24/03/2024
Recuerdos que aún no sabremos ponerles nombre.
Noches como las de hoy, días como los de ayer me recuerda unos cuantos de nuestros recuerdos.
Habíamos cruzado el In****no, gracias a una de las primeras cercanas promesa póstuma con Dios que hicieron por nosotros, salvados constantemente por el ANGEL DE LA MUERTE, sin embargo, después de mucho se confabulo nuestra muerte por los deseos insistentes del rey de ese in****no.
Luego, habíamos levitado en el infinito limbo del universo, inconscientes por algún tiempo, protegidos por nuestras almas y perseguidos de lejos por nuestros fantasmas carroñeros, hasta que por un pacto de muerte de mi querida amiga el Alba, fuimos transferidos a uno de los límites del Cielo, a una de las moradas que estuvieron a nuestro cargo.
Mi aplomado y silencioso custodio, El Ángel de la Muerte se despidió de mí, sin antes obsequiarme la gema azul de la muerte de la cual, ahora bajo mi voluntad se generaría el fin de quienes estarían cerca y ya no tanto desde la voluntad de la providencia. No me imaginaba realmente la inmensa responsabilidad en la que definitivamente, esto se convertiría.
No podre ser ingrato con el Cielo, pero tal vez si no estas listo podría ser un poco mas duro que el mismo In****no, pero absolutamente no puedo ser ingrato porque las recompensas siempre tuvieron congruencia con los esfuerzos.
La estancia en el Cielo podría, explicarnos y descifrarnos entre nuestros recuerdos, muchas lecciones. Sin embargo, la que revocó en mi mente fue una sola que cuenta en torno al devenir. A esa prohibición y constante enseñanza para entender que nada es mal y nada es bien. Era algo impresionante que siempre se daba entorno a la existencia, donde aun a pesar de lo impredecible e inesperado estaba prohibido quejarse, enfatizarse en aquello malo, en aquello que no era deseado, porque absurdamente, al instante eras testigo de algo peor.
Habíamos entendido esta regla con sangre y a la fuerza aprender de ese silencio en la comunicación con los demás y contigo mismo. Desarrollar un nivel de prudencia extremo en donde podría decir que era complicado tener a cargo una de las moradas donde se recibían estancias temporales de peregrinos, donde era implícita y explicita la perfección, la maldita perfección. De la que hoy, humildemente solo me rio pero en aquellos momentos, cuando lo inesperado sucedía, ni llorar era posible.
Cuan complejo fue encontrar ángeles de la guarda en el Cielo y no quiero quejarme porque les agradezco inmensamente, tal vez no había aprendido bien mis lecciones en el in****no, que simplemente ellos y cada uno fueron mis queridos mortales espejos.
Y lo imperfecto era perfecto solo tenia que quedarme en silencio, respirar y esperar o solucionar con calma y sin ninguna condena lo que nos suscitaba. Y graciosamente, ya habíamos aprendido a lidiar con cada una de nuestras siete plagas...
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Los detalles del resto de las historias y la coherencia de nuestros recuerdos, espero sinceramente contarlo completamente, .....luego..... en algún momento...