
24/04/2024
Hace 33 años viví el temblor de Limón en Limón. En la casa que crecí, junto al río Moín a menos de 1km de Puerto de Moín y a pocos kilómetros del plantel de RECOPE.
Recuerdo estar en la casa que vivíamos, buscando alcanzar una galletita y comérmela (que siempre me han encantado y por lo tanto me tenían escondidas), pero en eso inició el meneón, recuerdo los vasos volando por encima de mi cabeza, ver la refrigeradora casi besando el suelo, vomitando todo su contenido en el suelo, producto de los ollones que mi mamá siempre cocinaba para que alcanzara el tiempo y la comida para la semana.
Mi mamá buscaba sostener a mi hermana bebé y rescatarme al mismo tiempo mientras patinaba entre el mar de comida que la refrigeradora había vomitado al lado mío. Los minutos se volvieron eternos, la casa terminó "sentada" al perder sus bases posteriores. Al lograr salir de la casa, encontramos que el techo del garaje estaba en el suelo, al igual que todo el tendido eléctrico y el mar un metro más lejos de nosotros. Con todo revuelto en la casa, se volvió imposible encontrar zapatos, así que salimos asustadas a caminar por el camino de lastre, descalzas.
Mi mamá buscó conectar el teléfono análogo (de ruedita) a uno de los cables telefónicos en el suelo para avisar a su familia que estábamos bien.
Recuerdo con muchísimo asombro sentarnos en la acera, mientras veíamos en el horizonte la bola de fuego desde RECOPE que amenazaba cada momento más grande y más cercana.
Esa noche nos aceptaron en la casa de una hermana de un vecino en otro barrio, lejos del mar y de RECOPE. Esa noche dormimos todos los niños de ese barrio en colchones en el garage, con miedo que volviese a temblar y esta vez el techo si cayera encima nuestro, mientras todos los adultos hacían vigilia en la acera atentos a los peligros que nos acechaban.
Con los días, la falta de agua potable, exceso de moscas por todos los peces mu***os a la orilla del mar en una niña preescolar inevitablemente llevaron a una infección que ameritó antibióticos (nos dimos cuenta que soy alérgica a sulfas) y terminé trasladada en avión a San José por la falta de vías terrestres de comunicación.
Desde entonces los temblores ya no me asustan... pero aprendí a estar alerta y actuar para proteger a los que me rodean... creo que es una de las experiencias que me marcó para estudiar medicina.