Byron Herrera Nutricionista

Byron Herrera Nutricionista Consultorio Nutricional

Nutricionista - PUCE🇪🇨
Máster en Nutrición Infantil - UEES🇪🇨
Doctorado en Obesidad y Metabolismo - UNINI🇲🇽
Atendemos:
- Nutrición en enfermedades metabólicas (Diabetes-Hipertensión- Hipotiroidismo)
- Nutrición Infantil
(Obesidad - Desnutrición)

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26/08/2025

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Lonchera saludable 🍏
25/08/2025

Lonchera saludable 🍏

Revisa nuestra opinión “5 tips para una lonchera divertida y saludable en este regreso a clases", por Byron Herrera 👉 El regreso a clases presenciales es un momento esperado por los niños y también por los padres, quienes retoman la rutina escolar después de un periodo de cambios y desafíos. Una de las principales inquietudes de las familias es cómo preparar la lonchera escolar: ese refrigerio que los niños llevan a diario y que cumple un rol clave en su nutrición, energía y rendimiento académico. Más allá de ser un simple snack, la lonchera representa una parte importante de la alimentación infantil, y de su correcta elección dependerá en gran medida la salud y el bienestar de los estudiantes.
Durante la etapa escolar, los niños atraviesan un periodo de crecimiento y desarrollo acelerado. Para que puedan concentrarse, aprender y rendir adecuadamente en clase, requieren una alimentación equilibrada, variada y suficiente. Aquí es donde la lonchera cobra protagonismo, pues debe cubrir aproximadamente entre el 15% y el 20% de las necesidades energéticas diarias. No se trata de enviar abundancia de alimentos, sino de elegir aquellos que realmente aporten nutrientes esenciales y eviten el exceso de calorías vacías.
Un error frecuente es pensar que la lonchera debe estar llena de productos empaquetados, jugos industrializados o galletas azucaradas. Estos alimentos, aunque prácticos, tienen un alto contenido de grasas saturadas, sodio y azúcares simples que, a largo plazo, aumentan el riesgo de obesidad, hipertensión o diabetes infantil. En su lugar, la lonchera debe convertirse en una oportunidad para enseñar a los niños a disfrutar de alimentos naturales, frescos y nutritivos, fortaleciendo a la vez su sistema inmunológico y generando hábitos saludables que los acompañen toda la vida.
Las frutas y verduras son indispensables en cualquier lonchera. Su aporte de vitaminas, minerales, fibra y agua es fundamental para mantener al niño activo y con buenas defensas. Se recomienda priorizar las frutas cítricas como naranja, mandarina o kiwi, ya que son ricas en vitamina C, un nutriente que ayuda a prevenir resfriados y fortalecer las defensas. También se pueden incluir frutas fáciles de transportar como manzana, uvas o ciruelas. En el caso de las verduras, lo ideal es ofrecerlas frescas, cortadas en bastones o en presentaciones atractivas para los niños. Zanahorias baby, pepinos con limón, tomates cherry o bastoncitos de apio con queso son opciones prácticas y divertidas. Además, variar los colores garantiza un mayor abanico de nutrientes: el verde de la espinaca o la lechuga, el rojo del tomate y el naranja de la zanahoria aportan antioxidantes distintos que benefician la salud.
La hidratación es otro aspecto que no se debe descuidar. La mejor bebida para los niños, dentro y fuera de la escuela, siempre será el agua natural. Sin embargo, para dar variedad, también se pueden preparar bebidas caseras sin exceso de azúcar, como limonada, naranjada o infusiones frías de hierbas suaves como manzanilla o hierbaluisa. Una opción tradicional es la horchata de arroz o cebada, que además de ser refrescante aporta nutrientes. Es importante evitar gaseosas, jugos artificiales y néctares procesados, ya que suelen tener grandes cantidades de azúcar añadida. Si se desea endulzar una bebida casera, lo ideal es hacerlo con panela o miel en pequeñas cantidades, evitando el uso de azúcar refinada.
Al momento de armar la lonchera conviene seguir cinco sencillos pasos. Primero, incluir una fuente de proteína, esencial para el crecimiento y el desarrollo muscular de los niños; algunas ideas son mini-sándwiches de jamón de pavo con pan integral, deditos de queso mozzarella, crema de frijol en un pequeño contenedor o rollitos de jamón y queso. Segundo, añadir cereales integrales, que aportan energía sostenida y fibra, como pan integral, waffles de avena, tortillas de maíz o pequeñas porciones de cereal alto en fibra. Tercero, no olvidar la fruta fresca: mandarinas en gajos, manzana picada, uvas partidas en mitades o una ciruela son opciones fáciles de empacar y atractivas para los niños. Cuarto, agregar siempre una verdura: bastoncitos de zanahoria, apio con queso crema, pepinos con limón o tomates cherry con trocitos de queso combinan sabor, frescura y nutrientes. Quinto, hacer la lonchera divertida incluyendo un pequeño detalle que le guste al niño, como un cuadradito de chocolate oscuro, una galleta casera de avena, un dulce de guayaba o un mini pancake integral. Esto genera entusiasmo y ayuda a que los pequeños no perciban su refrigerio como aburrido.
Una lonchera saludable no debe considerarse de manera aislada. Para que los niños realmente disfruten de sus beneficios, debe ir acompañada de buenos hábitos de vida. Es fundamental promover la actividad física diaria, ya que el movimiento no solo ayuda a mantener un peso adecuado, sino que también mejora la concentración, fortalece los huesos y reduce el riesgo de enfermedades a futuro. Asimismo, es importante que los padres involucren a los niños en la preparación de la lonchera. Cuando los pequeños participan eligiendo frutas, cortando verduras o armando sus propios sándwiches, aumenta la probabilidad de que se sientan motivados a comer lo que llevan a la escuela. Además, este proceso se convierte en una enseñanza práctica sobre alimentación saludable.
En conclusión, la lonchera escolar es mucho más que un simple refrigerio: es una herramienta clave para el crecimiento, la energía, la concentración y la formación de hábitos saludables en los niños. Con un poco de planificación, creatividad y variedad, es posible preparar loncheras que sean nutritivas, seguras y al mismo tiempo divertidas para los más pequeños. En este regreso a clases, la invitación es clara: apostemos por loncheras equilibradas que incluyan proteínas, cereales integrales, frutas, verduras y un toque especial que motive a los niños. Recordemos siempre acompañarlas con agua y fomentar la actividad física diaria. De esta forma, no solo contribuimos a su rendimiento escolar, sino también a construir bases sólidas para una vida más saludable en el futuro.

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19/08/2025

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18/08/2025

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Revisa nuestra opinión “Disfruta el verano cuidando tu alimentación y tu salud", por Byron Herrera 👉 Con la llegada de los días más soleados y cálidos, el verano invita a disfrutar de paseos, viajes y actividades al aire libre. Sin embargo, el calor y los cambios en la rutina pueden dificultar mantener hábitos alimenticios saludables. Esta temporada también es una gran oportunidad para aprovechar los alimentos frescos y nutritivos que nos brinda la tierra ecuatoriana.
En esta época del año, la alimentación debe ajustarse a las necesidades individuales. Factores como la edad, el estado de salud y el nivel de actividad física determinan lo que conviene comer y beber. Niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas requieren especial atención para prevenir la deshidratación y asegurar un adecuado aporte de nutrientes.
En verano, la pérdida de líquidos aumenta por el calor. Una persona promedio necesita al menos dos litros de agua al día, pero esta cantidad debe incrementarse si se realizan actividades físicas o se está expuesto al sol por largos periodos. Además del agua, se pueden incluir infusiones frías sin azúcar, aguas saborizadas con frutas naturales y batidos con frutas frescas. También es recomendable consumir alimentos ricos en agua como sandía, melón, pepino, piña y frutilla, que además aportan vitaminas, minerales y antioxidantes.
Optar por preparaciones frescas y de fácil digestión ayuda a mantener la energía sin sentir pesadez. Las ensaladas con vegetales crudos, cereales integrales y proteínas magras como pollo, atún o huevos son ideales. Por ejemplo, una ensalada de espinaca con aguacate, tomate, queso fresco y semillas, aderezada con limón, es una opción nutritiva y refrescante.
El verano ecuatoriano nos ofrece una gran variedad de frutas y verduras frescas, que además de ser más económicas, son más sabrosas y nutritivas. En esta época encontramos frutas como durazno, babaco, guayaba, mora, melón y sandía, perfectas para consumir al natural, en ensaladas, jugos o batidos. En cuanto a vegetales, destacan el pepino, la lechuga, el pimiento y el zapallo, ideales para ensaladas, cremas frías o preparaciones al v***r.
Aprovechar el pescado fresco de nuestras costas es una excelente forma de incluir proteínas de alta calidad y grasas saludables. Opciones como corvina, albacora, dorado o albacoreta pueden prepararse a la plancha, al v***r o en ceviches, acompañados de vegetales y cereales integrales como quinua o arroz integral.
Algunas ideas fáciles y saludables para estos días son un batido refrescante de sandía, frutilla y un toque de hierbabuena; una ensalada tropical de lechuga, pepino, mango y pollo a la plancha con aderezo de yogurt natural; o un ceviche de pescado con tomate, cebolla morada, cilantro y limón, acompañado de tostado o chifles horneados.
Mantener una alimentación balanceada en verano no significa privarse de los sabores que nos gustan, sino aprender a elegir y combinar los alimentos de forma inteligente. Aprovechar los productos locales, hidratarse correctamente y evitar el exceso de grasas saturadas y azúcares añadidos son acciones simples que pueden marcar la diferencia en nuestra energía, bienestar y salud general durante toda la temporada.

11/08/2025

Revisa nuestra opinión “¿Cómo influyen el estrés y el cortisol en nuestra forma de alimentarnos?", por Byron Herrera 👉 El estrés, esa sensación de tensión física y emocional que todos experimentamos en momentos desafiantes, no solo afecta nuestro estado de ánimo y salud mental, sino que también impacta de forma significativa en nuestra alimentación y metabolismo. Esto se debe, en gran medida, a la acción del cortisol, una hormona que el cuerpo produce de manera natural y que, en niveles elevados y sostenidos, puede alterar diversas funciones fisiológicas esenciales.
El cortisol, comúnmente llamado "hormona del estrés", es secretado por las glándulas suprarrenales, ubicadas sobre los riñones, y tiene un papel crucial en la regulación del metabolismo de los carbohidratos, las grasas y las proteínas, así como en la respuesta inmunológica, la presión arterial y el ciclo sueño-vigilia. Esta hormona sigue un ritmo circadiano: sus niveles son más altos por la mañana, ayudando a despertarnos y mantenernos activos, y disminuyen progresivamente por la noche, facilitando el descanso.
En situaciones normales, el cortisol permite una respuesta adaptativa al estrés: moviliza energía rápida aumentando la glucosa en sangre, suprime la inflamación temporalmente para priorizar la supervivencia y mejora la sensibilidad de los vasos sanguíneos a la adrenalina. Sin embargo, cuando el estrés se vuelve crónico, los niveles de cortisol permanecen elevados de forma sostenida, y esto puede desencadenar consecuencias negativas para la salud, como aumento del apetito, acumulación de grasa visceral, trastornos del sueño, debilidad inmunológica, hipertensión e incluso desequilibrios hormonales.
Una de las manifestaciones más comunes del estrés crónico es la modificación de los hábitos alimentarios. Muchas personas tienden a comer más bajo presión emocional, fenómeno conocido como alimentación emocional. En este contexto, la comida se transforma en un refugio o herramienta para calmar la ansiedad, lo que conduce a una mayor preferencia por alimentos ricos en azúcares y grasas. Esta conducta se relaciona no solo con el aumento del cortisol, sino también con la grelina, una hormona secretada por el estómago que estimula el apetito. En momentos de estrés, la grelina puede incrementarse y generar antojos por alimentos calóricos, favoreciendo el sobrepeso y alteraciones metabólicas.
No obstante, no todas las personas reaccionan igual al estrés. Mientras algunos experimentan hambre intensa, otros presentan una reducción significativa del apetito. Esto se debe a que el cuerpo, al activar su sistema de alarma ante una amenaza, puede inhibir temporalmente funciones no esenciales como la digestión. De esta forma, el organismo redirige su energía a sistemas prioritarios como el cardiovascular y el neurológico, disminuyendo el interés por la comida.
Afortunadamente, existen nutrientes y alimentos que pueden ayudar a modular el impacto del estrés y a regular los niveles de cortisol, actuando como protectores del equilibrio físico y emocional. Entre ellos destacan:
Vitamina C:
Conocida por su acción antioxidante, la vitamina C ayuda a contrarrestar el estrés oxidativo generado por niveles altos de cortisol. Está presente en frutas como la guayaba, kiwi, naranjas, fresas y en verduras como el pimiento, el brócoli y las coles. Aunque se ha observado su rol beneficioso, aún se requieren más estudios para establecer la eficacia de su suplementación en el control del cortisol.
Ácidos grasos omega-3:
Estos lípidos esenciales tienen propiedades antiinflamatorias y ayudan a modular la respuesta al estrés. Se ha demostrado que una ingesta adecuada de omega-3, especialmente EPA y DHA, puede reducir la secreción de cortisol en situaciones de estrés agudo. Se encuentran en pescados azules como la sardina, el salmón o el atún, así como en semillas de chía, linaza, nueces y aceites vegetales.
Magnesio:
Es un mineral clave para el funcionamiento del sistema nervioso y la respuesta al estrés. Su deficiencia se asocia con una mayor sensibilidad al estrés y aumento del cortisol. Buenas fuentes de magnesio incluyen frutos secos (almendras, pistachos), legumbres (lentejas, garbanzos), vegetales de hoja verde (acelgas, espinaca) y cereales integrales.
Probióticos:
El intestino y el cerebro están conectados a través del llamado eje intestino-cerebro, y un desequilibrio de la microbiota intestinal puede afectar el estado de ánimo y los niveles de estrés. El consumo de probióticos, presentes en alimentos fermentados como el yogur natural, el kéfir, el chucrut o el miso, ha demostrado ser útil para reducir los niveles de cortisol en personas sanas. Mantener un intestino saludable también es clave para mejorar la absorción de nutrientes y la producción de neurotransmisores como la serotonina.
Además de estos nutrientes, se ha observado que seguir una dieta balanceada como la dieta mediterránea, rica en frutas, verduras frescas, pescados, legumbres, granos enteros y aceite de oliva, puede ser una herramienta eficaz para mitigar los efectos del estrés. Este patrón alimentario no solo aporta los micronutrientes mencionados, sino que también promueve una alimentación consciente y sostenible, reduciendo el riesgo de inflamación crónica y enfermedades asociadas.
En conclusión, el cortisol cumple una función importante en nuestro organismo, pero cuando se mantiene elevado debido al estrés crónico, puede alterar profundamente nuestra salud y nuestra relación con la comida. Por eso, además de abordar las causas emocionales del estrés, es clave implementar estrategias nutricionales que fortalezcan nuestro organismo y nos ayuden a enfrentar de forma más saludable los desafíos cotidianos. La alimentación, más allá de ser una necesidad fisiológica, puede convertirse en una poderosa aliada en la gestión del estrés y el bienestar general.

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11/08/2025

🌟 Hoy celebramos a quienes transforman vidas a través de la alimentación consciente y el cuidado del cuerpo. Los nutricionistas no solo guían nuestros hábitos, sino que impulsan salud, bienestar y calidad de vida.

Gracias por su compromiso, dedicación y pasión por ayudarnos a alcanzar nuestro mejor estado, un plato saludable a la vez. 💚🥗

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09/08/2025

🎒 El regreso a clases es el momento perfecto para retomar hábitos saludables.
La obesidad infantil no es solo un tema estético, es un riesgo para la salud que podemos prevenir con una buena alimentación y actividad física.

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06/08/2025

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28/07/2025

Revisa nuestra opinión “Alimentación saludable en el trabajo: una inversión en tu salud", por Byron Herrera 👉 Llevar una alimentación saludable es una meta que muchas personas se proponen, pero mantenerla se vuelve complicado cuando la rutina laboral se impone. Sin embargo, lo que muchos no saben es que cuidar la alimentación en el trabajo es tan importante como hacerlo en casa. De hecho, gran parte de nuestras comidas semanales las realizamos en nuestro lugar de trabajo, lo que convierte este espacio en un escenario clave para mantener hábitos que beneficien nuestra salud y bienestar.
Una alimentación saludable se basa en consumir los nutrientes esenciales que el cuerpo necesita para funcionar adecuadamente: proteínas de buena calidad, carbohidratos complejos, grasas saludables, fibra, vitaminas y minerales. Esto no solo ayuda a mantenernos sanos, sino que también influye directamente en nuestro rendimiento laboral. Diversos estudios han demostrado que una alimentación equilibrada puede mejorar la concentración, reducir el cansancio y disminuir la probabilidad de errores o accidentes, especialmente en trabajos de alta exigencia física o mental.
Entonces, ¿cómo podemos comer mejor mientras trabajamos? La primera clave está en la planificación. Cocinar durante el fin de semana o en momentos libres nos permite tener listas varias opciones saludables para llevar al trabajo. De esta manera evitamos caer en la típica frase “no sé qué comer hoy” y recurrir a alimentos ultraprocesados o poco nutritivos.
Otra recomendación práctica es seguir la guía del Plato Saludable de Harvard. Este sugiere que la mitad del plato debe estar compuesta por verduras y frutas, un cuarto por carbohidratos como arroz, papa o yuca, y el otro cuarto por proteínas como pescado, huevo o leguminosas. Las ensaladas completas, los bowls y las sopas con vegetales cocidos son opciones fáciles de preparar, transportar y consumir. Eso sí, debemos evitar el exceso de frituras, embutidos y platos pesados que dificulten la digestión y afecten nuestra energía.
La hidratación también cumple un rol fundamental. Llevar una botella de agua y evitar el consumo frecuente de gaseosas o bebidas azucaradas puede marcar una gran diferencia en nuestro estado de ánimo y concentración. Y para cerrar la comida, una fruta fresca o cocida es una excelente opción de postre que aporta vitaminas y fibra sin sobrecargar el sistema digestivo.
Pero la alimentación saludable en el trabajo no solo tiene beneficios físicos, también ayuda a prevenir riesgos laborales. Por ejemplo, en ocupaciones que demandan esfuerzo físico como la construcción, es vital consumir alimentos que aporten energía de forma sostenida. Lo contrario puede llevar a desmayos, caídas o accidentes por fatiga. Por otro lado, quienes trabajan en oficinas, frente a una computadora durante muchas horas, pueden experimentar somnolencia o dificultad para concentrarse si consumen comidas muy copiosas. En estos casos, lo recomendable es optar por alimentos ligeros y ricos en nutrientes que favorezcan el funcionamiento del cerebro, como frutas, frutos secos, avena, quinua y huevo.
Una buena alimentación también mejora el estado de ánimo, fortalece el sistema inmunológico y contribuye a la salud digestiva, aspectos fundamentales para reducir ausentismo laboral y mejorar la calidad de vida de los trabajadores. En resumen, alimentarse bien en el trabajo no es un lujo, es una herramienta poderosa para sentirnos mejor y rendir mejor.
Tal como los deportistas cuidan su dieta porque saben que su cuerpo depende de lo que consumen, también nosotros deberíamos pensar que nuestra jornada laboral será más eficiente y llevadera si damos al cuerpo lo que necesita. Escuchar nuestro cuerpo, hacer pausas activas, evitar el ayuno prolongado y consumir colaciones saludables durante el día puede ayudarnos a mantenernos activos y enfocados.
Finalmente, no se trata de hacer cambios drásticos, sino de empezar por pequeñas acciones sostenibles. Comer bien en el trabajo es una decisión inteligente que impacta directamente en nuestra salud, productividad y calidad de vida. Porque sí, lo que comemos nos define, pero también comemos según cómo vivimos. Y si trabajamos con compromiso, ¿por qué no alimentarnos con ese mismo compromiso?

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23/07/2025

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21/07/2025

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Revisa nuestra opinión “Sueño y alimentación: dos pilares invisibles de tu bienestar", por Byron Herrera 👉 Dormir bien no es un lujo, es una necesidad biológica fundamental que incide directamente en la calidad de vida. Se estima que una persona pasa aproximadamente un tercio de su vida durmiendo, y cada vez existe mayor evidencia científica que demuestra cómo el sueño está profundamente interconectado con la salud general, el metabolismo y, de forma muy directa, con la nutrición. Las alteraciones del sueño afectan a personas de todas las edades y condiciones, sin distinción de raza, nivel socioeconómico o estado físico. De hecho, se calcula que cerca del 25 % de los adultos mayores de 30 años y hasta un 65 % de los mayores de 60 años presentan algún trastorno relacionado con el sueño, que generalmente no se trata como una enfermedad aislada, sino como una manifestación de desequilibrios físicos, emocionales o conductuales que pueden alterar significativamente la vida diaria.
En el contexto actual, donde el estrés, el exceso de estímulos digitales y los malos hábitos alimentarios se han vuelto parte del estilo de vida moderno, muchas personas duermen menos de lo necesario sin darse cuenta de las repercusiones a largo plazo. La privación de sueño crónica no solo genera fatiga, irritabilidad y baja concentración, sino que se asocia con el desarrollo de múltiples patologías como obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, trastornos del estado de ánimo, alteraciones hormonales y una mayor predisposición a infecciones.
La recomendación general es dormir entre seis y ocho horas cada noche, aunque este rango puede variar ligeramente según la edad, el nivel de actividad física y las necesidades individuales. Dormir menos de lo recomendado de manera crónica aumenta el riesgo de desarrollar diversas enfermedades. Por ejemplo, se ha observado que las personas que duermen menos de seis horas por noche tienen mayor probabilidad de ganar peso, ya que la privación de sueño altera el equilibrio hormonal del apetito, incrementando la ingesta calórica, sobre todo de alimentos altos en azúcar y grasa. De igual forma, diversos estudios han demostrado que la falta de sueño está vinculada con una mayor resistencia a la insulina y un aumento del riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. En cambio, cuando una persona mejora la calidad y cantidad de sueño, los niveles de glucosa en sangre tienden a estabilizarse.
En el ámbito cardiovascular, la relación entre sueño deficiente e hipertensión está bien documentada. Dormir menos de seis o siete horas por noche se ha asociado con un mayor riesgo de calcificación arterial coronaria, un marcador temprano de enfermedades cardíacas. Esta alteración también incrementa los niveles de inflamación sistémica, uno de los factores clave en el desarrollo de infartos, accidentes cerebrovasculares y otras enfermedades crónicas.
El sistema inmunológico también se ve comprometido con la falta de sueño. Estudios han demostrado que personas que duermen menos de siete horas son hasta tres veces más propensas a enfermarse de resfriado común o infecciones virales, ya que el cuerpo no tiene el tiempo suficiente para regenerar células inmunitarias, producir anticuerpos ni restaurar su capacidad de defensa natural.
Desde la perspectiva nutricional, el sueño y la alimentación están conectados por una compleja red hormonal. La leptina, que promueve la saciedad, disminuye cuando dormimos poco; mientras que la ghrelina, que estimula el hambre, aumenta. Este desequilibrio hormonal conduce a un mayor apetito, sobre todo por alimentos calóricos, dulces o grasosos. Además, los niveles elevados de cortisol —la hormona del estrés— que se generan con la falta de descanso, intensifican estos antojos y favorecen el almacenamiento de grasa, especialmente en la zona abdominal.
Por si fuera poco, las personas que duermen menos tienden a estar despiertas más tiempo y a consumir más calorías durante la noche. Este patrón de alimentación nocturna no solo altera el metabolismo, sino que también interfiere con los ritmos circadianos, dificultando la regulación hormonal y promoviendo un entorno propicio para el aumento de peso, la fatiga crónica y el desequilibrio energético.
El sueño también cumple funciones reparadoras clave: durante las etapas profundas del sueño se produce la liberación de la hormona del crecimiento, se reparan tejidos, se sintetiza proteína y se optimiza la regeneración celular. Estas funciones son vitales no solo para deportistas, sino para cualquier persona que desee mantener un buen estado físico, una piel saludable, un sistema inmune fuerte y una adecuada respuesta ante el estrés.
Dormir las horas necesarias no garantiza automáticamente una buena salud, pero sin duda constituye un pilar esencial en su mantenimiento. El sueño reparador mejora la toma de decisiones, el estado de ánimo, el rendimiento físico e intelectual, y permite sostener una alimentación más consciente y regulada. Una persona que descansa bien elige mejor los alimentos, tiene más energía para realizar actividad física y mantiene más estables sus niveles hormonales, lo cual se traduce en una mejor composición corporal y mayor bienestar general.
En conclusión, promover un buen descanso no es solo una recomendación médica, es también una intervención nutricional. Como nutricionistas, debemos abordar los problemas del sueño como parte de una estrategia integral de salud. Fomentar rutinas nocturnas relajantes, reducir el consumo de cafeína y azúcares por la tarde, y evitar las pantallas antes de dormir son tan importantes como elegir los alimentos adecuados durante el día. Dormir bien y comer bien son aliados inseparables en la búsqueda de una vida más sana, equilibrada y plena.

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18/07/2025

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✅ Fáciles, nutritivos y balanceados.

Recuerda que el desayuno es la base de tu día. ¡Elige bien y cuida de ti!

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Sanchez De Orellana Y Marquez De Maenza (Clinica Latancunga)
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