18/09/2025
LA NEUTRALIDAD NO EXISTE
Claudia, de 32 años, cuenta en sesión que sufrió discriminación laboral por ser mujer. El terapeuta que evita hablar de género, escudándose en la neutralidad, termina reproduciendo la invisibilización de esa injusticia.
Rodrigo, de 41 años, describe constantes discusiones con su pareja sobre la crianza de sus hijos. El terapeuta que sostiene, sin reconocerlo, modelos tradicionales de familia, influye en la dirección de la conversación aunque se declare neutral.
Mariana, de 27 años, expresa miedo a participar en marchas durante un contexto político de crisis social. La terapeuta que guarda silencio para “no involucrarse” también toma posición: legitima el descompromiso en lugar de abrir el diálogo.
Felipe, de 20 años, llega a consulta con ansiedad por la presión académica. El terapeuta que no cuestiona el mandato de productividad no es neutral: valida un sistema que enferma mientras aparenta imparcialidad.
Lucía, de 36 años, relata experiencias de racismo como mujer migrante. La terapeuta que escucha sin pronunciarse transmite el mensaje de que esas vivencias no merecen ser nombradas, reforzando así el mismo sistema de exclusión.
Los psicoterapeutas nunca somos neutrales: siempre estamos implicados de manera personal, relacional y política en las sesiones. Lo que podemos hacer es tomar conciencia de nuestras implicaciones, para no imponerlas en nuestros consultantes. La neutralidad no existe. Como la “objetividad”, se trata de un argumento de poder y control.
Muchas veces la presunta neutralidad toma la forma de un silencio que se supone que no tiene efectos, pero todo silencio habla. Y cuando el silencio se disfraza de neutralidad suele ser invalidante, iatrogénico y retraumatizante.