06/09/2025
*EL ACTO MÉDICO*
-La cura Olvidada-
Para mis apreciados Lectores.
Reflexiones Psiquiátricas No. 86
Seguridad y sosiego, sentíamos cuando nuestra madre o nuestro padre se acercaban a aliviar un dolor.
Eran grandes y poderosos: la agüita de manzanilla de la abuela para limpiar los ojos infectados, la miel de abeja para la faringitis, o el aceite de ricino para “limpiar” el estómago.
Aunque no nos gustaran; parecían tener la fuerza de la salud misma.
Ya adultos, esas memorias renacen como una esperanza cuando acudimos al Galeno. Esperamos que sus manos sabias instauren el alivio antaño sentido. Ese entorno ya iniciaba la cura.
En la enfermedad somos tan vulnerables que tememos toparnos con un médico apresurado, que olvide la palabra sanadora: “tranquilo, todo va a pasar, ven, te explico lo que sucede”.
El médico vive atado a un horario robótico, impuesto por un sistema caduco y obsoleto. Su prisa por cumplir con el tiempo le arrebata la posibilidad de indagar en el alma y exorcizar nuestros miedos más íntimos. Primero es la mercancía; después, la persona.
Queda apenas el recuerdo de aquellos tiempos en que el médico visitaba al enfermo, compartía un café y hasta terminaba siendo invitado al cumpleaños del paciente.
Hoy, apenas se detecta el microbio, la fórmula se llena de antibióticos. Apenas se advierte ansiedad, la receta vuela con medicamentos para adormecer un síntoma cuyo origen y recorrido desconocemos.
El peregrinaje se multiplica en la enfermedades de difícil manejo: de las EPS a los médicos particulares, pasando por los alternativos y hasta los chamanes.
El médico es vigilado como un delincuente, obligado a obedecer protocolos dictados por el capital de la salud. El tinto se volvió anacrónico, y en su lugar se escucha el grito: “¡rápido, que siga el siguiente!”, cual ganado en fila para el sacrificio.
Incluso el ganado es tratado con más cuidado en la granja diseñada por la zoóloga descrita por Oliver Sacks en Un antropólogo en Marte, donde ideó un método para que las vacas no se estresaran antes de morir. También ellas sienten, se angustian y sufren. En Colombia ya la ley reconoce que los animales son seres sintientes.
No se trata de trabajar, trabajar y trabajar; lo que se necesita es tiempo, tiempo y tiempo, en los momentos más delicados de nuestra vida. Esa es la primera píldora del encuentro: allí donde nacen miradas, recuerdos y una magia incomprendida que moviliza las defensas internas y nos prepara para la mejoría.
Dr. Lucio David González
Psiquiatra. Master Psicoanálisis.
Tels.: +57 3155706594 - 3183244386