17/01/2025
El Poder de la Empatía: Una Lección de Sanación Personal
La primera vez que me enfrenté a lo que llamo “la verdadera esencia de ser terapeuta”, no fue una experiencia sencilla. En los inicios de mi camino, recibí en consulta a una mujer que llegaba con molestias en el útero, una dolencia física que pronto descubrí estaba profundamente enraizada en algo más intangible: sus emociones.
Desde el momento en que comencé a revisarla, una tristeza densa me envolvió, tan intensa que me hizo dudar si esos sentimientos eran míos. Pronto entendí que estaba sintiendo su dolor. Ese día descubrí algo trascendental: la capacidad de percibir las emociones de quienes acudían a mi consulta. Una habilidad que, aunque desconcertante al principio, pronto aprendí a usar como una herramienta para conectar y guiar.
Sin embargo, aquel encuentro en particular marcó un antes y un después. Cuando le mencioné que percibía en ella una tristeza profunda, reaccionó de forma inesperada. Su mirada se endureció, y con firmeza me dijo:
"No te metas con mis emociones. Yo vine aquí para que me sanes, no para que explores mi interior."
Me esforcé en explicarle, con el mayor tacto posible, que esas emociones reprimidas eran probablemente la raíz de su malestar físico. Pero mis palabras no llegaron a ella. La sesión terminó con una sensación de impotencia que no pude ignorar. La carga emocional fue tal que, al día siguiente, mi cuerpo reaccionó: fiebre, resfriado y la necesidad urgente de detener mis actividades.
Mientras me recuperaba, reflexioné profundamente. Comprendí algo vital: aunque la empatía es esencial para guiar a las personas en su proceso de sanación, mi papel no es forzar a nadie a enfrentar lo que no están listos para afrontar. Yo soy un puente, no el destino.
Las emociones, esas que muchas veces ocultamos incluso de nosotros mismos, son responsables de gran parte de nuestras dolencias físicas. Ignorarlas es como tratar de curar una planta enferma sin cuidar la raíz. Sin embargo, el proceso de sanación es profundamente personal. Cada uno debe decidir si quiere mirar hacia adentro y enfrentar sus sombras. Nadie puede hacerlo por ellos.
Desde entonces, abordo mi trabajo con una nueva perspectiva. Mi rol no es "sanar" a nadie, sino ser un catalizador, un apoyo, una guía. Pero el primer paso siempre debe ser del consultante: reconocer que sus emociones son tan importantes como su cuerpo físico en el camino hacia el bienestar.
Y esa es la lección más poderosa que me ha enseñado esta experiencia: la empatía no es solo sentir lo que otros sienten, sino respetar sus tiempos, sus límites y sus decisiones. Porque, al final, la verdadera sanación comienza desde adentro.