25/02/2024
Tendrán que leerlo completo para tener una claridad de que nos espera como sociedad.
En nuestro país las cosas se dicen de manera oblicua y hay temas relevantes de los que nadie habla. En los últimos meses, se menciona en muchos seminarios, caídas en la productividad. También se aplaude la reducción de la jornada laboral. Al teletrabajo algunos lo presentan como una gran noticia.
El desastre de nuestro sistema educativo acapara titulares. La inseguridad, los robos, asaltos, comercio ilegal es otra triste realidad. El Estado y el gobierno, ocupan recursos y tiempo en promover indemnizaciones fraudulentas, pensiones de gracia y bonos al por mayor sin control alguno.
El Estado compra tierras usurpadas y las distribuye a grupos violentos que extorsionan el sistema. Quienes reciben estas tierras no producen, sino, más bien depredan lo que hay y después lo abandonan. El Estado condona las deudas por el TAG, por el CAE y otras obligaciones contraídas libremente por las personas. La prensa no escatima en hablar de los “derechos” de los ciudadanos, pero rara vez, de las obligaciones de estos. Los colegios cada vez dan menos tareas y la población pasó de desnutrida a obesa. Se evalúa incluir la hora de colación en la jornada laboral. Algunos quieren también incluir el tiempo de transporte casa-trabajo.
Los jóvenes que recién se incorporan al mundo laboral, tanto técnicos como profesionales, se preocupan más de conocer los tiempos de descanso, que las proyecciones del trabajo. Los padres, consienten a los jóvenes y les dan mucho más de lo que merecen los hijos, quienes muchas veces extorsionan cuando no se les satisface. De aquellos tiempos en que los jóvenes temprano nos íbamos al colegio con frío y lluvia, con una manzana para el almuerzo y con horarios que alguna vez incluyeron el sábado, ya no queda nada. No se dejan repitentes en los colegios, se apoya a los alumnos en todos los frentes posibles, pero curiosamente no saben escribir o leer bien, al salir de la enseñanza media. El mundo de los jóvenes gira en torno a las redes sociales, a las series y tristemente y de manera extendida, al alcohol y las dr**as. El deporte, la Historia de Chile, la educación cívica y la religión, parecen algo arcaico.
Las autoridades están completamente perdidas respecto del mundo real. En lo referente a los empresarios, siempre se refiere a ellos como “explotadores”, pero jamás se habla de los miles y miles de chilenos que “sacan la vuelta” y no son responsables en su trabajo. El sacrificio, la responsabilidad, la planificación del tiempo y una vida ordenada son claves para que la productividad de los chilenos aumente. Nadie habla de eso. Solo se habla de la Agenda 2030, de la inclusión, de feminismo, de diversidad y de derechos. Nadie habla de que cada uno es el arquitecto de su futuro y que para llegar lejos hay que ser trabajador y responsable. Los cambios económicos y el desarrollo de los países no llegan, de un día para otro.
Es correcto afirmar que las personas más vulnerables requieren de apoyo del Estado, pero eso debe ir acompañado de más educación que fomente las responsabilidades individuales.
Existe, por otra parte, un grupo creciente de jóvenes que viven de los padres y no ordenan sus vidas para formar familia y tomar la posta de sus antepasados. Con 45 años de experiencia laboral, con un mínimo de 10 horas diarias, me preocupa la generación que viene. Me preocupan los jóvenes que están saliendo del colegio y aquellos que están saliendo de la universidad. Mucha mascota, mucho viaje, mucho carrete, mucho tatuaje, mucha inmediatez, mucho individualismo, poco compromiso, poco respeto por los mayores y poco amor a la Patria.
Si queremos vivir en un mejor país, cambiemos el foco y equilibremos los derechos con los deberes. Me pregunto: ¿Cuánto aumentaría el PIB de Chile, si los trabajadores chilenos dejaran de hablar por celular temas extralaborales en horario de trabajo?
Así como el narcotráfico y la inseguridad se han enquistado en la sociedad, también la flojera está contribuyendo a que Chile crezca menos y a que tengamos un mejor futuro como país. En nuestro diario vivir, es frecuente llegar a un comercio y el dependiente está en el celular. Lo mismo sucede con cajeros, en gasolineras, con empleados públicos e incluso con receptores de pagos en un peaje. En Chile se ha hecho un hábito el ir al trabajo, más que ir a trabajar. Son muchas las personas que han dado testimonio en su vida laboral, que, partiendo de abajo y con pocos recursos, han llegado lejos en base a esfuerzo y mérito. Esas personas son las que merecen nuestro reconocimiento y no aquellos patanes que han hecho de una profesión el obtener bonos inmerecidos desafiando el orden público.
Finalmente sugiero a la larga lista de “centros de estudio”, algunos con mucho acceso a la prensa, que elaboren un “Índice de la flojera en Chile” IFCH. Sería un aporte para que cada día tengamos un mejor país y visibilizar así un flagelo del que nadie quiere hablar.