28/10/2025
BASES BIOLÓGICAS DEL AUTISMO
1.- Estudios genéticos Los estudios realizados en gemelos, hermanos y familias de los niños con trastorno autista confirman que los factores genéticos desempeñan un papel significativo en la etiología de estos trastornos, aunque de momento no se conozcan con exactitud los mecanismos de transmisión implicados. 1.1 Estudios de familiares Según diferentes estudios la probabilidad de aparición de autismo en familiares de primer grado es de 50 a 100 veces mayor que los de la población general, es decir una frecuencia del 3-6%. El primer estudio de 11 parejas de gemelos univitelinos informó de una concordancia de un 36% para el autismo infantil, sin ninguna concordancia en 10 parejas de gemelos bivitelinos (Folstein y Rutter, 1977 ). Sin embargo, un total de un 82% de esas parejas de gemelos univitelinos y un 10% de las de los bivitelinos concordantes para algún tipo de déficit cognitivo, social o en el lenguaje, alteraciones que han sido denominadas fenotipo amplio (broader phenotype). Un estudio reciente de 28 parejas de gemelos univitelinos (incluyendo las 11 parejas del estudio original) mostró una concordancia del 60% para el Trastorno Autista del DSM-IV, de un 71% para el amplio espectro de los TGD o Autismo Atípico y de un 92% si lo que se estudiaba era el Afenotipo amplio (Bailey et col. , 1993). Si tenemos en cuenta a los familiares próximos a los niños autistas se encuentra que el fenotipo amplio está presente entre el 12-20%.
1.2 Estudios de genética molecular El campo de la genética molecular está destinado a tener un papel importante en el conocimiento de los factores genéticos. Sin embargo, los resultados son de momento confusos pues se han implicado gran número de cromosomas y cuando los estudios se intentan replicar los datos no son concluyentes. Genetistas de la Universidad de Duke (Carolina del Sur) han estudiado el material genético de más de 100 familias con al menos dos niños autistas informando que los niños autistas presentaban una región muy pequeña del cromosoma 15 que estaba duplicada o borrada; curiosamente la región alterada coincide con la que contiene los genes del Prader Willi y el síndrome de Angelman. Dichos investigadores también encontraron alteraciones en el cromosoma 7 y en concreto en el gen Hoxa1. Un gen candidato a estudio por su implicación en la patogenia del cromosoma X frágil ha sido el gen FMR1, pero no se ha encontrado ninguna relación entre este gen y el autismo. Sin embargo el estudio de otros marcadores del cromosoma X sí parece reforzar su implicación en el autismo. Estudios recientes exploran los genes que codifican el transporte de la serotonina. Los datos anteriores lo que indican, de momento, es que las alteraciones cromosómicas de los niños autistas probablemente incluyan variaciones de muchos genes en interacción. Asociación con otras enfermedades genéticas La asociación del autismo con otras enfermedades con un fuerte componente genético contribuyen a consolidar las teorías sobre el origen genético del autismo.
2. Aspectos neurobiológicos del autismo 2.1 Investigaciones neuropatológicas Un primer aspecto a resaltar es el hallazgo de que el perímetro cefálico en los niños afectos de autismo es mayor que el de los niños con un desarrollo normal. Los estudios post-morten también demuestran que el peso cerebral es mayor en los niños con autismo. Sin embargo sólo una pequeña proporción de los niños con autismo tiene una franca macrocefalia con perímetro cefálico por encima del percentil 98, pero la distribución de las medidas está claramente desviada hacia arriba con una media en autismo alrededor del percentil 75. Este mayor diámetro parece que no está presente en el nacimiento sino que aparecería en la primera infancia y por tanto se podría deber a una aceleración en el crecimiento cerebral. Algunos estudios han detectado alteraciones en la densidad de las células nerviosas del sistema límbico, el cerebelo, el tronco cerebral, la amígdala, el lóbulo prefontal y el temporal. Otras investigaciones han detectado en el cerebelo un descenso de las células de Purkinje, pérdida de las células granulares y pérdida de neuronas de los núcleos profundos cerebelosos. Dichos hallazgos han sido inconstantes y no han podido ser replicados y además los estudios en esta área han sido muy escasos pues sólo se han publicado unos 35 casos de exámenes autópsicos. 2.2 Investigaciones neuroquímicas Las investigaciones sobre los neurotransmisores cerebrales se han centrado principalmente en los sistemas serotonérgicos y dopaminérgicos. La mayoría de los centros de investigación han encontrado un aumento de los niveles de serotonina en sangre en el 30-50% de los niños con autismo. Algunos autores afirman que existe una relación positiva entre los niveles de serotonina y la intensidad de los síntomas autistas, pero esto no ha sido confirmado. La hiperserotoninemia no es específica del autismo pues también se han encontrado niveles altos en los niños hiperquinéticos y en los niños afectos de retraso mental sin sintomatología autista. La hipótesis dopaminérgica se basa en la mejoría del algunos síntomas del cuadro clínico con fármacos bloqueantes de los receptores de la dopamina como son los neurolépticos, y la agravación de los síntomas con fármacos agonistas de la dopamina como son las anfetaminas y el metilfenidato. Más recientemente se han implicado el metabolismo de los péptidos informando de un aumento de ciertas fracciones endorfínicas en el LCR de los niños autistas con conductas autoagresivas. Estos resultados ha llevado a algunos clínicos a utilizar la naltrexona (antagonista de los opiáceos) en los sujetos con autismo. 2.2 Investigaciones neurofisiológicas La incidencia de electroencefalogramas patológicos varía según los diferentes estudios entre el 10-30%. La prevalencia de epilepsia acumulada en adultos se estima en entre un 20 y un 35%. Los picos de aparición de crisis ocurren en la primera infancia y en la adolescencia. El retraso mental y la historia familiar de epilepsia, son un indicador de riesgo para el desarrollo de crisis epilépticas en individuos autistas. Las crisis pueden ser de todos los tipos, pero las parciales complejas parecen ser la más frecuentes. Las alteraciones electroencefalográficas aparecen con más frecuencia en los lóbulos temporales. El reconocimiento de las crisis parciales complejas en los niños con autismo es complicado, a causa de la tendencia de culpar de esos movimientos a conductas autistas extrañas, así como a la falta de correlación entre crisis epilépticas clínicas y actividad paroxística en el EEG. Deberemos sospechar crisis epilépticas ante conductas tales como fijación de la mirada, cesar una actividad, o escaladas agresivas asociadas con confusión. Recientemente los registros electroencefalográficos prolongados durante el sueño muestran picos centro-temporales, unilaterales o bilaterales, en algunos niños autistas sin epilepsia aparente. 2.3 Estudios con técnicas de imagen Las técnicas de imagen nos ofrecen dos tipos de informaciones: las imágenes anatómicas que son la emitidas por la Tomografía Axial Computerizada (TAC) y la Resonancia Magnética Nuclear (RMN), y las imágenes funcionales que son las obtenidas mediante la Tomografía Axial Computarizada(PET), la Tomografía por Emisión de Positrones de Fotón Único (SPECT), la Resonancia Magnética Funcional (RMF) y la Resonancia Magnética Espectrográfica (RME).
Los resultados hasta el momento no han sido concluyentes. En relación a las imágenes anatómicas o estructurales (TAC, RMN) la alteración más constante es la visualización de una dilatación ventricular, pero esta alteración sólo se encuentra en un grupo pequeño de niños autistas y además también aparece en otros pacientes con alteraciones neurológicas diversas. Un estudio reciente mediante RMN y llevado a cabo por Bailey, encuentra que en comparación con el tamaño cerebral total, el área seccional del cuerpo y las regiones posteriores del cuerpo calloso son menores en los autistas que en los individuos controles. Las técnicas de imagen que exploran el funcionamiento cerebral, aunque prometedoras, aún no han sido suficientemente investigadas. Algunos estudios mediante el PET han señalado déficits en la interacción entre los sistemas corticales y subcorticales implicados en la atención focalizada. 3. Otras investigaciones 3.1 Enfermedades metabólicas y autismo La investigaciones sobre la influencia que determinadas enfermedades metabólicas tendrían sobre el origen del autismo surgió al descubrirse que algunos niños con fenilcetonuria habían sido confundidos con autismo. Se han descrito en los niños autista una síntesis aumentada del metabolismo purínico que conllevaría a un aumento del ácido úrico en o***a (hiperuricusuria) y que se detectaría mejor en o***a de 24 horas. Otra substancia relacionada con la presencia de conductas autistas ha sido el ácido láctico. La hiperlactacidemia no es una anomalía bioquímica específica, sino que indica que un paciente puede haber tenido un error congénito del metabolismo de los hidratos de carbono. En pacientes autistas con hiperlactacidemia parece indicado una valoración de la vía de los carbohidratos, especialmente la relacionada con el complejo piruvato-deshidrogenasa. Otros hallazgos metabólicos descritos en los niños autistas han sido los niveles bajos de calcio (descartar enfermedad celiaca) y niveles bajos de magnesio. El subgrupo de niños autistas afectados de enfermedades metabólicas empieza a definirse y ya se está convirtiendo en una de las áreas de investigación más importantes. 3.1 Factores perinatales Algunos estudios epidemiológicos muestran algunos datos a favor de que el riego perinatal global está aumentado en los pacientes autistas. Sin embargo investigaciones actuales no parecen confirmar dichos datos. Concretamente, no se ha encontrado ninguna asociación entre autismo y edad gestacional, sangrados vaginales, infecciones, diabetes, toxemia, edad de la madre o abortos anteriores. Tampoco se ha encontrado asociación entre autismo y peso al nacer, inducción al parto, presentación de nalgas, parto con cesárea o fórceps, parto prolongado, depresión neonatal, necesidad de cuidados intensivos o ventilación mecánica, crisis epilépticas neonatales u hospitalización neonatal prolongada. Aunque algunos estudios anteriores habían indicado una posible, aunque leve, asociación entre autismo y factores de riesgo obstétricos aumentados, tales indicios no han sido confirmados. Recientemente, para complicar de nuevo las cosas, en la revista Journal of Perinatal Medecine (1999) se ha publicado un trabajo sobre 78 niños autistas comparados con 390 controles donde señalan que el autismo significativamente asociado con el peso al nacer, la edad paterna, el momento de inicio de la atención prenatal y el antecedente de abortos. De todas maneras, como afirma Rutter, estas supuestas alteraciones perinatales, en el caso de estar presentes en algún subgrupo de niños autistas, no se podrían considerar causa de autismo sino consecuencia de algún tipo de vulnerabilidad previamente establecida. 3.2 Autoinmunidad En los últimos años se ha encontrado en los niños afectos de autismo una mayor frecuencia de autoanticuerpos cerebrales dirigidos contra la proteína de base de la mielina (PMB). La mielina es una lipoproteína que recubre y protege los axones de la células nerviosas . Algunas investigaciones encuentran una relación positiva entre los anticuerpo Anti-PMB y la presencia de una serología viral positiva y en concreto con anticuerpos del virus de la rubéola (IgG-rubéola) que los niños con autismo presentan un riesgo mayor que en los niños. Estos autores piensan que sus datos refuerzan la tesis que un virus induciría una respuesta autoinmune para después dar lugar al autismo.
A favor de la implicación de procesos autoinmunes en la etiología del autismo están las observaciones efectuadas por algunos investigadores de que ciertos procesos autoinmunes (artritis reumatoide, lupus eritematoso, diabetes tipo 1...) son más frecuentes en los niños autistas y en los familiares de estos que en los del grupo control. 3.3 Alergias alimentarias La alergia se podría definir como la reacción excesiva del sistema inmunitario frente a substancias consideradas por el organismo como extrañas y denominadas alérgenos. Estudios recientes informan de que algunos sujetos diagnosticados de autismo podrían presentar alergias y específicamente alergias alimentarias. Las substancias alimentarias que se han implicado se encuentra la caseína, el gluten, azúcares y aditivos de alimentarios. Al parecer en la base de estas intolerancias se haya un mal funcionamiento enzimático del intestino. El aparato digestivo sería incapaz de metabolizar algunas proteínas dando lugar a un aumento de los péptidos que pasarían al torrente sanguíneo y de aquí al cerebro. Algunas teorías sostienen que estos péptidos tendrían propiedades de los opiáceos y que la aparición de esta actividad opiácea en el cerebro desorganizaría numerosas funciones del sistema nervioso central tales como la percepción, las emociones, los comportamientos y el humor. Un factor potencialmente vinculado sería la existencia del síndrome del intestino poroso. Cuando la pared del intestino es anormalmente permeable puede dejar pasar una mayor cantidad de péptidos. De comprobarse estas teorías surgirían importantes aplicaciones clínicas pues muchos niños se podrían beneficiar de dietas alimentarias y de tratamientos que modularan el sistema inmunitario. 3.4 Tracto intestinal y autismo En relación con el tema anterior, en cierta forma lo complementa, han surgido últimamente algunas investigaciones dirigidas al estudio de las particularidades del tracto gastro-intestinal. En la revista The American Journal of Gastroenterology (September, 2000), Quigley y Hurley han publicado una revisión de estudios realizados sobre la prevalencia de alteraciones gastrointestinales en los niños autistas. Parece ser que se confirma que estos niños padecen con más frecuencia diversos trastornos como estreñimiento, diarrea, esofagitis, hiperplasia modular, ileocolitis e insuficiencia pancreática. Algunos investigadores incluso, han acuñado el término Aenterocolitis autista para referirse a algunos de estos trastornos. De momento no existe acuerdo para definir el carácter primario o secundario de estas alteraciones. Es conocido que diversas alteraciones cerebrales se acompañan de cuadros digestivos y viceversa. Los autores son cautos a la hora de interpretar los resultados y aconsejan efectuar nuevos estudios con controles mejor definidos y aleatorizar los sujetos autistas, pues algunas series sólo habían incluido pacientes autistas con alteraciones gastrointestinales. 3.5 Los agentes infecciosos y las vacunaciones Se ha especulado con la posibilidad de una infección prenatal especialmente en aquellos niños que presentaban síntomas autistas al poco tiempo de nacer. Las infecciones del embarazo ocurren cuando un virus o un agente infeccioso pasa de la madre al feto a través de la placenta. Como la barrera hematoencefálica no se ha desarrollado todavía en el feto, el virus pasa al cerebro produciendo el daño. Los agentes infecciosos que se han implicado en este proceso son la rubéola, el sarampión, la toxoplasmosis, la varicela, herpes, parotiditis etc. De momento la relación mejor establecida es la encefalopatía rubeólica prenatal y autismo. Para el resto de agentes virales es necesario estudios ulteriores. Otras investigaciones se centran en las infecciones postnatales habiéndose descrito muchos casos donde la sintomatología autista aparecía tras un cuadro infeccioso general con afectación cerebral. Recientemente se ha reactualizado el interés por las infecciones producidas por el hongo cándida albicans y que podrían ser secundarias a una inmunidad deprimida. Posiblemente estos agentes etiológicos sólo sean los responsables de un pequeño número de niños autistas. La implicación posible de algunas vacunas como elementos desencadenantes de algunos casos de autismo se ha vuelto ha reavivar en los últimos años y ha abierto una controversia considerable.
En un artículo publicado en The Lancet (1999) por los doctores Brent Taylor y Elizabeth Miller, y sus colaboradores científicos del University College de Londres, han querido poner fin a esta polémica y concluyen, después de identificar 500 casos de autismo, que los análisis efectuados no apoyan una asociación causal entre la vacuna triple viral (sarampión, paperas y rubéola) y el autismo; en caso de presentarse esta relación, sería suficientemente rara como para resultar imposible su identificación en esta amplia muestra regional.