25/11/2025
La violencia contra la mujer no siempre comienza con un golpe. A veces empieza en silencio: una opción invalidada, un comentario que busca controlar, un miedo que aparece "de la nada". Y cuando ese silencio se repite, la mujer comienza a dudar de su voz, de su fuerza, incluso de su valor.
Pero ninguna mujer nace para sobrevivir el miedo. Nace para vivir, elegir, decidir y construir una vida propia.
La violencia física, psicológica, económica o emocional, no es un problema privado; es una herida social que se mantiene viva cada vez que normalizamos el abuso, miramos hacia otro lado o culpabilizamos a quien sufre.
Desde la psicología sabemos que la violencia no sólo deja marcas visibles; también deja cicatrices internas que afectan la autoestima, la identidad y la percepción del propio futuro.
Pero también sabemos algo más; acompañada, escuchada y validada, una mujer puede recuperar su vida, su voz y su poder.
Recordemos que la responsabilidad jamás es de la víctima. Y el silencio nunca protege, sólo prolonga el daño.
Nombrar la violencia es el primer paso para detenerla.
Acompañar a una mujer en ese camino es, muchas veces, la diferencia entre el miedo y la libertad.