13/05/2025                                                                            
                                    
                                                                            
                                            Nunca entendí al Sr. Foucault (traumas de pregrado) quizás alguna vez leí sobre su sociedad disciplinaria; y más que deberse a genuino interés debió ser obligatoriedad. En este magnífico libro Han la menciona brevemente (por suerte) y debo admitir que sigue pareciéndome complejo 🫠
Entiendo más fácilmente las ideas de Han con su sociedad del rendimiento (¡cómo no! si es algo que veo y vivo todos los días 🥲) autoexigencia internalizada para rendir hasta el agotamiento. Las redes sociales, promueven la necesidad de construir una "marca personal" exitosa, de acumular "likes" y seguidores, y de proyectar una imagen de felicidad y productividad infinita. Nos autoexplotamos para generar contenido, mostrar una vida interesante/exitosa, interactuar y mantener nuestra presencia online, en una búsqueda incesante de validación externa.
Para Han, ya no existe un poder represivo que censura, todo lo contrario, el poder moviliza y seduce; “voluntariamente” compartimos información y consumimos contenido, con la promesa de conexión, entretenimiento, información y reconocimiento, que nos mantiene enganchados, y, al mismo tiempo (y más importante) genera enormes cantidades de datos, los cuales serán usados para explotar nuestras preferencias, emociones y vulnerabilidades.
En la sociedad digital nos vemos cada vez más atrapados en una transparencia que lejos de conducirnos a la libertad, sólo nos aporta "desnudez psíquica" para facilitar el control. Un control consentido siempre será un control efectivo; eso constituye la Psicopolítica, un análisis que predice el comportamiento humano a nivel psíquico, y de igual forma, influye en nuestras opiniones, nuestras decisiones de compra e incluso nuestro voto. Este "enjambre" digital dificulta la construcción de relaciones profundas y significativas, obstaculiza la expresión de la disidencia y el malestar. Somos individuos aislados a pesar de estar hiperconectados. Capitalizar nuestra necesidad de conexión y reconocimiento bajo una aparente libertad, paradójicamente, resulta el mecanismo más eficaz de nuestra propia sujeción en la era contemporánea.