03/06/2025
—Mamá, ¿me puedes cuidar a los niños este fin de semana?
—No, hija. Esta vez no puedo.
Laura parpadeó, confundida. Nunca antes había escuchado un “no” de su madre.
—¿Cómo que no puedes? ¿Tienes algo más importante que tus nietos?
Marina, del otro lado del teléfono, cerró los ojos. Afuera, la lluvia golpeaba suavemente el vidrio, como si también quisiera decir algo.
—Tengo una cita conmigo —respondió—. Me anoté en un taller de cerámica.
Laura soltó una risa incrédula.
—¿Cerámica? Mamá, tú no haces esas cosas.
—Porque nunca tuve tiempo. Siempre fui mamá, esposa, cuidadora… Nunca tuve espacio para mí.
—¿Y ahora qué? ¿Te vas a volver artista? —ironizó Laura—. ¡Eres abuela! ¡Tus prioridades deberían ser otras!
Marina miró la taza vacía sobre la mesa. Era la misma que había usado su esposo durante años, antes de irse con otra mujer más joven. La había lavado tantas veces, pero nunca había podido quitarle el sabor amargo del abandono.
—¿Sabes qué, hija? Estoy cansada de estar al fondo de la lista. Cansada de que solo me llamen cuando necesitan algo. Hoy quiero hacer algo que me haga feliz a mí. Sin culpas.
—¡No puedo creer que digas eso! ¡Siempre estuviste para mí!
—Sí, siempre estuve. Cuando te enfermaste. Cuando te dejó tu marido. Cuando lloraste por tu primer trabajo. Siempre. Pero nunca preguntaste si yo necesitaba algo.
Del otro lado, el silencio fue como un vacío que lo devoró todo.
—Mamá… no era mi intención…
—Lo sé. Y no estoy enojada. Solo aprendí, aunque tarde, que también merezco elegirme.
—Entonces… ¿ya no puedo contar contigo?
—Claro que puedes. Pero no siempre. Porque si yo no me cuido, ¿quién lo hará?
Laura no respondió. Y Marina, por primera vez en años, se sirvió otra taza de café. No para esperarla, no para aguantar. Solo para ella.
Moraleja:
El amor que se da en silencio, también se cansa de no ser visto.
Y a veces, aprender a decir “no” no es alejarse… es volver a uno mismo.