
05/04/2025
Una desgarradora imagen de un médico llorando tras no poder salvar la vida de un joven de 19 años
A las afueras de un hospital en el sur de California, un médico de urgencias se agacha contra una pared de concreto, abrumado por el dolor de perder a su paciente de 19 años. Un paramédico, testigo del momento, toma una fotografía que captura la vulnerabilidad de un profesional entrenado para mantenerse estoico.
Minutos después, el médico se reincorpora, respira hondo y regresa a su labor con la cabeza en alto.
La imagen no revela su identidad, pero sí muestra una faceta de la medicina que rara vez se ve: la carga emocional que conlleva salvar vidas… o perderlas. Es un recordatorio poderoso de que, detrás de cada bata blanca, hay un ser humano que siente.
La muerte inesperada es una de las realidades más devastadoras de la profesión. Un médico de urgencias lo expresa así:
“En nuestro trabajo, no hay nada más difícil—y digo nada—que decirle a una familia que su ser querido ha mu**to. Dame una vía aérea con hemorragia para intubar. Dame al paciente con sobredosis de he***na que necesita acceso intravenoso. Dame al niño con anafilaxia. Pero no me des una muerte inesperada. Podemos hacer todo lo posible, dar lo mejor de nosotros, pero llega ese momento en el que debes detener la reanimación, mirar a tu alrededor, bajar la vista para asegurarte de que no llevas sangre en los zapatos, ponerte la bata de nuevo y respirar profundo… porque sabes que estás a punto de darle a una familia la peor noticia imaginable. Y es en ese instante cuando siento. Siento como el hombre en esta foto.”
Durante mucho tiempo, la medicina ha visto las lágrimas como un signo de debilidad. Eso debe cambiar.
Esta imagen honra a un médico que tuvo el valor de llorar. Es un testimonio de la humanidad que hay en quienes dedican su vida a cuidar a los demás.