12/09/2025
Muchas veces vivimos el día a día sin darnos cuenta de todo lo que cargamos por dentro. Nos acostumbramos al dolor de espalda, al n**o en el estómago o a la presión en el pecho, sin detenernos a pensar de dónde vienen. Pero nuestro cuerpo no miente. Lo que callamos, lo que evitamos sentir o expresar, queda guardado en algún rincón del cuerpo, pidiendo atención. Y aunque tratemos de ignorarlo, el cuerpo encuentra la forma de hacernos notar que algo no está bien.
Prestar atención a lo que sentimos no es una exageración ni un lujo, es una necesidad. A veces basta con reconocer una emoción, hablar con alguien, llorar, escribir, respirar profundo, o simplemente permitirnos sentir sin juzgar. Cuando hacemos eso, el cuerpo empieza a soltar. La tensión baja, el dolor disminuye, el malestar se calma. No se trata de soluciones mágicas, sino de pequeños actos de honestidad emocional que alivian tanto por dentro como por fuera.
Aprender a escuchar al cuerpo es un acto de cuidado personal. Es una forma de respetarnos, de no dejar que lo que no se dice se vuelva una carga innecesaria. No hay que esperar a estar enfermos para prestarnos atención. Cada emoción vivida con conciencia es una oportunidad para sanar. Si te das el permiso de sentir, tu cuerpo te lo va a agradecer. Porque no estás hecho para aguantarlo todo en silencio. También mereces alivio, descanso y bienestar.