25/09/2025
AUTISMO Y AGRESIÓN
Fecha de publicación: on Sep 23, 2025
Autores: Tony Attwood Michelle Garnett
Como médicos, a menudo se nos pide que asesoremos sobre cómo apoyar a las personas autistas con la expresión de ira y agresión. Esta solicitud puede provenir de padres, maestros, una pareja y las propias personas autistas. Por ejemplo, un niño autista de ocho años preguntó una vez: "Por favor, ¿puede ayudarme a controlar mi temperamento, me mete en problemas, rompo cosas que son caras y otros niños me evitan porque mi temperamento los asusta?".
Aunque la ira a menudo se considera destructiva, desde una perspectiva de psicología evolutiva, ha proporcionado varias ventajas adaptativas que han ayudado a los humanos a sobrevivir. La ira activa el cuerpo para defenderse de las amenazas, actúa como un elemento disuasorio para los agresores, protege los recursos, señala la negativa a aceptar un trato injusto y ayuda a hacer cumplir los límites sociales. También proporciona energía para persistir en tareas desafiantes o frustrantes. La agresión puede ser una forma de comunicación, que transmite frustración, dolor o necesidades insatisfechas. Si bien la ira generalmente se dirige hacia afuera hacia una persona u objeto, también puede dirigirse hacia adentro a través de acciones autolesivas, particularmente para personas autistas con dificultades para comunicarse con el habla (Giacomo et al, 2016).
Nuestra experiencia clínica e investigación sugieren que alrededor del 50% de las personas autistas pueden experimentar desafíos con la agresión en algún momento, independientemente de sus habilidades intelectuales o lingüísticas (Elkhamisi y Almutery, 2018; Caamano et al, 2013). Para algunos, estas dificultades pueden persistir durante muchos años (Laverty et al, 2023).
Si bien la ira y la agresión tienen valor de supervivencia, las personas autistas pueden experimentar una ira más intensa y encontrar que la ira es más difícil de regular. Esto puede relacionarse con diferencias en neurología, experiencias de ansiedad y depresión, el perfil cognitivo asociado con el autismo, factores estresantes ambientales y afecciones concurrentes como el TDAH.
Neurología
El autismo a menudo se asocia con dificultades para percibir estados corporales internos (interocepción), identificar y describir sentimientos (alexitimia) y regular la intensidad de estos sentimientos (procesos relacionados con la amígdala).
La investigación de neuroimagen ha identificado diferencias estructurales y funcionales en la amígdala en personas autistas (Andrews et al., 2022). La amígdala está involucrada en el reconocimiento y regulación de las emociones, particularmente la ira, la ansiedad y la tristeza. Las personas autistas pueden experimentar una mayor sensibilidad a las amenazas percibidas y una respuesta emocional más fuerte. También hay evidencia de conectividad reducida entre la amígdala y los lóbulos frontales, que apoyan la regulación cognitiva de las emociones (Rausch et al, 2016).
Las diferencias interoceptivas también pueden dificultar que algunas personas autistas noten signos tempranos de agitación creciente, como aumento de los latidos del corazón, cambios en la respiración, tensión muscular o aumento del volumen de la voz. Como explicó un niño autista: "Mi cerebro no me lo dice lo suficientemente pronto", y un adulto autista reflexionó: "Solo sé lo que siento al ver lo que estoy haciendo".
Esto ayuda a explicar por qué algunos niños y adultos autistas no parecen conscientes del aumento del estrés emocional. Puede haber pocas señales de advertencia internas o externas hasta que las emociones se hayan vuelto abrumadoras. En este punto, las estrategias cognitivas para el autocontrol pueden ser menos efectivas y el comportamiento puede parecer estallar "de la nada".
Ansiedad
Alrededor del 86% de las personas autistas informan dificultades diarias con la ansiedad (Attwood, Evans y Lesko, 2014). La ansiedad y la agresión se han relacionado en adolescentes autistas (Ambler et al, 2015; Ostrovska y Ostrovskii, 2018). Cuando se nos consulta sobre la agresión, a menudo consideramos primero si la alta ansiedad y una respuesta de lucha-huida-congelación son factores subyacentes.
El cambio y la incertidumbre son desencadenantes bien conocidos de ansiedad para las personas autistas. La previsibilidad a través de rutinas, rituales o participar en intereses profundamente enfocados puede ayudar a reducir la ansiedad. Cuando se bloquea el acceso a estos apoyos, la frustración puede acumularse y convertirse en agitación o agresión.
Nuestra experiencia clínica sugiere que las crisis emocionales pueden actuar como una "descarga" de energía ansiosa, y algunas personas autistas informan que "me siento mejor ahora" después. Los psicólogos describen esto como refuerzo negativo, donde la reducción de la angustia fortalece la probabilidad de repetir el comportamiento como estrategia de regulación.
Otra forma de reducir la ansiedad es buscando un mayor control sobre la vida diaria. Si bien esto puede ser protector, también puede contribuir al conflicto dentro de las familias si las necesidades de control chocan, lo que lleva a una mayor tensión y expresión de ira.
Depresión
La depresión o el bajo estado de ánimo afecta a alrededor del 75% de los niños, adolescentes y adultos autistas (Attwood, Evans y Lesko, 2014; Kim y Lecavalier, 2021). Los sentimientos de rechazo, soledad, crítica de los compañeros, acceso limitado a un cambio positivo y experiencias sensoriales dolorosas pueden contribuir. Las personas autistas también pueden sentirse infravaloradas o invalidadas por sus compañeros, lo que aumenta la desesperación.
En algunos casos, la tristeza se expresa externamente como ira. Por ejemplo, en un grupo de adolescentes autistas a los que se les preguntó cómo mostraban tristeza, algunos describieron llorar o caminar solos, mientras que otros describieron romper objetos, jugar videojuegos violentos o golpear una almohada. Una adolescente dijo: "Llorar no funciona para mí, así que me enojo y tiro palos". Para ella, la expresión física ayudó a liberar la tristeza. Desafortunadamente, tal comportamiento puede malinterpretarse únicamente como agresión. Esto destaca la importancia de distinguir la ira que surge de la ansiedad o la depresión de la ira que es principalmente reactiva, ya que el enfoque del apoyo puede diferir.
Perfil cognitivo
Las personas autistas a veces pueden malinterpretar las expresiones faciales de los demás, atribuyendo intenciones negativas donde no se pretendía (Eack et al, 2015; Kirst et al, 2021). En estas situaciones, la agresión puede servir como respuesta defensiva.
Las estrategias de regulación de las emociones, como la reevaluación cognitiva (replantear una situación para reducir el impacto emocional), pueden usarse con menos frecuencia. La reducción de la flexibilidad cognitiva también puede reducir las opciones percibidas para resolver las dificultades sociales. Por ejemplo, si se burlan de un niño autista e intenta ignorarlo, pedirle que se detenga o decírselo a un adulto, pero esto no tiene éxito, eventualmente puede recurrir a una intensa muestra de ira para terminar la experiencia.
Los adolescentes autistas también informan niveles más altos de rumiación centrada en la ira que sus compañeros (Patel et al, 2017). La rumiación prolongada puede aumentar la angustia y aumentar la probabilidad de respuestas agresivas como medio de resolución.
Factores ambientales
La sobrecarga sensorial de sonidos, luces u olores puede desencadenar respuestas de lucha o huida, lo que lleva a reacciones emocionales intensas (Rinaldo y Perry, 2023).
Enmascarar o camuflar la angustia en la escuela o el trabajo también puede resultar en una tensión emocional acumulada que se libera más tarde en casa. Las familias pueden percibir un fuerte contraste entre el comportamiento en público y en el hogar, sin reconocer el costo emocional del enmascaramiento.
Las dificultades con la resolución de conflictos, la toma de perspectiva y la negociación pueden aumentar el estrés interpersonal. Los traumas pasados, incluidos el acoso, la invalidación o el abuso, también pueden aumentar la vulnerabilidad a las reacciones agresivas en situaciones desencadenantes.
TDAH
Hasta el 70% de las personas autistas también tienen TDAH (Rong et al, 2021). La impulsividad, una característica central del TDAH, puede dificultar la pausa antes de responder cuando está enojado. Algunas personas actúan de inmediato sin la oportunidad de considerar estrategias alternativas y resultados potenciales.
Se ha descrito que un subgrupo de niños con TDAH tiene dificultades de regulación emocional (ERD), caracterizadas por irritabilidad, baja tolerancia a la angustia, fuertes reacciones emocionales e impulsividad (Faraone et al, 2019; Martel, 2009). Las personas autistas con TDAH también pueden mostrar este perfil, lo que agrava los desafíos con la regulación de la ira.
Resumen
La agresión en las personas autistas surge de una compleja interacción de condiciones neurológicas, emocionales, cognitivas, ambientales y concurrentes. A menudo refleja dificultades para regular las emociones fuertes frente a la ansiedad, la depresión, la sobrecarga sensorial o la impulsividad. Es esencial reconocer que la agresión puede servir como una estrategia de afrontamiento o comunicación de angustia, no como un defecto de carácter.