02/10/2025
Dicen que los mandaron sin alas para que nadie sospeche que son ángeles. Y quizás sea cierto... porque solo un ángel puede amar sin condiciones, sanar con una mirada y acompañar sin esperar nada a cambio.
Un perro no necesita palabras para decirte que está contigo. Su cola, sus ojos y su presencia constante es un lenguaje muy puro de amor incondicional.
Están en los días grises, en las alegrías más simples y en esos silencios que solo ellos saben llenar.
Tal vez por eso Dios los puso en nuestro camino: para recordarnos que no estamos solos, que su amor también se manifiesta en lo sencillo, en lo cotidiano, en lo que late fuerte y sincero sin pedir explicaciones.
Ellos llegan a la vida como un regalo divino que nos enseña a vivir el presente, a disfrutar lo pequeño y a valorar la compañía por encima de cualquier cosa.
Son maestros silenciosos que nos muestran que el amor verdadero no necesita condiciones ni promesas.
Ellos son la prueba de un amor muy grande, un amor que viene en cuatro patas y con un corazón gigante que late al ritmo del nuestro.
Si alguna vez dudaste de la existencia de los ángeles, mírale la cara a tu perro, y verás que tiene algo de “mensajero”, “una especie de angelito”... ahí verás también como se manifiesta Dios en sus creaturas y en la bondad de la Creación
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