20/11/2025
UNA CARTA A PAPÁ
Mi papá no fue un hombre perfecto, pero fue el padre perfecto para mí. Hoy sé que, de alguna manera, yo misma le pedí a la vida que él fuera mi progenitor, que su historia y su genética se imprimieran en cada célula de mi cuerpo.
De niña lo veía como un superhéroe: el hombre más fuerte y más guapo del mundo. En la adolescencia comencé a notar sus defectos, y mi mirada crítica nos llevó a discusiones que nacían más del intento de entendernos que de la distancia. Y ya en la adultez, comprendí profundamente su amor expresivo, genuino y directo, y todos los esfuerzos que hizo por mí.
Hace varios meses la muerte lo llamó a su morada, y aun así me dejó intacta su presencia: cuando me miro al espejo, cuando defiendo mis convicciones, cuando me sorprenden ataques de amor por los gatos. En esencia, mi papá era pura pasión, y esa pasión vive todavía en mí.
Lo extraño. Extraño contarle mis cosas. Pero agradezco que ya no esté sufriendo y que me haya dejado su compañía eterna, sus palabras sinceras, sus gestos y su mirada que aún me sostiene. Ahora, sin él en la tierra, comprendo que tengo la tarea sagrada de ser mi propia figura paterna: cuidarme, sostenerme, proveerme y darme un tierno llamado de atención cuando lo necesite.
Gracias, padre mío. Gracias por tu existencia. Te amo infinitamente. Y confío en que un día, en la eternidad, volveremos a encontrarnos.