
14/09/2025
El viento helado me golpeaba en la azotea. No había barandas, solo vacío alrededor, y cada ráfaga parecía un recordatorio de lo fácil que sería caer. Pero en vez de miedo, sentí calma.
Pensé en todas las veces que bajé la mirada por miedo a tropezar, a equivocarme, a escuchar las críticas. Recordé las caídas que sufrí, no porque mirara al horizonte, sino porque nunca me atreví a hacerlo.
David Goggins decía que el dolor es el boleto de entrada a la fortaleza. Y en esa altura confirmé que mirar abajo solo trae vértigo. Pero mirar de frente, incluso cuando no ves camino, te convierte en dueño de la caída.
La azotea me enseñó que lo peligroso no es la altura, es la cobardía de no asumirla.
Y lo más brutal es que muchos de los que dicen apoyarte nunca suben contigo. Prefieren verte dudar desde abajo.
Ese día confirmé que lo mío no es evitar la caída… es aprender a gobernar desde las alturas.