09/07/2025
A veces, detenerse duele más que seguir.
No porque falte tiempo,
sino porque al parar…
aparece lo que el hacer había silenciado.
El descanso tiene esa forma sutil
de mostrar lo que evitamos:
la ansiedad que no se apaga,
el miedo a no recibir reconocimiento,
la sensación de no saber quién se es
sin metas que alcanzar o listas por tachar.
No es que descansar esté mal.
Es que, a veces, al hacerlo,
se desarma la armadura.
Y eso puede remover, incomodar, doler.
Nos enseñaron a medir el valor
por lo que se logra, se produce o se resuelve.
Por eso, detenerse puede sentirse extraño.
No es vacío: es reflejo.
Reflejo de lo que no suele tener espacio
cuando estamos en constante movimiento.
Si esta publicación refleja algo de tu experiencia,
guárdalo, compártelo,
o déjalo cerca para esos días
en que detenerse también cueste.
Puede ser un espejo para alguien más.
Gracias por estar acá.
¡Un abrazo!