23/08/2025
Amar al hombre equivocado es como caminar descalza sobre vidrios, sabiendo que cada paso va a doler y aun así no detenerte, porque en tu corazón se aferra la ilusión de que quizá, un día, él decida cuidarte en lugar de herirte. Es un amor que no te sostiene, sino que te desgasta; un amor que no te levanta, sino que te obliga a arrastrarte entre migajas de cariño que nunca son suficientes para saciar lo que mereces. Y lo peor es que tú lo sabes. En el fondo, lo sientes: ese vacío en el pecho, esa falta de paz, esa contradicción entre lo que deseas y lo que recibes.
La mujer que ama al hombre equivocado es valiente, porque soporta lo que muchas no soportarían; pero también es frágil, porque ha puesto su corazón en manos de alguien que no sabe cuidarlo. Y ahí está su lucha: entre lo que siente y lo que sabe, entre el deseo de quedarse y la necesidad de irse. Muchas veces piensa: “tal vez cambie, tal vez mañana sea distinto”, y en ese “tal vez” se le va la vida, se le van los días, se le apaga la sonrisa.
Pero amar al hombre equivocado también deja una lección. Te obliga a mirarte al espejo y preguntarte cuánto vales, cuánto mereces, cuánto más puedes entregar sin quedarte vacía. Porque amar no debería doler de esa manera. Amar no debería significar perderte a ti misma para sostener a alguien que nunca te sostendrá. Y llega un punto en el que el corazón cansado comienza a abrir los ojos, y esa mujer que un día amó al hombre equivocado, encuentra la fuerza para amarse a sí misma más de lo que lo amaba a él.
Al final, entenderá que no fue un error amar, porque el amor nunca lo es. El error fue quedarse donde no había reciprocidad. Y cuando logre irse, cuando logre sanar, descubrirá que la verdadera valentía no estuvo en aguantar, sino en soltar. Porque el hombre equivocado nunca mereció tanto amor, pero ella siempre mereció ser amada de la forma correcta.