28/02/2022
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El yogurt le debe a un científico ruso su primer puesto en la lista de los alimentados asociados a un buen estado de salud, una dieta saludable, y como sustrato nutricional de una vida longeva.
El científico se llamaba Elie Metchnikoff. El trabajó durante gran parte de su vida en el famosos Instituto Pasteur de París y en 1908 ganó el Premio Nobel de fisiología y medicina por su trabajo en el campo de la inmunología y el descubrimiento de la fagocitosis.
Metchnikoff sugirió que una causa del envejecimiento prematuro son las toxinas que liberan bacterias en nuestro intestino. Lo que encontró Metchnikoff a principios del siglo pasado fue algo que hoy no nos sorprende, pero entonces supuso toda una revolución. Y es que propuso que introducir un nuevo alimento en nuestra dieta -el yogur, que entonces era desconocido en occidente- podía servir para frenar el envejecimiento celular.
Según Metchnikoff, el tipo de bacterias intestinales son la razón para mantenernos sanos o deteriorarnos rapidamente.
En su libro de 1908 «La prolongación de la vida», Metchnikoff vinculó la longevidad de los campesinos búlgaros a su alto consumo de yogur. De hecho, en la región de los Montes Ródope, un macizo montañoso que se extiende por Bulgaria y Grecia, se hallaba una de las concentraciones más altas de centenarios en Europa.
Según el científico ruso: «el más útil de los microbios puede aclimatarse al tubo digestivo con el fin de detener la putrefacción y toda fermentación perniciosa». El ‘microbio útil’ al que se refería Metchnikoff era, claro, el ‘bacilo búlgaro’ que se encontraba en los yogures.