06/06/2025
Evitar completamente los movimientos que causan dolor puede parecer una solución lógica y protectora 🛡️, pero en realidad puede perpetuar el problema 🔄. Cuando dejamos de mover una parte del cuerpo por miedo al dolor 😨, los tejidos pierden movilidad, fuerza 💪 y capacidad de adaptación 🤸♀️. Además, el sistema nervioso se vuelve más sensible 🧠, interpretando incluso estímulos leves como amenazas 🚨, lo que incrementa la percepción del dolor con el tiempo ⏳.
Por el contrario, realizar el movimiento dentro de un rango que no cause dolor permite mantener activa la zona afectada sin agravar los síntomas ✅. Esta estrategia ayuda a conservar la movilidad, mejorar la circulación 🩸 y estimular los tejidos de forma segura 👌, favoreciendo así su recuperación 🌟.
El movimiento controlado y progresivo también tiene un efecto positivo sobre el cerebro: reduce el miedo 🧘♀️, restablece la confianza en el cuerpo 🙌 y desactiva patrones de protección excesiva que pueden haber quedado después de una lesión o episodio de dolor 🤕.
Al mantenernos en movimiento, aunque sea con ciertas adaptaciones 🤸, le damos al cuerpo la oportunidad de reorganizarse 🔄, fortalecerse 💪 y superar la sensibilidad ✨.
Por eso, más que evitar por completo los movimientos dolorosos 🚫, lo ideal es modificarlos para encontrar una versión sin dolor que se pueda repetir y que ayude al cuerpo a generar respuestas saludables y duraderas 🌱.
En resumen, moverse sin dolor no es evitar el problema, sino una forma inteligente y progresiva de resolverlo 💡.