
14/07/2025
¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE SEXUALIDAD?
Si estamos de acuerdo en que somos seres sexuados y que, por tanto, la sexualidad forma parte de nuestro ser, será fácil comprender que tratarla como un tema ajeno a nuestras sensaciones y experiencias, es quitarle su esencia, su alma.
Muchas veces, a la hora de hacer educación sexual, se presenta un compendio de técnicas o se muestran los aspectos biológicos de la sexualidad, como si la comunicación y los sentimientos
no formaran parte de ella. A veces, esta es la única manera con la que algunas personas adultas se encuentran cómodas para romper el hielo. Por esto, es mejor empezar a abordar la sexualidad de este modo a mantenerla en el silencio. Ahora bien, desvincularla totalmente de la relación y el intercambio, alimenta ese caldo de cultivo que anda por el ambiente y que propicia situaciones como esta:
Una niña de 12 años le contó a su madre que había escuchado en el colegio decir a un chico ‘yo, a fulanita, le haría una cubana’. La madre, sorprendida, le preguntó: ‘¿tú sabes qué es una cubana?’
La hija, con mucho desparpajo y orgullo de saber algo que su madre no sabía, contestó: ‘es cuando un chico frota su pene entre las tetas de una chica’. Y la madre mostró su asombro y entonces la hija, vacilando, le preguntó: ‘¿sabes lo que es una chilena?’ La madre asustada por lo mucho que parecía saber su hija, le dijo: ‘pues no lo sé, cuéntamelo’. ‘¡Es un tipo de remate que hacen los de fútbol!’, contestó disfrutando de tomarle el pelo a su madre. Después de aquello, ambas hablaron de por qué la hija sabía tantas cosas. Ella le dijo a su madre que muchos chicos hablan así, con obscenidad, y cuentan cosas relacionadas con la pornografía y el ‘s**o duro’; a ver quién dice algo más fuerte y, por supuesto, nada de sentimientos.
Estos chicos saben nombrar muchas técnicas, pero no saben casi nada sobre sexualidad. Ellos han hecho suyo un simbólico donde se priman los ‘contactos sexuales’, y se dejan en un segundo
plano las ‘relaciones sexuales’. Es un simbólico que ha estado más cerca del mundo masculino que del femenino, tal como lo expresa esta niña, pero que deja de tener sentido cuando a un niño se le da la oportunidad de hablar en primera persona de su propia vivencia sexual y él se atreve a dejar a un lado esa máscara para empezar a afrontar lo que realmente desea y/o teme.
Ahora bien, también es posible hablar de sentimientos y afectos como si fueran sólo un tema, como si fueran una cuestión desvinculada de las experiencias y de las vidas concretas de niñas y niños:
Una profesora se puso a jugar con un grupo de niñas y niños de 6 años al juego de la silla, de tal modo que quien se quedaba sin silla tenía que responder a una pregunta. A un niño le preguntaron
‘¿tienes novia?’ Él dijo que sí, pero la niña en cuestión lo negó. El resto se rió, se lo tomó a risa. En este mismo juego, le preguntaron a varias niñas ‘¿a ti qué te gusta más, ponerte falda o pantalón, el pelo corto o recogido, el color rosa o rojo?’ Como estaban jugando espontáneamente, dijeron la verdad. Casi todas las niñas llevaban pantalón y el pelo recogido y, sin embargo, habían dicho que les gustaba más el pelo suelto y la falda.
La monitora no supo aprovechar estas situaciones para hablar de lo que les pasaba. Sin embargo, estas son ocasiones que sirven para hablar sobre lo que significa para este niño concreto y esta niña concreta tener novio o novia, por qué les gusta una persona más que otra, cómo les gusta adornarse o vestirse, cómo se expresan, etc. O sea, para relacionar la sexualidad con su vida y su experiencia. Imaginemos que esta monitora, tras dejar pasar de largo estas situaciones, les explica en un día cualquiera, sin casi venir a cuento, que las niñas pueden vestirse como quieran, como más les guste. Este mensaje no les llegará con la misma fuerza y les será más difícil comprender la relación de lo que se les dice con sus propias vidas. Esta manera de tratar este tipo de cuestiones, puede hacer que asuman los mensajes como una simple opinión o postura. Por ejemplo, que lleguen a afirmar con rotundidad que las niñas son libres para vestirse como quieran, aunque luego, ellas mismas, no sean libres para hacerlo. O también, que un chico diga no tener nada en contra de la homosexualidad, pero que, cuando un amigo le dice que está enamorado de él, se sienta tan desconcertado que se vea incapaz de continuar con la conversación.
Una cosa es el discurso, otra cosa es la experiencia y la vida.