04/06/2025
La historia de la humanidad, tal como la custodian los sabios Hopi, no es lineal ni olvidada. Se trata de un gran viaje a través de siete mundos, siete eras de transformación espiritual y física que conducen al ser humano desde su creación hacia su destino cósmico.
Hoy vivimos en el Cuarto Mundo, pero para entender cómo llegamos aquí y hacia dónde vamos, debemos recordar los tres mundos que precedieron al nuestro.
Aquí tienes la historia contada como si el propio Oso Blanco (White Bear) la narrara a un círculo de oyentes, al estilo tradicional Hopi—con sabiduría, advertencia y amor por la verdad ancestral:
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“Yo soy Oso Blanco, y esta es la historia de los mundos que hemos vivido”
Escuchen bien, porque esto no es solo una historia. Es nuestra memoria. Es su memoria también, aunque lo hayan olvidado. Todo lo que somos viene de allá atrás, en mundos que se hundieron por el orgullo, por la ignorancia, por alejarse del Creador.
Siete mundos creó Taiowa, el Creador, en su plan divino. Dos para Él y su sobrino, Sotuknang, y siete para la humanidad, para caminar, errar, aprender… y tal vez, al final, despertar.
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Primer Mundo – Tokpela: el espacio infinito
Fue el primer aliento de la Creación. Taiowa formó al hombre y a la mujer, y les dio lo más valioso: conciencia, libre albedrío y las leyes universales.
“Vivan en armonía con todo lo que he creado,” dijo el Creador.
“Respeten a los elementos, a los animales, a la tierra, y entre ustedes.”
Y así fue… al principio. Pero el hombre empezó a olvidar. Se creyó superior. Quiso controlar. Comenzó la envidia, el abuso, la mentira. Entonces vino el fuego. La tierra ardió desde adentro, y el cielo se llenó de llamas.
Solo los que vivían con humildad y obediencia a las leyes del Creador fueron salvados. Los Kachinas, mensajeros del Cielo, los condujeron hacia el siguiente mundo.
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Segundo Mundo – Tokpa: el mundo del crecimiento
En Tokpa se nos dio otra oportunidad. Los que cruzaron desde Tokpela reconstruyeron comunidades, cultivaron el maíz, escucharon a los animales.
Pero una vez más… el ego se infiltró. El respeto se transformó en competencia. La sabiduría se cambió por astucia. La Tierra se inclinó, y el eje cambió. Vino el hielo. Todo se congeló.
La nieve cayó sin fin. Las bestias murieron. Los ríos se detuvieron.
“Nos refugiamos bajo tierra, con los Ant People, los seres hormiga. Ellos nos dieron cobijo, nos enseñaron a vivir bajo la tierra, a esperar, a conservar la llama,”
Sólo los que mantuvieron la fe y la obediencia sobrevivieron. El resto fue atrapado por el hielo.
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Tercer Mundo – Kasskara y Atlántida: el mundo del conocimiento
Cuando emergimos de nuevo, llegamos a Kasskara, nuestra madre tierra. Vivíamos en paz, con los clanes, cada uno con su tarea y su responsabilidad. Nos gobernaban no reyes, sino líderes espirituales. El maíz seguía siendo sagrado. Los animales nos hablaban. Las estrellas nos guiaban.
Del otro lado del mar estaba Talawaitichqua, la Atlántida. Eran como nosotros. Al principio.
Pero algo ocurrió.
Los atlantes empezaron a estudiar lo prohibido. Forzaron los secretos del Creador. Crearon máquinas que no entendían. Volaron al cielo y a planetas sin vida. Se creyeron dioses. Su reina, Kickmongwuity, era hermosa pero ambiciosa. Sedujo a los líderes, a los científicos, a los que amaban el poder.
“Reuniré mis naves y destruiré Kasskara desde arriba,” dijo ella.
Nosotros dijimos: “No.”
Nos dividimos. Algunos de los nuestros se dejaron seducir por su poder. Rompieron nuestras leyes. Traicionaron al Creador. Y entonces vino la guerra.
Las armas desde el cielo cayeron. La energía magnética quemó ciudades enteras. Atlántida se hundió de golpe. Kasskara lo hizo despacio, como un canto triste.
Pero no todos murieron.
Nosotros —los que aún recordábamos las leyes sagradas— fuimos reunidos bajo escudos de energía. Los Kachinas nos protegieron. Nos guiaron hacia una nueva tierra… que ya empezaba a surgir.
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Cuarto Mundo – Toowakachi: el país hermoso para todos los hombres
Al este del mundo hundido, una nueva tierra emergía del agua. Las águilas la vieron primero desde lo alto, enviadas por los Kachinas.
“Allí vivirán los que sigan el camino del corazón,” dijo el Creador.
Fuimos traídos en tres grupos.
Los primeros, en escudos voladores. Los líderes, los sabios, los que tenían misiones importantes.
Los segundos, en grandes aves. Recuerden eso cuando vean los aviones.
Los últimos, en botes. Era el grupo más sufrido, pero también el más fuerte. Yo vengo de ellos. Mi madre era del Clan del Coyote.
Muchos de los nuestros llegaron a lo que hoy llaman Sudamérica. Otros a Hawái. Otros a islas perdidas. La Isla de Pascua aún recuerda con sus siete moáis los siete mundos que debemos cruzar.
En Toowakachi, reconstruimos la vida. Pero no todos llegaron. Los que no habían sido seleccionados fueron llevados por corrientes a otras tierras.
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¿Y ahora? ¿Qué pasará con este Cuarto Mundo?
Miren a su alrededor.
¿No ven cómo se repite la historia?
• El hombre ha olvidado otra vez.
• Rompe el equilibrio con la tierra.
• Busca el poder antes que la sabiduría.
• Juega con fuego… como en Tokpela.
• Enfría su corazón… como en Tokpa.
• Persigue tecnología sin alma… como en Atlántida.
Pero aún hay esperanza.
El Quinto Mundo vendrá. El cambio será fuerte. Habrá cataclismos. La Tierra girará otra vez. Pero no todos cruzarán.
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¿Quién cruzará al Quinto Mundo?
Solo aquellos que:
• Recuerden su origen divino.
• Vivan con humildad y gratitud.
• Honren al Creador, a la Madre Tierra y a los espíritus.
• Sigan el camino del maíz: sencillo, generoso, nutritivo.
• Escuchen con el corazón.
• Sirvan a los demás.
• Perdonen y sanen.
Ustedes decidirán.
Yo, Oso Blanco, les he contado esta historia no para que la admiren, sino para que la vivan. Porque lo que ocurrió, ocurrirá otra vez… pero esta vez, tú puedes elegir.