22/12/2024
El amor, en todas sus formas, es la esencia del camino humano: nos alegra el alma, nos reconforta, también nos desnuda, nos hiere y nos corroe, pero todo eso ocurre para transformarnos y ayudarnos a evolucionar.
Pero entre todas sus formas, el amor de pareja es especialmente profundo y transformador. Cuando amamos, damos un salto al vacío: no sabemos cuánto tiempo durará la relación, ni tampoco si nos romperán el corazón, pero aún así decidimos experimentar, confiar y construir una vida junto a la persona que amamos.
No importa si la relación dura meses, años o toda la vida: después de dar un salto al vacío, ya no somos los mismos de antes,... y si contamos con la suficiente consciencia para mirarnos a nosotros mismos (en vez de culpar al otro), el amor hará un trabajo profundo de transformación personal en el cual nuestro ego irá perdiendo el protagonismo para dar espacio a la tolerancia, la comunicación y el compromiso profundo.
Y es que con el tiempo podemos descubrir que el otro es nuestro espejo, nos refleja partes internas que están reprimidas, escondidas y poco reconocidas dentro nuestro. Si logramos comprender el punto anterior, la transformación personal puede llegar a límites insospechados, ya que así dejamos de colocar la responsabilidad de nuestras carencias en el otro y nos hacemos profundamente conscientes de que todo lo que nos sucede, tiene un origen en las profundidades de nuestro propio ser.
Pero hay una parte del amor de pareja que aprendí hace poco y que quiero compartir contigo: en el fondo de nosotros y de nuestra pareja, habita un pequeño niño, muchas veces herido, al que podemos elegir abrazar y aceptar, en vez de herirlo constantemente, pero este camino sólo se puede realizar cuando aprendamos a abrazar sin condiciones a nuestro propio niño interior.
Hoy te invito a dar este salto al vacio, el del amor, pero con consciencia ...
Cariñosamente,
Daniela Orellana