David González. Psiquiatra

David González. Psiquiatra tratamientos psiquiátricos, psicoterapia y psicoanálisis

*LA SEMILLA DE LA ESPERANZA* Para mis apreciados lectores.Reflexiones psiquiátricas: 80 Psicoentrega.    Michael Pollan ...
14/06/2025

*LA SEMILLA DE LA ESPERANZA*
Para mis apreciados lectores.
Reflexiones psiquiátricas: 80 Psicoentrega.

Michael Pollan cuenta en su libro -Second Nature- que, cuando tenía apenas cuatro años, un día se escondió en el huerto familiar. Allí, entre las hojas, creyó ver un sapo enorme. Al acercarse, descubrió que no era un animal, sino un melón. Entonces recordó que, meses atrás, él mismo había sembrado una semilla en ese lugar. Corrió a buscar a su madre y le gritó, emocionado:
-¡Yo hice que esto sucediera! Mamá, ¡tienes que verlo!-
Ese instante sembró en él una semilla distinta: años después, se convertiría en horticultor.

El asombro, la sensación de haber hecho surgir algo del misterio, son motores esenciales en la construcción del sentido de sí.

El psicoanalista Winnicott, decía que el bebé se siente creador del mundo: cuando la madre responde, cree que la ha hecho aparecer. Piaget demostró que, al inicio, si un objeto desaparece de la vista del niño, deja de existir para él. Solo más tarde comprenderá que el mundo sigue allí, aunque no lo vea.

Leer, por ejemplo, puede convertirse en un acto de revelación. No es casual que durante siglos se considerara a la Biblia un libro misterioso, lleno de secretos. Y que los libros prohibidos susciten más deseo que los permitidos. Freud decía que la sexualidad infantil, reprimida, lleva al niño a inventar teorías que estimulan su mente.

Estanislao Zuleta, filósofo colombiano, advertía que cuando se obliga a los estudiantes a leer -El Quijote- como un deber escolar, el texto pierde su misterio. Ya no es una obra viva, sino un ejercicio de gramática. En lugar de despertar la imaginación, se vuelve una carga. Lo misterioso pierde su fulgor cuando se impone.

Un antiguo cuento habla de un rey que ofreció la mano de su hija a quien le trajera algo que jamás se hubiera visto en el mundo. Muchos pretendientes fracasaron. Solo un jardinero logró impresionar al rey. Le entregó una nuez cerrada y le dijo:
—Ábrala, y verá algo que ningún ojo humano ha visto todavía.
Dentro, latente, estaba la promesa de lo nuevo: una semilla.

Sue Stuart-Smith, psiquiatra y autora de -La Mente Bien Ajardinada-, afirma que incluso una simple parcela de patatas puede ofrecer esa misma experiencia: la visión de algo que nunca antes fue contemplado. El cultivo, es una forma de creación, una fuente de ilusión y de esperanza.

San Benito, en el siglo VI, proclamó la santidad del trabajo manual. Para los monjes benedictinos, la horticultura era y es tan sagrada como los vasos del altar. En sus monasterios había y hay viñedos, huertos, flores, plantas medicinales. En el cuidado de la tierra, todos se igualan. Y por el mismo sendero, para la Abadesa Hildegarda en el siglo XII, cuidar plantas y cuidar personas eran gestos de una misma ética.

En un mundo donde todo se reemplaza, donde todo es líquido, donde lo roto se desecha, cultivar es un acto de resistencia. Hoy se recetan pastillas para mejorar la autoestima sin pasar por el proceso que la construye. Se cambia lo dañado sin preguntarse si podría ser restaurado. Pero una semilla no se sustituye; y al igual que a un humano, se cuida, se riega, se protege, se acompaña en su crecimiento.

Además, la tierra contiene las actino-bacterias, las cuales pueden entrar a nuestro intestino mejorando la flora intestinal. Los jardineros tienen una flora intestinal más variada y saludable, y recordemos que este es el segundo cerebro donde se produce la serotonina, la cual poda las malezas del cerebro activando la microglía y con efectos protectores cerebrales. Cuando sembramos una semilla, plantamos un relato con posibilidades de futuro.

Ya desde el siglo XVIII se utilizaba la horticultura como forma de terapia, siendo desplazada en 1950 con la aparición de los medicamentos. Ahora estamos en un retorno a la naturaleza. El antropólogo James Frazer en su clásico libro -La rama Dorada-nos recrea los ritos de todo el mundo relacionados con el culto a los árboles indicando que este impulso existe en lo más profundo de nuestro ser.

Hoy, en Inglaterra, la jardinería se prescribe como terapia. En Oxfordshire, pacientes con enfermedades graves participan en programas de jardinería dos veces por semana. El trabajo con la tierra calma, ordena, conecta. Y desde el 2007 la Real Sociedad de Horticultura promueve la enseñanza de la jardinería en las escuelas generando en los niños confianza, deseo y motivación.

En algunas cárceles de Estados unidos como la de Rikers Island, donde un 40% tienen trastornos mentales, se describe que la violencia nunca se dio en los recintos de horticultura.

Finalicemos diciendo que según el psicoanálisis la vida está atravesada por la tensión entre Eros (la fuerza del vínculo) y Tánatos (la fuerza destructiva). Arrancar la maleza puede ser un acto de Tánatos al servicio de Eros: quitar lo que daña para que florezca lo que nutre.

Porque en cada semilla hay una promesa.
Y quien cuida, crea.
Y quien cultiva, cree.

Dr. Lucio David González.
Psiquiatra- Psicoterapeuta.
tels.: +57 3155706594 - 3183244386

12/06/2025
*OBJETOS QUE CUIDAN EL ALMA*Para mis apreciados lectores. Reflexiones Psiquiátricas: 79 Psicoentrega.        Si  experim...
07/06/2025

*OBJETOS QUE CUIDAN EL ALMA*

Para mis apreciados lectores. Reflexiones Psiquiátricas: 79 Psicoentrega.

Si experimento un vacío crónico, no se quién soy ni qué deseo, me adapto pero no me reconozco en nada, es posible que el núcleo de mi Identidad nunca haya llegado a construirse del todo. Entonces existe algo más, no se trata de una tristeza profunda, sino de una fractura en el sentido de mi mismisidad.

Esto sucede cuando en los primeros tiempos de vida no hubo un entorno sensible que ofreciera sostén sin invasión, mirada sin juicio, presencia sin abandono.

Donald Winnicott, pediatra y psicoanalista inglés, observó que, entre los 4 y 12 meses, muchos bebés desarrollaban un apego intenso hacia ciertos objetos: un peluche, un trapito, o su propio dedo, etc. Son objetos que ayudan a calmar la ansiedad por la separación de la madre.

Un bebé de 7 meses puede quedarse dormido si tiene su trapito. Pero si se lo quitan, llorará inconsolablemente. El trapito es y no es el niño y es y no es la madre ausente.

A este objeto cargado de afecto lo llamó _objeto transicional_ . Un puente simbiótico que permite irse separando de la madre sin romperse.

La psiquiatra Sue Stuart-Smith, en su libro _La mente bien ajardinada,_ cuenta que sembrar es un acto de encuentro: ella pone la semilla, riega, pero luego la planta hace su parte, crece por sí misma. En ese proceso, planta y jardinera se convierten en parte una de la otra. Lo que se cultiva afuera también se cultiva dentro. La planta se convierte en objeto transicional.

Una vez soñé un cuarto lleno de libros y tuve, en el mismo sueño, la sensación de que esos libros eran mi madre. Ella siempre deseó que fuéramos estudiosos. Descubrí que la escritura era mi forma de reencontrarme con un vínculo que se perdió. Como si cada palabra sembrada en el papel fuera una raíz que me sostiene.

Hay algo en las manos que escriben, que riegan, que tocan una manta, que acarician un animal, que preparan el café cada mañana. Son gestos que el yo herido realiza para protegerse, para reconstruirse, para acompañar al niño que alguna vez quedó solo.

Escribir, cultivar una planta, bordar, guarnecer una prenda, criar una mascota, crear una receta de cocina, perseverar en un jobi, son objetos transicionales adultos que nos sostienen. Crean un espacio, donde estar con uno mismo no es amenaza, sino refugio.

En la psicoterapia el terapeuta no es la madre, pero tampoco es ajeno. Es alguien que está, que no invade, que no se va. -El horario, el sillón, la mirada, la escucha- funciona como una nuevo trapito transicional. Un lugar donde el yo verdadero puede asomar por fin la cabeza, después de años escondido.

Lo que cura, más que el lenguaje hablado, es la presencia constante, la espera sin exigencia, el vínculo sin atropello. En el consultorio no se fuerza la floración. Se acompaña el crecimiento. Se confía.

Por eso, cuando una persona logra decir: - _Hoy sentí que algo era mío. -Escribí algo que salió de adentro. -Pude estar sola sin sentirme vacía_ - ...no es una frase más. Es un nacimiento. Un momento en que el yo verdadero empieza a existir, como una semilla que al fin encontró tierra fértil.

Y a veces, en ese renacer, hay una planta, una canción, un cuaderno o un gato que, sin saberlo, nos ayudó a ser. Porque la realidad psíquica también se cultiva. Y en ese cultivo, como decía Sue Stuart-Smith, la vida misma se vuelve jardín.

Hay vivencias del pasado que buscan la mirada, que buscan el sostén, en algo caluroso que nos de seguridad.

Dr. Lucio David González
Psiquiatra-Psicoterapeuta. Tels.: +57 3155706594 - 3183244386

*VIAJE ESPACIAL* Para mis apreciados lectores.Reflexiones psiquiátricas: 78 Psicoentrega        Eran las diez de la noch...
31/05/2025

*VIAJE ESPACIAL*

Para mis apreciados lectores.
Reflexiones psiquiátricas: 78 Psicoentrega

Eran las diez de la noche. Sobre una carretera pavimentada, cerca de una finca lejana, tres amigos estábamos acostados, contemplando un cielo hermoso, colmado de miles y miles de estrellas.

De pronto, en el silencio más absoluto, cruzó la inmensidad un objeto descomunal, redondo, con tres luces rojas en su base formando un triángulo. Lentamente, se fue desvaneciendo en la vastedad del firmamento. Días después, vimos en una revista la imagen de aquella nave.

Siempre me fascinaron los platillos voladores. Fui lector asiduo de temas como el Triángulo de las Bermudas, y durante un tiempo, pertenecí a sectas herméticas que prometían poderes a través de la Cábala y procesos de iniciación esotéricos.

Todavía sigo buscando esas naves espaciales. Sin embargo, algo cambió profundamente mi vida: la belleza que trajeron mis hijos. Los platillos voladores pasaron a un segundo plano. Estaba ante el verdadero milagro: la vida. Junto a mi compañera, emprendí la lucha para que ellos pudieran escalar las montañas más altas, más altas incluso que el Everest.

Luego siguió mi vida y encontré que cada vez que un paciente lograba superar su trauma, y veía en su rostro una sonrisa de renacimiento, era como si su alivio me regalara una nueva esperanza en este escabroso camino de la enfermedad mental.

Y así, me fui acercando a los últimos escalones de mi vida. Fue entonces cuando comprendí una verdad luminosa: "nunca moriría", porque mis ojos seguirian mirando el mundo a través de los ojos de mis hijos, pues en ellos están mis genes, estan mi vida.

Ellos continuarán descubriendo nuevos paisajes, quizá nuevos platillos voladores... pero, aún mejor, nuevos hallazgos que despierten sonrisas en sus vecinos, en sus amigos, y en sus propias familias.

*Dr. Lucio David González*
Psiquiatra. Psicoterapeuta.

*EL VIENTRE DEL PODER*  Para mis apreciados lectores.Reflexiones psiquiátricas. 77 Psicoentrega.¿A quién debemos temer m...
24/05/2025

*EL VIENTRE DEL PODER*

Para mis apreciados lectores.Reflexiones psiquiátricas. 77 Psicoentrega.

¿A quién debemos temer más: a los de arriba o a los de abajo?

La historia, con sus gritos silenciados, parece responder. No es el pobre que roba un pedazo de pan, o el delincuente que se roba un celular, quien pone en riesgo la humanidad, sino el poderoso que, por miedo a perder, se aferra al control y arrasa con todo.

El miedo: emoción fundadora de nuestras estructuras más profundas. El miedo a perder lo que se tiene —el territorio, el poder, la identidad— nos empuja a construir imperios, a dominar cuerpos, a levantar muros visibles e invisibles. Cuando gobierna el miedo, la empatía se vuelve un lujo, y la vida del otro, una amenaza.

A lo largo de la historia, las voces que han intentado iluminar estas estructuras de poder han sido perseguidas. Galileo, Marx, Darwin, Freud, Cristo, Gandhi, Mandela, etc… fueron rechazados porque sus ideas desnudaban el miedo de quienes mandan. Cuestionaban los pilares narcisistas sobre los que se erige el poder, y por ello, fueron silenciados, exiliados o asesinados.

El ser humano puede ser el ser más empático y, a la vez, el más brutal de los depredadores. Las grandes masacres y dictaduras no nacieron de la desesperación de un marginado, sino de quienes controlan la educación, la economía, la ley. Fue así como Europa diezmó los pueblos originarios de América. Así se colonizaron África e India. Así los imperios antiguos arrasaron culturas enteras. Y así, desde el norte, se orquestaron dictaduras en América Latina, dejando miles de desaparecidos y madres que aún lloran.

Nos conmueve la enfermedad de un presidente, pero no la muerte de quince mil niños en Gaza, de migrantes ahogados en el Mediterráneo, de civiles bajo las bombas en Ucrania. ¿Qué vidas merecen duelo, y cuáles pasan sin nombre ni rostro?.

Ignoramos la muerte porque nos asusta, y nos aferramos al poder con una mezcla de soberbia y pánico, como si lo que más tememos perder no fuera solo lo que se acumula en vida, sino aquello que nace del vientre bajo y apunta hacia arriba: un símbolo de dominio, de conquista. Deliramos con ser los elegidos, los invencibles. Y la historia lo confirma: las grandes matanzas han sido obra de hombres, no de mujeres.

Por eso, debemos temer a quienes mandan, no a los desposeídos. El joven en la primera línea de protesta, el “loco” del manicomio, el niño hambriento que roba pan, no son peligrosos. Lo verdaderamente temible es quien controla los medios, el dinero, las tierras. Porque desde allí se decide quién vive y quién no.

El miedo apaga la empatía. Y sin empatía, ¿qué ética puede guiarnos? ¿Quién define el valor de la vida de una hormiga, de un pez, de un colibrí, de un ser humano? ¿Acaso la hormiga no desea seguir viva, no huye del peligro, no busca la luz?

En uno de sus relatos, el neurólogo Oliver Sacks cuenta la historia de una mujer autista que se convirtió en veterinaria. Ella desarrolló un método para sacrificar vacas sin angustia, preocupada por el bienestar de esos animales, no por ego ni poder, sino por sensibilidad. Lo mismo describió Konrad Lorenz en su estudio sobre los gansos: los polluelos, separados de su madre, sufrían igual que los bebés humanos observados por el pediatra René Spitz . Los bebes como los polluelos se irritaban, se deprimían, y finalmente tenían daño neurológico.

Pero estas verdades, tan simples y tan profundas, se desvanecen ante la sed de poder. Nos da miedo perder nuestra identidad, mezclarnos con el otro, dejar de sentirnos superiores. Por eso surgen sectas, logias, etnias que anhelan borrar a las demás, como si la diversidad fuera una amenaza y no un regalo.

¿Tú quieres vivir, caminar, reír, abrazar? ¿Y acaso el otro no? ¿Qué te hace distinto?

Quizá el haber nacido en una cama de madera, el haber tenido que ganarse el pan día tras día, es lo que nos vuelve un poco más humanos. Entender lo difícil que es dar de comer a una familia puede enseñarnos más que cualquier tratado de filosofía.

He escuchado que algunos pueblos agradecen a los animales antes de convertirlos en alimento. Les piden perdón, les honran. Y sin embargo, en otras partes del mundo, se ordena matar humanos con la misma ligereza con que se cambia de canal tras la cena.

La empatía muere cuando el miedo a ser castrado se impone: cuando dejar de ser “macho” se vive como dejar de existir

Dr. Lucio David González
Psiquiatra- Psicoterapeuta
tels.: +57 3155706594 - 3183244386

*ASOCIACION LIBRE.* -La palabra libera- Para mis apreciados lectores.Reflexiones psiquiátricas. 76 Psicoentrega.       H...
17/05/2025

*ASOCIACION LIBRE.*
-La palabra libera-

Para mis apreciados lectores.
Reflexiones psiquiátricas. 76 Psicoentrega.

Había una vez un paciente en la antigua Grecia que sufría de intensos dolores de cabeza. El médico, en lugar de limitarse a recetar algún remedio, lo invitó a hablar de lo que quisiera. El hombre comenzó mencionando cuánto le gustaba observar la luna, cómo ésta se desvanecía poco a poco con el paso de los días. Esa imagen lo llevó a recordar cómo su salario también se iba agotando sin alcanzar a cubrir sus deudas. Se inicia la catarsis, se comprende la causa y se reflexiona sobre la solución.

Galeno en varios pasajes adopta la idea de que el alma necesita una forma de "catarsis", es decir, limpiarse de pasiones desordenadas para recuperar el equilibrio. El discurso, en este sentido, es un medio para ordenar el alma y, con ello, curar el cuerpo.

*El niño que dibujaba con líneas gruesas**
Durante semanas, un niño se había quejado de dolores abdominales, estreñimiento y una extraña sensación de “algo duro” en su vientre. Los tratamientos médicos no surtían efecto. Fue entonces cuando lo derivaron a evaluación psicológica.
La psicóloga le pidió que dibujara lo que quisiera: una casa, una persona, una mesa... El niño comenzó a dibujar, y pronto algo llamó la atención: todas sus líneas eran dobles, gruesas, marcadas con insistencia casi obsesiva. Las paredes de la casa tenían bordes dobles. Lo mismo ocurría con las puertas, las ventanas, los muebles. Todo parecía querer contenerse, protegerse, encerrarse.

Conmovida por esa expresión simbólica, la terapeuta sugirió nuevos estudios médicos. Días después, una tomografía reveló el diagnóstico: megacolon congénito. El colon del niño estaba dilatado, y una obstrucción funcional explicaba todos sus síntomas.
Lo más asombroso fue comprender que, de alguna forma misteriosa, el niño ya sabía. Su cuerpo hablaba en el dibujo. Y aunque no tenía el lenguaje para explicarlo, su inconsciente sí lo había dibujado.
Françoise Dolto trabajó extensamente con niños y el lenguaje del cuerpo en el dibujo. Donald Winnicott también utilizaba el dibujo como herramienta diagnóstica.

*La Asociación Libre:*
A mis pacientes, en su mayoría, suelo decirles que se recuesten en el diván y hablen libremente, pues es una manera de que el inconsciente emerja. Les digo: “Recuéstese en el diván y hable libremente. No se sienta presionado. Si no viene nada a la mente, hacemos silencio. Pero si aparece algún recuerdo -de la infancia, de la adultez, de un libro que leyó-, compártalo. Su mente siempre está pensando en algo. Diga ese pensamiento, aunque parezca imprudente, absurdo, sin gramática, mal dicho o incluso vergonzoso.”

Con el tiempo, a medida que el paciente gana confianza y comienza a hablar sin reglas ni censuras, emerge un discurso que al principio puede ser confuso, pero que poco a poco da lugar a algo escondido, algo profundamente enraizado que da sentido a sus síntomas.

En los sueños ocurre algo parecido. Al dormir, apagamos las luces, los sonidos, nos quitamos la ropa apretada, cerramos los ojos… y unos minutos después, soñamos. El sueño es una forma pura de asociación libre: el inconsciente habla sin miedo, sin censura, y revela nuestros deseos, miedos y secretos más íntimos.

Hoy sabemos que el cerebro no es un ente aislado del cuerpo. Estudios recientes sugieren que el cerebro es todo el cuerpo. Algo parecido ocurre con los pulpos: no tienen un cerebro central, sino una red neuronal distribuida por sus extremidades. Multitud de evidencias son descritas por el Psiquiatra Thomas R. Verny.

Una de las formas más profundas de escuchar al cuerpo es a través de la asociación libre: dejar que el cuerpo hable con sus propias palabras, metáforas, imágenes o silencios.

Quizás por eso nos curan también las tertulias. El vaivén de los vinos, la conversación despreocupada, son en el fondo una asociación libre espontánea. Una forma antigua, natural y poética de exorcizar los miedos… y sanar las heridas.

Dr. Lucio David González
Psiquiatra. Psicoterapeuta
Tels.: +57 3155706594 - 3183244386

**SOMOS LEGIÓN: expectativas* -la memoria que cura -Para mis apreciados lectores.Reflexiones Psiquiátricas. 76 Psicoentr...
10/05/2025

**SOMOS LEGIÓN: expectativas*
-la memoria que cura -

Para mis apreciados lectores.
Reflexiones Psiquiátricas. 76 Psicoentrega

“No sé por qué siempre me llegan buenos amigos… No sé por qué siempre me va de malas.”
“Solo mirando al doctor empiezo a curarme.”

Las expectativas —esa sensación de que algo va a pasar— no nacen del azar; surgen de lo que llevamos dentro, de esa historia que no recordamos pero que insiste en repetirse.

Existen recuerdos no recordados, grabados en los núcleos basales, el cerebelo, la amígdala y el sistema límbico. Son aquellos que no sabemos cuándo ni cómo los aprendimos, pero están allí, actuando (como usar los cubiertos, nadar, montar bicicleta, enrojecernos, etc.).

Y si, en medio de ese aprendizaje, alguien estuvo con nosotros, es probable que lo hayamos olvidado. Sin embargo, cuando años después nos cruzamos con un nuevo personaje y sentimos una especie de corazonada de que algo bueno puede ocurrir, es muy probable que esa persona tenga algo que nos evoca a aquel personaje. Esto es condicionamiento; y en psicoanálisis se llama transferencia: transferimos el pasado al presente, y nuestra conducta responde a él sin darnos cuenta.

Pávlov lo mostró con claridad. Les presentó comida a sus perros acompañada de un bombillo rojo, y ellos salivaban. Con el tiempo, bastaba el bombillo para provocar la respuesta. Incluso, probablemente, solo con ver al propio Pávlov comenzaban a salivar. Ni el bombillo ni el científico eran comestibles, pero los perros ya habían aprendido a esperar algo bueno.

Nos ocurre lo mismo. Algunos sienten una devoción inconsciente por las monjas; otros, por maestros, líderes o artistas. No es adoración ciega: es memoria emocional. Vivencias olvidadas que resurgen al toparnos con alguien.

En la película Ratatouille, el severo crítico de cocina prueba un platillo y, de pronto, es transportado a su infancia: un instante emocional que no puede explicarse con lógica, pero que lo transforma. No sabe por qué ese sabor le conmueve, pero su cuerpo sí lo recuerda.

Mi hermana decía: “Este café no le gusta a los buenos cafeteros, pero a mí sí, porque es el que siempre estuvo en casa.” El gusto no es por el sabor, sino por la historia que lo acompaña. Lo mismo pasa con la música del campo o los aromas de la infancia: son puertas a una memoria afectiva que aún vive en nosotros.

Nuestras memorias infantiles no son rígidas: están en constante proceso de transformación al estar con otro, ya sea real o simbólico (humano, libro, película, arte), y esas memorias llegan a transformarse a tal punto que parecen fantasías. Y la fantasía, en esencia, es creación cotidiana.

Entonces, cuando visitamos al médico, al abogado o al vecino, nunca vamos solos: vamos con nuestras historias, y respondemos con expectativas matizadas por ese pasado inconsciente. El flechazo amoroso es el encuentro inconsciente de dos historias que se detectan en milésimas de segundo y generan expectativas compartidas.

Cuando un paciente llega al consultorio, desde el mismo momento en que decide ir, se activa una red de memorias implícitas olvidadas que generan expectativas de esperanza o desesperanza. Su relato inicial será una mezcla de traumas recordados y heridas invisibles. Este relato cambiará con el tiempo, no solo por lo que se diga, sino por el entrelazamiento con el terapeuta: un nuevo otro que, sin saberlo, puede parecerse a alguien importante del pasado. Surge un nuevo relato que es otra fantasía nacida de lo real.

Ese entrelazamiento produce nuevas conexiones cerebrales, nuevas formas de ver lo mismo. Así, llega el día en que el paciente puede decir: “Mi pasado no ha sido tan doloroso como creía, ya no tengo esa angustia.” Ese es un momento de transformación, logrado solo por el relato compartido, por el encuentro humano que recrea lo vivido.

Por eso, las medicinas energéticas, aunque no pasen los filtros de la ciencia, tienen tanta acogida: movilizan un repertorio autocurativo que nace de una historia relacional profunda, una esperanza antigua que aún busca sanar. Esto explicaría la proclividad a la sugestionabilidad, al efecto placebo, a las curaciones milagrosas y hasta el éxito en cirugías bajo hipnosis. La historia cura. La fantasía cura.

Pensar no es un ejercicio separado del cuerpo. Tal parece que el pensamiento no es puro lenguaje kantiano; es memoria hecha imagen, emoción transformada en fantasía. Por eso, las enfermedades psicógenas (ansiedad, pánico, bulimia, dolores inexplicables) son, en el fondo, creaciones: lenguajes simbólicos inscritos en el cuerpo, fantasías de vivencias no elaboradas.

«Y le preguntó: ¿Cómo te llamas?
Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos.»
(Marcos 5:9)

Somos legión. Somos memoria viva, fragmentada, disfrazada, fantasiosa. Y en cada encuentro, en cada síntoma, en cada acto de imaginación, esa legión habla.

Dr: Lucio David González
Psiquiatra – Psicoterapeuta
Tels.: +57 3155706594 - 3183244386

*ALQUIMIA HUMANA* -El Todo Trasciende a las Partes- Para mis apreciados lectores.Reflexiones Psiquiátricas. 75 Psicoentr...
03/05/2025

*ALQUIMIA HUMANA*
-El Todo Trasciende a las Partes-

Para mis apreciados lectores.
Reflexiones Psiquiátricas. 75 Psicoentrega

La unión de dos gases: Oxigeno con Hidrogeno, generan AGUA.
El agua, con el gas dióxido de carbono, más luz solar, generan AZÚCAR (fotosíntesis).
En ambos casos surge algo completamente diferente.

Un tercer ejemplo fascinante:
Azúcar (ribosa) + adenina + grupo fosfato generan un nucleótido, y varios nucleótidos (ADN) tienen la particularidad de replicarse, iniciando el milagro de la vida.

Una célula, por sí sola, quizá no genere conciencia. Pero la suma de millones de células, cada una con funciones distintas pero integradas en un sistema, constituyen algo radicalmente nuevo: EL CUERPO HUMANO… y tal vez la CONCIENCIA misma.
Un salto cualitativo emerge de la multiplicidad: algo que ninguna de las partes puede explicar por sí sola.
El todo no es solo una suma. Es una transmutación.

De la unión de dos seres humanos no siempre hay alquimia. Pero cuando se da una conexión profunda, no es azúcar lo que nace; lo que nace es una fuerza más sutil que la fotosíntesis, y no menos poderosa.

En parejas sanas, el centro se desplaza hacia los hijos. Frases como “la madre se convierte en leona” reflejan ese instinto protector. Los padres comienzan a vivir a través de la alegría de sus hijos, a ahorrar para sus estudios, a dejar atrás los placeres efímeros para priorizar un futuro compartido.

Incluso la química cerebral cambia. Uno de los padres suele asumir un rol de liderazgo, similar al “jefe” en grupos animales. El líder de los chimpancés tiene niveles de serotonina tres veces mayores que sus compañeros, y esta serotonina hace crecer los pelitos de las neuronas: esto le da mayor estabilidad emocional, capacidad de previsión y control de impulsos.
Si el líder muere, otro miembro del grupo eleva su serotonina y asume ese papel. Se
aumenta la plasticidad neuronal: cambia la mente, cambia la vida.

Los(as) soltero(as) suelen enfocarse en metas individuales. Es curioso observar que cuando un hombre soltero mira a un niño no se le dilata la pupila, pero cuando está casado y ya ha tenido un hijo, si se le dilata, indicativo de que algo a conmocionado su cerebro.

A lo largo de la historia, algunas uniones humanas han sido verdaderos laboratorios alquímicos de donde surgió algo que no existía antes:
Marie y Pierre Curie, juntos, abrieron la puerta a la radiactividad.
Frida Kahlo y Diego Rivera tejieron una mitología visual y emocional irrepetible.
John Lennon y Yoko Ono rompieron los márgenes entre arte, amor y política.
Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre transformaron el pensamiento del siglo XX desde un amor libre y radical.
Juana de arco se unió con lo espiritual y esto genero su ímpetu libertario.
Santo Tomas de Aquino no miraba como objetos a las personas, los animales y las cosas, sino como sujetos; por eso cuentan que cuando tocaba una rama surgía una flor.

Cuando nuestro pensamientos se baña de lecturas, se deja atravesar por buenas conversaciones y experiencias o incluso de buena música... de repente, algo hace "clic", y aparece una visión nueva, única. Es en la interacción donde florece lo extraordinario. E incluso cuando aparece el sufrimiento, este se reconfigura adquiriendo otra cualidad: fortaleza, compasión y sabiduría.

En el flechazo amoroso, o en el encuentro con el sabio, o en la psicoterapia profunda: "Este único encuentro puede tener los ingredientes químicos de la transmutación”

El compromiso genuino de dos seres humanos tiene el potencial de generar un salto cuántico, una chispa de transformación, un milagro.

Y que sucedería si la combinación fuera de todos los pueblos de LatinoAmérica…?

Dr. Lucio David González
Psiquiatra. Mr. Psicoanálisis
Tels.: +57 3155706594 - 3183244386

*PASTILLAS O LA RECETA DE LA ABUELITA.* “ _El hombre no habla, es hablado por el lenguaje”._ Lacan Para mis apreciados l...
26/04/2025

*PASTILLAS O LA RECETA DE LA ABUELITA.*
“ _El hombre no habla, es hablado por el lenguaje”._ Lacan

Para mis apreciados lectores.
Reflexiones Psiquiátricas: 74 Psicoentrega

¿Dónde está la abuelita?
Respuesta: En el ancianato

Durante la Edad Media, las enfermedades mentales histéricas solían interpretarse como posesiones demoníacas. Estas “posesiones” confirmaban la existencia del demonio pregonado por la BIBLIA; el dios que dominó 10 siglos de oscurantismo

Con el Renacimiento surgió un nuevo “dios”: la CIENCIA. Curiosamente, desaparece el demonio y surgen las enfermedades cerebrales histéricas como las parálisis, convulsiones o cegueras que confirmaban la ciencia.

Hoy el nuevo lenguaje o nuevo dios postmoderno es el MERCADO que seduce a través de las redes la compra de artilugios innecesario para el lucro de los capitalistas. Una hamburguesa puede ser nociva según la ciencia, pero las redes la embellecen. Se utiliza entonces una informática desbordada que difunde las nuevas enfermedades histéricas del dios mercado, como la fibromialgia, la depresión “biológica”, los trastornos alimentarios, el pánico, la ansiedad y el miedo a la vejez. Podría llegarse a decir que tener una de estas enfermedades es estar a la moda.

Hoy más que nunca en la historia, se médica a las personas para regular sus emociones. He escuchado, incluso, afirmar que la psicoterapia no sirve, y que solo el medicamento es eficaz.

Y lo más curioso es que, al tomar el medicamento, el paciente suele mejorar; con este se confirma el dios mercado. Como si la palabra “medicamento”, impronta del nuevo lenguaje, activara un proceso corporal, al igual que la posesión, impulsando cambios estructurales en la neurotransmisión. Si no lo tomamos, no mejoramos.

La reconocida escritora Siri Hustvedt cita estudios donde se demuestra que el Entorno y las Creencias culturales, o sea el lenguaje (mi escrito previo), activan procesos epigenéticos que explican trastornos y conductas insólitas que desconciertan a la ciencia y que se aferran a la fisiología de tal manera que parecen genéticas.

Afortunadamente, está emergiendo un nuevo lenguaje. Un lenguaje que habla del clima, de los árboles y las montañas, de los animales y de los valles. Que entrelaza la sabiduría medica ancestral con la medicina moderna. Reaparece el médico de cabecera, donde los remedios caseros y los consejos de las abuelas resurgen. Todo ello desde un profundo respeto por la diversidad étnica, cultural y antropológica.

Mi colega, el psiquiatra Iván Osorio, cuenta en su libro “Hechos cumplidos” la historia de su abuelo, quien a sus 50 años dejó de dormir normalmente. Jugaba cartas hasta las 11 de la noche, luego leía el periódico durante dos horas, y después fingía dormir hasta las 3 a.m., hora en que encendía su radio transistor. Se levantaba a tomar café y buscaba a algún insomne voluntario que lo acompañara. Iván cuenta que siempre lo vio feliz. El abuelo nunca consideró su insomnio como una enfermedad, y nadie en su familia pensó en llevarlo al médico para convertir ese hábito en un problema médico.

Estamos viviendo el apocalipsis del "hormigón armado", lleno de gases y flores marchitas; pero de ese colapso está brotando un nuevo lenguaje. Uno que, aunque apenas está empezando, crecerá como los mamíferos que poblaron la Tierra tras la desaparición de los dinosaurios.

Parafraseando a Michel Foucault diremos: el discurso crea la realidad.

Dr. Lucio David González
Psiquiatra. Mr. Psicoanálisis
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