02/09/2025
B 3.2.22 David
Ella se muestra tan etérea, y yo, tan concreto.
Hoy, añoro el tiempo en que no existía la abstracción para mi alma, ni la pregunta por las formas. Todo era lo que mostraba ser y no había juegos de espejismo… sin doblez ni reflejo.
Pero todo deseo convoca a su propia disolución. No se es únicamente el que desea, sino también aquello que habita dentro de lo deseado. Bonita paradoja, en que la misma fuerza que niega al mundo ha venido a devorarlo, y en su apetito nos arrastra hacia un centro imposible. Solo surgen manchas, y no encuentro intenciones de nada más… En el umbral algo despierta. Se tocan dos mundos justamente en donde la frontera se agrieta, una presencia se anuncia en medio de la tempestad y se despereza siendo ella misma la fisura que crea otra realidad.
La forma aún no está clara, pero las presencias se imponen en alto contraste... y me resulta perturbador… quizá porque soy un niño frente a un gran misterio. Se aclara en una mirada penetra desde los orígenes, ojos sin párpados que se deslizan desde el horizonte. Los pequeños patrones se abren como grietas en la memoria, ella también es apenas una niña intentando comunicarse.
Ahora difícilmente son bocetos y pequeños trazos de una realidad que se hace símbolo en nuestra memoria… Todo aparece como un espejismo, pero permite entregarse en juegos de sombras que no ocultan sus intenciones.
Algo que aun no razona exige cada vez mayor atención, eso respira en lo oscuro y no se deja atrapar en palabras. Cada forma huye buscando su centro, pero en el despliegue se pierde su intención esencial… luego se disuelve y vuelve a erguirse, como si intentara completarse en una vacilación efímera pero incesante. Es playa, es montaña, es remolino… como torbellino convoca las formas y ellas acuden solo para deshacerse. En ese encuentro, en esa colisión de realidades, ella se revela en la máscara de cada final, pues habida como espejo ineludible de lo que siempre fuimos: tránsito, fuga, desintegración.