18/05/2025
El Sagrado Femenino no es una idea, es una fuerza primordial. Es la Madre que habita en la Tierra, en la sangre, en el sueño y en el cuerpo. Es el tambor que late en el útero del mundo, la serpiente que danza en espiral, la oscuridad fértil que no teme la muerte, porque conoce el renacer.
Desde una visión holística y ancestral, ella no es una figura lejana, es presencia viva en cada ciclo, en cada suspiro de la naturaleza, en cada mujer que recuerda y en cada hombre que honra. Es la abuela que susurra en los huesos, la guardiana de los misterios, la medicina que fluye cuando se rompe el silencio.
El Sagrado Femenino es agua que enseña a fluir, fuego que transforma, tierra que sostiene, aire que inspira. No busca poder, porque ya lo es todo. No exige trono, porque es raíz.
La visión chamánica la invoca con humildad: en el círculo, en el canto, en el rezo que brota desde el alma. Allí donde se honra lo cíclico, lo sensible, lo profundo, ella se manifiesta. No con gritos, sino con una verdad que cala hasta el hueso.
Honrarla es sanar memorias. Es recordar que dar vida es un acto sagrado. Es mirar a la Luna y saber que no estamos perdidos. Es abrir el corazón a lo intuitivo, a lo salvaje, a lo ancestral.
Hoy, cuando el mundo se fragmenta y corre, ella nos invita a detenernos. A volver al centro. A sentir. A confiar.
Porque solo desde su fuerza podremos recordar lo esencial:
que todo nace del amor,
que todo retorna a la madre,
que sin ella, no hay camino.