09/09/2024
Atravesar la experiencia de decepcionar y decepcionarnos del otro/a y estar dispuestos/ as a correr los riesgos que ello entraña, es un paso imprescindible si queremos construir un vínculo seguro.
Cuando una relación comienza, casi todo lo que vemos está teñido inevitablemente de idealización. Eso significa que muchísimo de lo que percibimos en el otro tiene más que ver con nuestras propias fantasías y proyecciones y no con el otro.
El enamoramiento inicial nos regala la oportunidad de consolidar las bases que nos permitirán, gradualmente, ir construyendo un espacio de conexión segura. Pero no podemos olvidar que parte de todo eso, aún tiene una dosis importante de subvención química y espejismo.
Somos imperfectos/as y somos diferentes. Y por lo mismo, a medida que la relación avanza en exposición e intimidad, es esperable que surjan naturales diferencias y desencuentros y es esperable que mostremos facetas menos atractivas o que al otro pueden no gustarle. Así vamos pudiendo gradualmente ser quienes somos y vernos realmente uno/a a otro/a.
Y junto con ello, es inevitable y saludable enfrentarnos a sucesivas decepciones mutuas, pequeñas y grandes, que nos entregan información valiosa para ir tomando decisiones de manera consciente.
Sólo una vez que ambas partes caemos del pedestal inicial y si aún así sentimos que vale la pena seguir adelante, nos regalamos la oportunidad de dar un paso decisivo hacia la creación de un vínculo seguro.
Pretender no decepcionar o no decepcionarnos del otro es una ilusión y (nos) condena necesariamente a no poder ser quienes somos en esa relación, con todas las insanas implicancias que ello tiene.
Un vínculo verdaderamente seguro no es otra cosa que la posibilidad de sentirnos vistos/as, valiosos/as y amados/as por ser quienes somos, para encontrarnos en nuestras diferencias, con nuestras luces y sombras. Conectar desde el verdadero ser es la esencia misma del buen-amor!!
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