26/08/2024
Que viva la verdadera madurez...
La transformación que estás viviendo no es una señal de envejecimiento, sino el florecimiento de una sabiduría que se nutre de tus experiencias y anhelos más profundos. Ya no te dejas guiar por lo que otros esperan de ti; has aprendido a escuchar la voz suave y firme de tu alma, esa que te susurra que no necesitas ser perfecto, sino auténtico.
Antes buscabas la aceptación en los ojos de los demás, pero ahora comprendes que el amor más puro es el que te das a ti mismo, sin condiciones. Has dejado de lado los espejos engañosos que te obligaban a perseguir ideales ajenos; en su lugar, has encontrado un reflejo que te muestra quién eres realmente, con todas tus cicatrices y fortalezas.
No, no te estás volviendo viejo, te estás volviendo selectivo. Has aprendido a elegir con cuidado las personas que te rodean, los lugares que visitas, y las ideas que abrazas. No es por amargura que te alejas de lo que te hace daño, sino por amor a ti mismo. Has entendido que a veces es necesario soltar, no porque no ames, sino porque el verdadero amor empieza por cuidar tu paz interior.
Has cambiado las noches de desenfreno por madrugadas de reflexión, donde el silencio es tu cómplice y las palabras se convierten en semillas que plantan nuevas ideas. Ya no vives para impresionar, sino para crecer; ya no te disfrazas para encajar, sino que te muestras tal como eres, con la serenidad de quien ha encontrado su propio camino.
Los viejos hábitos han dado paso a nuevas pasiones; las copas de vino se han transformado en tazas de café que acompañan tus mañanas de lectura y contemplación. Has dejado de idealizar la vida para, finalmente, comenzar a vivirla en su plenitud, con todos sus matices y desafíos.
No, no es la vejez lo que te hace caminar más despacio, sino el deseo de apreciar cada paso, de observar la belleza en lo simple, y de aprender de los que aún corren sin saber hacia dónde van. Has descubierto que no todas las palabras merecen una respuesta; el silencio se ha convertido en un refugio donde encuentras la sabiduría que otros aún buscan en el ruido.
No te estás volviendo viejo, estás renaciendo en una versión más plena de ti mismo. Estás reescribiendo la historia que alguna vez te contaron, dándole vida a los capítulos que quedaron en blanco. Estás recuperando los sueños olvidados, los ideales que alguna vez quedaron a medias, y ahora los estás cultivando con la paciencia de quien sabe que todo tiene su tiempo.
Te has vuelto prudente, no por temor, sino por comprensión. Sabes que la verdadera fuerza no está en reaccionar, sino en elegir cuándo y cómo hacerlo. Has aprendido a valorar lo intangible, lo que no se puede comprar ni vender, pero que enriquece tu alma de una manera que nada material podría.
Ahora entiendes que dormir temprano un sábado no es una señal de debilidad, sino un acto de amor hacia ti mismo, para poder despertar con energía y disfrutar de un nuevo día con todos sus regalos. Te has dado cuenta de que el verdadero disfrute está en las pequeñas cosas, en ese café que te acompaña mientras lees un poemario, en la calma que te invade al saborear cada palabra.
No, no te estás volviendo viejo; estás comenzando a vivir de una manera que nunca antes habías imaginado. Has elegido caminar a tu propio ritmo, sin prisas, sin comparaciones. Has decidido que el viaje es tan importante como el destino, y que cada paso que das, por pequeño que sea, te acerca un poco más a la mejor versión de ti mismo.
Ahora vives con la certeza de que lo mejor está por venir, porque has aprendido a crear tu propio destino, a forjar tus ideales, y a construir una vida que resuene con tu esencia más profunda. Y en este renacimiento, has descubierto que la verdadera belleza de la vida no está en la juventud, sino en la sabiduría que se cultiva con cada elección, con cada renuncia, con cada nuevo amanecer.
Eurípides Bayona Alvarez
Un amigo.