25/04/2017
El Dolor como camino de cambio salud y bienestar.
En el ámbito clínico, a los psicólogos cuando nos toca abordar las dolencias y padecimientos de nuestros pacientes, es importante pesquisar sobre todo en la primer entrevista, en la postura o situación en la que se encuentra la persona que consulta, algunos viven su dificultas desde el dolor y otros por el contrario desde el sufrimiento, las que parecieran ser lo mismo o sinónimas, esto no es así. Ambas posturas tienen en el tratamiento un trasfondo clínico muy distinto, siendo muy dispares en sus consecuencias en él abordaje y en el trabajo clínico.
En el dolor, los procesos están abiertos fluidos y dispuestos, la persona está en una situación de aceptación sana de lo inevitable, de lo que es capaz de abordar y de aquellas cosas que lo superan y en las que debe trabajar. El dolor es claro, preciso, y objetivo, no es condescendiente pero tampoco taxativo y rotundo, es honesto y sin dobleces. Sin embargo involucra emociones intensas de aflicción, tristeza y por sobre todo dolor. Para esto se requiere de una psiquis lo suficientemente fuerte para contener y por sobre todo mirar aquellos aspectos más deficitarios, pobre o vulnerables de nosotros mismos. Es por esto que este tipo de experiencias son fugaces y se dan en momento muy puntuales en la vida de una persona, por el desgaste que esto provoca. Sin embargo pese a lo terrible que suena esto, el experimentar el dolor sobre todo acompañado, tiene la ventaja, que las experiencias dolorosas involucran también la solución, es por esto que luego de llorar por una situación que nos golpeó, nos sentimos más aliviados en el plano emocional, el llanto nos permite descargarnos afectivamente, pero también, precisamente el pasar por una situación de dolor, sin resistirse, es lo que permite, ver las cosas desde otra perspectiva, permitiendo elaborar y resolver lo que nos pasa, y vislumbra posibles soluciones.
Muy por el contrario, el sufrimiento es resistir una situación difícil, es intentar evitar el problema, delegando nuestra responsabilidad, a través de las quejas, expresiones de frustración, desilusión, desesperanza y negativismo, manteniendo a la persona en un círculo vicioso, ahondando constantemente en la dificultad, en el problema y los obstáculos, culpando a las circunstancias, la mala fortuna o al destino por su situación. Muchas veces, negándose a las posibles soluciones y alternativas que se le plantean, acusando incomprensión e indolencia de parte de los demás. En estos caso es necesario ser muy empatico, comprender y aceptar terapéuticamente la situación de víctima de la persona, lo que en parte puede ser cierto, en que hay cosas que nos pueden afectar sin haberlas elegido, tales como: recibir el diagnostico de una enfermedad crónica, una deficiencia física, ser objeto de un mal acto, como una estafa, traición, infidelidad, o un delito, sin importar la índole o la naturaleza de problema. El camino a la salud y el bienestar requiere del protagonismo y participación activa del paciente, siendo esto posible en el campo clínico desde el dolor y no en el sufrimiento.
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