
27/07/2025
“EL NIÑO QUE APRENDIÓ A DECIR ‘NO’ CON UNA LIGUITA EN LA MUÑECA”
Javier tenía 12 años y una costumbre extraña: siempre llevaba una liguita de goma en la muñeca.
No era bonita. No era de colores. Era una liguita simple, de esas que usan para amarrar billetes o sujetar bolsas.
Pero para él significaba algo importante: era la liguita del “no”.
Javier había crecido diciendo que sí a todo.
—¿Me prestas tu tarea?
—Sí.
—¿Me dejas tu merienda?
—Sí.
—¿Te quedas callado aunque te moleste?
—Sí.
Hasta que un día, su abuelo le enseñó un truco sencillo.
Le puso la liguita en la muñeca y le dijo:
—Cada vez que sientas que tienes que decir que no, estírala un poquito y suéltala suavemente.
No para hacerte daño, sino para recordarte algo: tus límites también se marcan, no se esconden.
Desde entonces, Javier comenzó a practicar.
El primer día le temblaba la mano. Estiró la liguita, respiró hondo… y logró decir:
—No, hoy no presto mi tarea.
Nadie se enojó tanto como él imaginaba.
El mundo siguió.
Y Javier sintió, por primera vez, lo que era defenderse sin pelear.
Con el tiempo, la liguita se volvió su compañera. La tocaba cada vez que alguien intentaba pasarse de la raya. Cada vez que le daban ganas de decir “sí” solo por miedo a que lo dejaran de lado.
A veces se olvidaba, claro.
Pero cada noche, al ver la liguita en su muñeca, se preguntaba:
—¿Hoy me cuidé?
Con los meses, ya no necesitó estirarla tanto. Pero la siguió usando.
Por costumbre.
Por cariño.
Por recordarse que decir “no” no es ser egoísta.
Es ser valiente.
Hoy Javier es adulto.
Aún guarda esa liguita vieja en un cajón.
No porque la necesite, sino porque le recuerda el día en que empezó a respetarse.
Y ahora les enseña a otros algo que aprendió de niño:
A veces, lo más importante no es aprender a decir “sí”…
Sino a decir “no”, cuando es lo que tu corazón de verdad necesita.