
01/08/2020
Crisis de Angustia o Ataques de Pánico
Uno de los motivos de consulta más frecuentes en la actualidad.
Freud en 1893 en “Estudios sobre la Histeria”, específicamente en el historial de Catalina, ya trataba estos cuadros de angustia.
En este caso de Catalina, podemos leer la descripción que hace ella misma de sus síntomas: “….estoy enferma de los nervios, el médico […] al que fui a consultar hace algún tiempo me recetó varias cosas pero no me han servido de nada […] Me cuesta trabajo respirar. No siempre. Pero a veces parece que me voy a ahogar.” En relación con los ahogos, Catalina agrega: “Me dan de repente. Primero siento un peso en los ojos y en la frente. Me zumba la cabeza y me dan unos mareos que me parece que me voy a caer. Luego se me aprieta el pecho de manera que casi no puedo respirar. Se me aprieta (la garganta)como si me fuera a ahogar. Me late (la cabeza) como si fuera a saltárseme. Creo siempre que voy a morir”.
Desde ese entonces, ya el Psicoanálisis intentaba dar respuesta a sus causas, como al posible abordaje de estos ataques, hoy más comúnmente llamados Ataques de Pánico.
Sólo aquel que ha vivido uno de estos, sabe lo “terrorifíco”que resulta el experimentar uno de estos, tanto así que una vez que se ha experimentado uno, nunca se olvida.
Suelen presentarse como una sensación de miedo intensa, generalmente acompañado por la certeza, de que va a morir, o a perder el control (volverse loco); hay una sensación de extrañeza o de estar como en otra dimensión diferente a la que se estaba hace solo un segundo. Es muy común que se acompañe con síntomas físicos como la hiperventilación o sensación de ahogo, sudoración, elevación del ritmo cardíaco, náuseas, mareos, o hasta desmayos.
¿Porqué ocurren ?
Todos manejamos cierto nivel de angustia (aunque a veces inclusive no lo percibamos). Un nivel que nos permite cierto funcionamiento en el día a día. Unos días más angustiantes que otros tal vez, pero siempre permitiéndonos cumplir con las actividades que acostumbremos realizar.
El ataque de pánico ocurre cuando se da una elevación extrema, de este nivel de angustia acostumbrado; irrumpe, de forma totalmente intempestiva para el sujeto. Dejándolo en un estado de crisis o de pérdida total de su funcionalidad.
Es común escuchar la sorpresa ante un suceso de estos, ya que el sujeto suele describir que no encuentra ningún motivo con el que lo pueda asociar: «Todo estaba bien, o igual que siempre», es lo que con frecuencia se escucha. Esta falta de sentido se da ya que muchas veces no necesariamente lo puede asociar a periodos en donde el sujeto se perciba como muy “estresado”, más bien se
presentan muchas veces luego de momentos que se perciben como de gran satisfacción, como pueden ser graduaciones, compromisos matrimoniales , ascensos laborales, fechas especiales; en cambios de etapas del sujeto o de sus familiares.
¿Porqué así?
Porque a pesar de ser momentos tal vez muy anhelados, tocan puntos concernientes a la separación. Separación del Otro, que implica siempre la pregunta por el deseo, lo cual nunca deja de ser angustiante.
La separación implica responsabilizarse, asumirse, elegir, con la pérdida correspondiente que siempre lleva... claro todas estas asociaciones se dan a nivel inconsciente sin que el sujeto pueda percibirlas, y simbolizarlas por sí mismo, convirtiendo así el ataque de pánico en un evento totalmente enigmático.
Para ejemplificarlo: el nivel de angustia que se alcanza en un episodio de estos, es similar al que podríamos experimentar si estamos siendo asaltados o amenazados por alguién; se siente igual, aunque nada así, esté pasando en la realidad objetiva, consciente ( de la que el sujeto puede dar cuenta).
Esta falta de sentido, el no poder asociar esta sensación de angustia intensa que irrumpe, con nada de la realidad objetiva, hace que la idea de estar ante la muerte, o de estar volviéndose loco, sean las únicas posibilidades, y así el sujeto las establece como certezas en el momento.
El sujeto sufre un desfallecimiento subjetivo; en ese momento aparece ajeno, extraño, fuera de escena, no se reconoce a sí mismo.
¿Qué hacer?
- Buscar el origen de este incremento de angustia, a través de un espacio en donde pueda hablar y ser “bien escuchado” de forma que pueda ir develando ese saber que no sabe que tiene(inconsciente) y así poder ir encontrándole el sentido. De esta forma la certeza empieza a ceder y por consiguiente la angustia a bajar.
- En algunos casos acompañarse de medicamentos es indispensable, para evitar un sufrimiento excesivo y recuperar funcionalidad.
Pero lo principal considero es ante esta falta de sentido, otorgarle uno; simbolizarlo, asociarlo con una lógica consciente; porque este “no saber”, esto “impalabrable”, es lo que lo vuelve totalmente insoportable.
La angustia como dice Jaques Lacan: “es el afecto que no engaña”; dando a entender que, es lo que es, que es sin palabras, se vive en el cuerpo. Es decir que no se trata de un afecto que pueda ser desplazado, como puede ocurrir con el dolor o tristeza, que en ocasiones se desplaza y el sujeto lo vive como enojo, ira.
De estos afectos, como el enojo, la tristeza, la ansiedad, podemos hablar.
La angustia, en su estado puro no se puede poner en palabras. Es el real puro. Aquello que queda fuera del lenguaje. Esto lo podemos comprobar observando a un sujeto durante un ataque de pánico. Suele ser un puro acto, un puro movimiento, y muy poco lo que puede decir acerca de lo que le pasa.
Presenta sudoración, agitación, movimientos repetitivos, pero de poder hablar algo, suele ser la misma frase, como por ej: “no sé, no sé, que me pasa…..?”.
Desgraciadamente el tratamiento que se suele ofrecer ante un evento de estos, es recurrir en primera instancia a la medicación; y se suele recomendar con bastante frecuencia el acompañamiento de un tipo de terapia pisco educativa, en donde se enseñan ciertas estrategias para hacer frente cuando vuelva a presentarse; entre estos, ejercicios de respiración, y entrenamiento en pensamientos racionales y positivos.
Este tipo de abordaje, hace que el sujeto siga en desconocimiento de lo que le pasa; no da espacio a su palabra; a lo que pueda saber del porqué le ocurrió?
Aunque de manera consciente no lo sepa; SI se le ofrece un espacio,en donde pueda ser escuchado, e interrogado; en donde el sujeto pueda ir asociando, cómo fue que empezó?; adónde se encontraba?; ¿Qué estaba pasando en ese momento?, o en días anteriores?; en que otros momentos ha sentido algo similar?, o lejanamente similar? Qué se le ocurre?.
Simbolizar, apalabrar, dar sentido, poner palabras donde no las hay, es lo único que va a lograr, deshacer ese n**o acumulado de angustia, y permitirle al sujeto una elaboración de ese Saber.
¿Qué si toma mucho tiempo?
En la clínica siempre es el caso por caso, pero puedo decir que he tenido experiencias de atención, que en tres sesiones han cedido estos ataques por completo sin necesidad de ningún medicamento, otros en donde si ha sido necesario acompañarlos con ansiolíticos por un tiempo, pero lo más importante nunca permitiendo que salga un sujeto con una etiquetas que los nombre con un diagnóstico de padecimiento de “síndrome de ataques de pánico”, como he podido escuchar.
Si no damos campo a la palabra, éste va a seguir pujando por manifestarse, a través de diferentes síntomas o nuevas crisis; y por lo tanto obligando al sujeto a tener que tomar cada vez dosis más altas de medicamentos, o a estar cada vez más pendiente y esclavizado a las estrategias “aprendidas” para intentar hacerle frente.
Monica Maynard Lang
Psicóloga-Psicoanalista
Contacto:8344-0404