14/10/2019
El zancudo.
Entre todos los personajes posibles de un poema,
prefiero imaginar que nuestro amor es como una hembra de zancudo,
Transcurriendo entre mil trampas, en el desdén de las mentes supuestamente diminutas,
En cada grieta húmeda sobresalen los sobrevivientes de tantos exterminios.
Pálido reflejo, sangre dulce que llena la noche,
Entre efluvios de gas en descomposición busco la verdadera ebriedad nocturna.
Miel de humanos,
Excreción de sus entrañas,
Mis congéneres se deleitan con su repugnancia,
Neruda no fue tan específico como Rodríguez y sus hormigas;
Yo soy el zancudo,
Vengo desde el fondo de la selva,
Los hombres blancos me temen,
Ningún imperio logró aniquilar mi poder,
Desde siempre y hasta los límites de la niebla
Con el vaivén de mi aleteo protejo lo profundo de la madre tierra.
Las metáforas van y vienen como los besos, los porros y los zancudos inundando la noche,
Siguiendo la luz, como cualquier moribundo o fanático.
Me gusta más el sabor de la sangre mientras el sol ilumina la mañana.
Crepúsculo de sacrificio, hasta el tigre te teme.
Drácula es un aprendiz que pernocta entre tus deseos,
¿cómo contener lo más anhelado de una vida tan corta?
Sólo el cóndor escapa a tus sueños de libertad,
Entre el frío y la fidelidad que sólo el poeta imaginó en su ocaso como amante.
Quiero poblar toda la noche hasta encontrar el rojo perfecto,
Aroma, frenesí, inicio de todo lo vivido.
La duplicación de nuestras palabras,
Se siente en el sarpullido de los elegidos.
De uno a cien, de cien a mil, hasta llenar incluso cualquier espacio abierto.
Es solo cuestión de tiempo, las pasiones siempre me encuentran,
A la madrugada en cualquier lugar, a cualquier hora,
El pretexto no existe;
La sombra se fragmenta en visiones fantasmales,
El cuerpo se vuelve más sensible en un éxtasis artificial.
El agua reflejo de la nada transborda todas las emociones que muchas veces se olvidan,
Entre kamikazes y bastardos desafiantes pasan mis días de un esplendor visceral.