16/01/2024
EL USO DE LOS CELULARES EN LOS COLEGIOS TIENE LOS DÍAS CONTADOS
EL LIBERO
El 11 de diciembre pasado se presentó un proyecto de ley que prohíbe el uso de celulares al interior de los establecimientos educativos de enseñanza preescolar, básica y media, tanto durante las clases como en los recreos. Esto ha desatado una polémica entre los detractores de este proyecto y quienes justifican su uso.
Lo cierto es que para poder evaluar seriamente una decisión de esta magnitud debemos revisar los estudios con los que se cuenta en relación con el efecto de las pantallas, en especial los smartphones en los niños, niñas y adolescentes. Independiente si son o no usados en las escuelas.
Las investigaciones al respecto son contundentes. La exposición a las pantallas afecta la salud mental de los jóvenes, altera los ciclos de sueño y vigilia, disminuye la capacidad de atención y concentración. Además, se ven expuestos a contenido violento, agresiones, bullying y pornografía, entre otras cosas.
A través de estudios realizados por el laboratorio Sapien Labs- 2023 (Smartphone to Mental Wellbeing) se aprecia la activación de las mismas zonas en el cerebro que cuando se consumen dr**as como la co***na, provocando los mismos resultados. Se instala la adicción y el síndrome de abstinencia. Y cada vez se necesitas más y más consumo.
Según el estudio de VTR y Criteria, aplicada en enero de 2022, el 50% de los encuestados (jóvenes entre 8 y 18 años) destina más de cuatro horas al día. Y en el caso de los menores de 12 años, el 30% consume esa misma cantidad de tiempo frente a las pantallas. Sin embargo, la OMS recomienda un máximo de tres horas y tipifica la adicción a las pantallas como un problema de salud pública.
¿Qué pasa con las escuelas? En Chile, el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) de los países pertenecientes a la OCDE, cuyo objetivo es medir la capacidad de los alumnos de 15 años para utilizar sus conocimientos y habilidades de lectura, matemáticas y ciencias, para afrontar los retos de la vida real, los estudiantes nacionales obtuvieron resultados bajo el promedio OCDE.
El último informe PISA estableció que las distracciones en clase por los celulares y otros dispositivos digitales, reducen el aprendizaje y, que, en el caso de las matemáticas, eso supone en términos de conocimientos perder el equivalente a tres cuartas partes de un curso.
La evidencia empírica es clara, debemos regular el tiempo de uso de los smartphones, la edad de inicio, supervisar los contenidos y educar a los jóvenes respecto de los riesgos y la privacidad de los datos compartidos. Cuestión que ya ha sido entendido en algunos colegios privados en nuestro país, así como también lo han entendido en Francia, Suecia y España.
Sumar el uso de estos aparatos al ámbito académico cumplió su ciclo vital durante la pandemia. Muchos alumnos se comunicaban a través del chat con sus profesores. Pero llegó la hora de ser responsables y supervisar su uso y reducirlo a la menor cantidad de tiempo posible. Los smartphones no debiesen ser una herramienta de uso académico. El alumno debiese poder llevar su celular a la escuela, dejarlo en un lugar seguro y retirarlo cuando termine la jornada. Lo demás es distracción y educación mal entendida.
El 11 de diciembre pasado se presentó un proyecto de ley que prohíbe el uso de celulares al interior de los establecimientos educativos de enseñanza preescolar, básica y media, tanto durante las clases como en los recreos. Esto ha desatado una polémica entre los detractores de este proyecto y quienes justifican su uso.
Lo cierto es que para poder evaluar seriamente una decisión de esta magnitud debemos revisar los estudios con los que se cuenta en relación con el efecto de las pantallas, en especial los smartphones en los niños, niñas y adolescentes. Independiente si son o no usados en las escuelas.
Las investigaciones al respecto son contundentes. La exposición a las pantallas afecta la salud mental de los jóvenes, altera los ciclos de sueño y vigilia, disminuye la capacidad de atención y concentración. Además, se ven expuestos a contenido violento, agresiones, bullying y pornografía, entre otras cosas.
A través de estudios realizados por el laboratorio Sapien Labs- 2023 (Smartphone to Mental Wellbeing) se aprecia la activación de las mismas zonas en el cerebro que cuando se consumen dr**as como la co***na, provocando los mismos resultados. Se instala la adicción y el síndrome de abstinencia. Y cada vez se necesitas más y más consumo.
Según el estudio de VTR y Criteria, aplicada en enero de 2022, el 50% de los encuestados (jóvenes entre 8 y 18 años) destina más de cuatro horas al día. Y en el caso de los menores de 12 años, el 30% consume esa misma cantidad de tiempo frente a las pantallas. Sin embargo, la OMS recomienda un máximo de tres horas y tipifica la adicción a las pantallas como un problema de salud pública.
¿Qué pasa con las escuelas? En Chile, el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) de los países pertenecientes a la OCDE, cuyo objetivo es medir la capacidad de los alumnos de 15 años para utilizar sus conocimientos y habilidades de lectura, matemáticas y ciencias, para afrontar los retos de la vida real, los estudiantes nacionales obtuvieron resultados bajo el promedio OCDE.
El último informe PISA estableció que las distracciones en clase por los celulares y otros dispositivos digitales, reducen el aprendizaje y, que, en el caso de las matemáticas, eso supone en términos de conocimientos perder el equivalente a tres cuartas partes de un curso.
La evidencia empírica es clara, debemos regular el tiempo de uso de los smartphones, la edad de inicio, supervisar los contenidos y educar a los jóvenes respecto de los riesgos y la privacidad de los datos compartidos. Cuestión que ya ha sido entendido en algunos colegios privados en nuestro país, así como también lo han entendido en Francia, Suecia y España.
Sumar el uso de estos aparatos al ámbito académico cumplió su ciclo vital durante la pandemia. Muchos alumnos se comunicaban a través del chat con sus profesores. Pero llegó la hora de ser responsables y supervisar su uso y reducirlo a la menor cantidad de tiempo posible. Los smartphones no debiesen ser una herramienta de uso académico. El alumno debiese poder llevar su celular a la escuela, dejarlo en un lugar seguro y retirarlo cuando termine la jornada. Lo demás es distracción y educación mal entendida.