01/08/2025
Muchas veces, cuando las personas tienen reacciones intensas o les cuesta expresarse, no es por lo que está pasando en ese momento, sino por lo que llevan guardado desde hace mucho tiempo. Las heridas emocionales que no se miran ni se nombran se acumulan y terminan saliendo en forma de enojo, ansiedad o silencio. Por eso, atreverse a mirar dentro de uno mismo no es debilidad, es el primer paso para entenderse mejor y hablar con más claridad.
Cuando alguien se toma el tiempo de reconocer su propio dolor, empieza a ver que no todo lo que siente es culpa del presente. Se da cuenta de que a veces reacciona así porque en el pasado nadie lo escuchó, lo rechazaron o lo hicieron sentir poco importante. Al ponerle palabras a ese dolor y aceptarlo, se va desarmando esa carga. Entonces, hablar ya no duele tanto, y se puede decir lo que uno siente sin necesidad de herir o callarse.
Mirar las propias heridas emocionales no significa quedarse atrapado en el pasado. Significa darle una oportunidad al presente para que sea más liviano. Expresarse con calma no es algo que se logra de la noche a la mañana, pero es más fácil cuando uno ya no está huyendo de lo que siente. Quien se anima a conocerse, también se vuelve más libre para comunicarse y construir vínculos más honestos y saludables.