11/10/2019
A SEIS AÑOS DEL FEMICIDIO DE ARACELI RAMOS
Basta de violencia contra la mujer, basta de femicidios, basta de trata de personas. Un solo caso que ocurra ya es demasiado, ya es lo suficientemente grave.
La cuestión es que hay centenares de casos por año que multiplican astronómicamente la gravedad.
Hay percepción de impunidad por parte de los victimarios porque hay impunidad. Esta impunidad se construye desde un extenso sistema de complicidades, desde una serie infinita de guiños de aprobación, de negación o de dejar pasar las cosas.
Cuando ocurre algo como lo que le hicieron a Araceli salimos a gritar indignados (y está bien que sea así!).
Pero tal vez no nos demos cuenta de cosas menores, de peldaños inferiores que posibilitan el ascenso, como cuando una mujer corta con una relación de pareja y el hombre sigue insistiendo durante meses o años mediante llamadas, sms o mensajes por FB, y ya hay en ese caso suficiente violencia al no respetar una decisión tomada por un ser humano respecto de su cuerpo, sus emociones, su vida.
Es tan frecuente el acoso, tanto montaje justificativo hay de la pseudo-pasión, que hasta un tipo de crimen es titulado mediáticamente como «crimen pasional», alivianando al asesino, comprendiéndolo, distribuyendo sus culpas con aquella que quedó inerte bajo los golpes, el arma o el combustible rociado sobre su cuerpo.
Hay que desarmar la apropiación de la mujer.
Hay que hacer un hombre nuevo, es decir, literalmente: un varón nuevo.
Una mujer nueva también es indispensable: no sumisa, capaz de buscar ayuda, que no se conmisere con su agresor, que rescate del fondo de sí misma una mínima partícula de orgullo, amor propio y priorice la sobrevivencia como un náufrago que no especula en cuestiones secundarias mientras se está hundiendo en medio de la tormenta.
Las Aracelis nos exigen demoler el castillo de naipes del patriarcado.
¡Que caiga! Y que se eleve la vida.
-Milton Peralta, 11 de octubre de 2013-