18/08/2025
🌹 Testimonio de Fe y Gratitud
La Virgen del Sagrado Corazón y el milagro en el corazón de mi hijo
Hace dos años, mi hijo enfrentó una de las pruebas más duras que puede vivir un ser humano: una cirugía en su corazón, por una condición congénita. Como padres, el dolor y la angustia eran indescriptibles. Poner la vida de un hijo en manos de los médicos es un acto de fe radical: uno confía en la ciencia, pero sobre todo se abandona en Dios.
Camino al hospital en la ciudad de Barcelona, sin buscarlo, pasamos frente a una iglesia que no conocíamos: la de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, abogada de las causas difíciles y desesperadas. Entramos con el alma rota, y allí, entre lágrimas, rezamos ante ella y ante la Virgen de Guadalupe, tan cercana a nuestra familia por tradición y devoción. Mientras tanto, a nuestro hijo lo preparaban para su operación. Fue un momento de consuelo, como si la Virgen nos hubiera salido al encuentro en esa ciudad lejana para recordarnos: “Aquí estoy con ustedes”.
Después de semanas de espera, cuidados y oraciones, la recuperación de mi hijo avanzaba. Y fue entonces, la última noche en Barcelona, un día antes de volver a casa, cuando tuve un sueño que cambió todo.
Soñé con una medalla de oro, luminosa, celestial. En ella estaban la Virgen y el Niño Jesús. Sus corazones resplandecían como zafiros, y de ellos salían auras que se cruzaban en un abrazo de luz. La imagen era tan viva, tan intensa, que al despertar comprendí: no era un simple sueño, para mí, era un mensaje divino.
Y lo más impactante sucedió después: ese mismo día, antes de regresar a nuestro país, llevamos a nuestro hijo —ya recuperado— a esa iglesia, la de nuestra señora del sagrado corazón. Fue la primera vez que él entraba, y yo supe en mi corazón que la Virgen lo había estado llamando desde el inicio, esperándolo. Viendo aquel relieve sobre la entrada de la iglesia, comprendí que era la misma imagen que había aparecido en mi sueño. Fue como cerrar un círculo perfecto de fe: lo que se me reveló de noche, se confirmó con mis ojos de día.
El mensaje fue claro y conmovedor:
• Los corazones de zafiro eran la señal de que el corazón de mi hijo había sido cuidado desde el cielo.
• El oro de la medalla simbolizaba la eternidad de esa gracia recibida.
• Las auras cruzadas eran la unión inseparable de Jesús y María, protegiendo a mi hijo en la operación y en su recuperación.
Hoy, dos años y medio después, mi hijo goza de buena salud. Y yo no puedo más que dar gracias. No fue casualidad haber encontrado aquella iglesia, ni haber soñado esa medalla, ni haber llevado a mi hijo allí justo ese último día. Fue un regalo del cielo, un signo de la Virgen del Sagrado Corazón para confirmarme que ella estuvo siempre con nosotros, intercediendo junto a su Hijo por lo más valioso que tengo: la vida de mi hijo.
Este testimonio lo entrego como una ofrenda de gratitud. Porque sé que hay momentos en los que el miedo nos quiebra, pero también sé que la Virgen nunca abandona. Ella camina con nosotros, incluso en la noche más oscura, y nos devuelve la esperanza con una luz que trasciende todo.
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