27/03/2024
El concepto de “dieta antiinflamatoria” que se ha propagado a la población es incorrecto. Mezcla de aciertos y errores a partes iguales, pero partiendo de un error básico: Confundir lo crónico con lo agudo y/o lo fisiológico con lo patológico. La inflamación aguda es buena y necesaria, la inflamación crónica no.
En otros ámbitos, ocurre lo contrario: lo crónico es positivo (por adaptaciones) pero lo agudo no. Un ejemplo de esto es el ejercicio. El ejercicio intenso agudo, indice inmunosupresión, aumenta riesgo de infección, provoca daño tisular, aumenta el estrés oxidativo, aumenta la inflamación, provoca permeabilidad intestinal y puede provocar un gran pico de glucosa en sangre.
Si nos quedamos aquí, el ejercicio es malo. Imaginad a divulgadores hablando de que el ejercicio provoca todo esto, que no hay que hacer ejercicio. Que se vendan libros sobre este tema y se conviertan en “best seller”. Que la gente esté convencida de que el ejercicio es malo porque obvio, hay miles de estudios inequívocos que demuestran que el ejercicio provoca esto que os estoy diciendo. Sin embargo, justo esos efectos del ejercicio que a priori y de manera aguda parecen negativos, son los que inducen adaptaciones a largo plazo (si seguimos haciendo ejercicio de manera habitual) provocando justo el efecto contrario: efectos antiinflamatorios, fortalecimiento del sistema inmune, efecto antioxidante, adaptación de tejidos, etc.
Pues algo similar pero a la inversa ocurre con la dieta antiinflamatoria, con todo lo que tiene que ver con alimentos y nutrición. También con los picos de glucosa, con la insulina, con la permeabilidad intestinal y con cientos de cosas más. Leed y sobretodo elegís bien que leéis. Como dijo Daniel Kahleman: “La idea de que aquello que no ves podría refutar todo aquello en lo que crees no se nos pasa por la cabeza”