13/05/2025
Un día, un doctor jubilado decidió colgar un cartel en la puerta de su casa que decía en grandes letras:
“Curo cualquier enfermedad por 200 pesos.
Si no te curo, te devuelvo los 200… y además te doy 500 más.”
Un joven que pasaba por ahí lo leyó y, riéndose para sí mismo, pensó:
—Este viejo debe estar loco.
¡Seguro ya ni sabe lo que hace!
Le voy a sacar los 500 pesos fácilmente.
Con esa idea en mente, al día siguiente fue a visitarlo.
Golpeó la puerta, y cuando el doctor abrió, el joven fingió preocupación y dijo:
—Doctor, perdí el gusto. No puedo saborear absolutamente nada.
El doctor lo miró con seriedad, como quien ha visto miles de casos parecidos, y respondió:
—Entiendo.
Luego llamó a su asistente:
—¡Enfermera! Tráigame la medicina de la caja número 20.
La mujer apareció rápidamente con un pequeño frasco. El doctor le dio un sorbo al joven, quien apenas lo probó… y puso una mueca de asco mientras gritaba:
—¡Esto sabe horrible!
El doctor sonrió con tranquilidad y replicó:
—¡Felicidades, joven!
Has recuperado el sentido del gusto.
Son 200 pesos, por favor.
El joven, furioso pero sin opción, pagó los 200 pesos.
Sin embargo, no se dio por vencido. Estaba decidido a ganarle al anciano.
Al día siguiente, regresó con un nuevo plan. Esta vez, al abrirse la puerta, exclamó:
—Doctor, ahora perdí la memoria.
No recuerdo absolutamente nada. ¡Estoy desesperado!
El doctor, sin inmutarse, ordenó:
—¡Enfermera! Tráigame la medicina de la caja número 20.
El joven, al escuchar eso, reaccionó de inmediato y gritó:
—¡Noooo! ¡Esa medicina sabe horrible!
El doctor, sonriendo, dijo:
—¡Perfecto!
Has recuperado la memoria.
Son otros 200 pesos, por favor.
Mordiéndose la lengua de rabia, el joven pagó nuevamente.
Pero juró para sí que no sería vencido una tercera vez.
Pasaron unos días, y el joven, más decidido que nunca, volvió.
Esta vez, fingiendo mayor gravedad, declaró:
—Doctor, ahora sí.
¡Estoy ciego!
¡No veo absolutamente nada!
Necesito su ayuda urgentemente.
El doctor, con expresión seria y voz pausada, respondió:
—Qué situación tan lamentable.
Déjame ver qué puedo hacer...
Rebuscó en su escritorio, sacó unos billetes y se los entregó diciendo:
—Lo siento mucho. Esta vez no puedo curarte.
Aquí tienes tus 500 pesos como prometí.
El joven, confiado, tomó los billetes... pero al mirarlos, frunció el ceño y gritó:
—¡Oiga! ¡Estos no son 500 pesos!
¡Usted me dio billetes de 10!
El doctor soltó una leve carcajada y, con calma, dijo:
—¡Excelente, muchacho!
Has recuperado la vista.
Son 200 pesos, por favor.
El joven, completamente derrotado, tuvo que pagar una vez más.
Reflexión:
No siempre la juventud vence con astucia o fuerza.
La verdadera ventaja está en la experiencia, en los años vividos, en las lecciones que solo el tiempo enseña.
Quien ha recorrido el camino antes que tú, conoce los atajos, los peligros… y también las trampas que uno mismo puede tenderse.
Nunca subestimes la sabiduría de quien ya ha vivido más que tú.
La juventud tiene energía, pero la experiencia… siempre tiene ventaja.
Autor: Desconocido