28/05/2024
El intestino, ¿nuestro segundo cerebro?
«Tener un n**o en el estómago o mariposas en el estómago», «hacerse mala sangre o calentarse la cabeza», «Revolverse el estómago»… Mucho antes de que la realidad científica les diera la razón, las expresiones populares reflejaban la estrecha relación entre el vientre y las emociones…
Actualmente, sabemos que hay 200 millones de neuronas en el intestino y que este sistema nervioso entérico se comunica de manera estrecha con el sistema nervioso central.
Más recientemente, los estudios han sugerido que, además de sus funciones metabólicas e inmunitarias, la microbiota intestinal también participaría en la comunicación entre el intestino y el cerebro, e influiría sobre el funcionamiento cerebral. En la actualidad, los investigadores estudian las posibles relaciones entre un desequilibrio de la microbiota intestinal y algunos trastornos psíquicos: estrés, depresión, pero también enfermedades neurodegenerativas (Parkinson, Alzheimer…).
¿Qué desvelan concretamente los últimos estudios científicos? ¿Qué esperanzas existen para la prevención y la salud a largo plazo?
El eje intestino-cerebro: una interacción permanente
El intestino y el cerebro están estrechamente conectados. El sistema nervioso central está en interacción permanente con el tubo digestivo. Esta conexión es bidireccional y tiene lugar, ante todo, por las vías nerviosas simpáticas (nervios esplácnicos) y parasimpáticas (nervios vagos) del sistema nervioso autónomo1.
El 95 % de la serotonina se produce en el intestino y participa en los intercambios entre el cerebro y el intestino a través del nervio vago. La serotonina es un neurotransmisor, a veces también llamado « hormona de la serenidad », que regula una amplia gama de funciones, como el humor o el comportamiento.
Entre el cerebro y el intestino, se ha deslizado un tercer actor, la microbiota intestinal, que participaría también en este misterioso diálogo.
¿Cuál es el papel de la microbiota intestinal sobre el estrés, la ansiedad o la depresión…?
Aunque los mecanismos todavía no se han elucidado claramente, se sabe que la microbiota intestinal actúa sobre el cerebro, por las vías sanguíneas y nerviosas, a través de la liberación de ciertas moléculas.
Esta comunicación intestino/cerebro ha conducido a los investigadores a interesarse por las posibles relaciones entre un desequilibrio de la microbiota intestinal y ciertos trastornos psíquicos frecuentemente observados, como el estrés o la ansiedad.
El conjunto de estas investigaciones sugiere que la microbiota intestinal desempeña un papel sobre nuestro comportamiento y nuestra actividad emocional.
Por otra parte, recientemente, un equipo de investigadores americanos ha demostrado que las mujeres que habían consumido durante un mes un producto lácteo enriquecido con probióticos concedían menos atención a estímulos emocionales negativos, como caras que expresaban miedo o ansiedad
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