importancia del momento que estamos viviendo, porque en el momento actual nos estamos enfrentando con las mismas experiencias de un pasado maravilloso. Hacerlo nos permitirá tener la oportunidad de encontrarnos de nuevo con nuestra verdadera personalidad interna, la cual todavía debemos mejorar y corregir, pues la evolución del ser humano no tiene final.
En cierto momento del periodo presente, el ser humano llegará a comprender la verdad, antes quizás concebida como una fantasía, y ese conocimiento formará parte de una realidad superior. Esa verdad ha sido ignorada, pero puede ser reconocida fácilmente por quienes puedan llegar a armonizarse espiritualmente con sus seres internos, en ese acto se encuentra la memoria de todas las vidas y las experiencias vividas por el ser humano anteriormente.
Para la mayoría de los seres humanos, las complejas situaciones presentadas durante su vida son un gran misterio, sin ninguna aparente explicación que no ser el producto de la simple suerte y de la casualidad; algo así como si el destino fuese un gran juego de azar donde algunos ganan y otros pierden, y en donde los más astutos le llevan la delantera a los menos arriesgados. Son muy pocos los que se detienen a pensar o interesarse en la posible existencia de alguna razón o fuerza como causa oculta de los acontecimientos, hasta el momento desconocida por el ser humano común.
La ignorancia con respecto a la existencia de grandes y fuertes leyes universales que rigen el destino, hace que la mayoría de los seres humanos deambulen por la vida tratando de llenar un vacío existencial mediante la persecución de supuestos ideales, por lo general de índole puramente material.
Estos ideales, como metas, se basan en el concepto de que quienes más tienen han logrado mayor éxito que quienes menos tienen; peor aún es la creencia popular de que quienes viven con medios económicos exiguos son fracasados. Por lo general, tales metas de prosperidad material una vez alcanzadas no parecen tampoco satisfacer completamente a los individuos que las han perseguido como único objetivo de sus vidas, porque casi siempre después de logradas no les proporcionan la felicidad esperada.
Y ahí es donde aparecen los vacíos existenciales manifestados en depresiones y otros tipos de trastornos emocionales tan comunes en estos tiempos actuales.
Aunque gran parte de la humanidad haya querido ignorarlas, existen fuerzas que generan y originan causas ocultas que aunque desconocidas por el ser humano, determinan lo llamado por el ser humano como su buena suerte o su desdicha. El hecho de que estas verdades, tanto históricas como científicas, se hayan mantenido ignoradas por el ser humano, ha sido también algo necesario, y hasta ha formado parte del Gran Plan Divino, cuyo propósito es que finalmente el ser humano pueda redescubrirlas por sí mismo y a su debido tiempo.
Un día en determinado instante, llega irremisiblemente un momento en la vida de cada ser humano en que su propio ser interno le avisa y de una manera muy sutil le deja saber estar preparado para que en su proceso evolutivo se incluya nuevamente ese conocimiento anteriormente perdido el cual encierra la clave de su liberación espiritual y las ataduras producidas en su creencia de que él es su ego, o lo que es igual su personalidad falsa, la cual ha creado para defenderse de un medio ambiente que cree le es hostil. Entonces a ese ser humano, por fin, le llegará el momento de su alborada, y la llamada Noche Oscura del alma se convertirá en el buscado Dorado Amanecer. A partir de ese mismo instante, su vida no volverá a ser igual que antes, pues se habrá puesto en contacto con su naturaleza interna, su parte divina, y a su vez de su Dios interno.